lunes, 1 de abril de 2013
Los enemigos rojos
El momento de la tensión del encuentro de las columnas de La Cámpora y el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia.
Qué pasó en la marcha del 24 de marzo, movilización que provocó declaraciones fascistizantes de la presidenta. ¿Estaba Guillermo Moreno dirigiendo la provocación?
Una línea tensa, aunque imaginaria, divide a los dos grupos. Según la presidenta Cristina Fernández, de un lado están “jóvenes vestidos de azul, celeste, o blanco con banderas argentinas, brazos y manos entrelazados, haciendo cordón humano…”. Del otro, “gente uniformemente vestida de rojo, autotitulada de izquierda. Amenazantes, con garrotes en sus manos”. Son las seis y cuarenta de la tarde del último domingo 24 de marzo.
Desde hace unas horas el ambiente es espeso en la cabecera de la columna del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia que partió a las cuatro de la tarde desde el Congreso hacia plaza de Mayo. Poco después de mediodía comenzó el acto convocado por los organismos de derechos humanos afines al gobierno en la Plaza y según los anuncios oficiales se extenderá más del tiempo acostumbrado. Los gobiernos kirchneristas y el debate sobre la adhesión a ellos o no provocaron que desde hace varios años haya dos convocatorias para conmemorar el inicio de la dictadura de Videla, Massera y Agosti. Oficialistas y opositores se dan cita en la misma plaza, como en 1983, pero en horarios diferentes. Este año, los kirchneristas anunciaron que su acto duraría hasta las 19. Los opositores consideran que de ese modo se imposibilita la realización de su propio acto. A las seis de la tarde la cabecera de la movilización del EMVJ (que desde hace 17 años organiza esta movilización) ya está en Diagonal Norte, a pocos metros de la Catedra. Se encuentran detenidos. Esperan.
La operación de oponer las banderas celestes y blancas de la nación o del ser nacional a las banderas rojas es antigua como las organizaciones obreras del país, que se nutrieron de las corrientes anarquistas y socialistas que influían a los inmigrantes que fundaron los primeros sindicatos en la Argentina. El Estado siempre se preocupó por señalar la ajenidad de las ideas revolucionarias y de sus emblemas respecto a los argentinos. Y combatió esos emblemas, los denunció. Una tradición que se extiende hasta el presente y cobra cuerpo en la última declaración presidencial.
“A las 18:40 entramos a la plaza”, fue la decisión que se esparció en el cordón de seguridad. Durante toda la semana las organizaciones opositoras marcaron que el copamiento de la plaza por parte del kirchnerismo tenía como objetivo que no se hicieran notar las denuncias por el sistema de espionaje oficialista conocido como Proyecto X, que no se denunciara las muertes produciadas por la represión policial o parapolicial bajo los gobiernos K, que se callaran las violaciones a los derechos humanos de hoy. Por eso mismo una delegación del EMVJ había solicitado en la Casa Rosada una reunión con Juan Manuel Abal Medina, jefe de Gabinete, para encontrar una forma consensuada de usar la plaza. El jefe de los ministros no la recibió. Durante el domingo mismo se intentó que la provocación kirchnerista no cobrara cuerpo. A la altura de Talcahuano, la marcha se desvió para evitar el encontronazo con el cordón de seguridad del Movimiento Evita y decidió seguir su rumbo por las calles internas hasta llegar a Diagonal Norte, que sería el camino para llegar a la plaza. A las seis de la tarde se detuvieron cerca de la Catedral para esperar de manera tensa el fin del acto kirchnerista. Que no llegaba.
“Vamos”. Esa fue la orden y el cordón de seguridad comenzó a avanzar, mientras los dirigentes anunciaban a las columnas del acto oficialista el movimiento de los opositores, para evitar encontronazos. De ese modo, la columna de la Gleyzer pudo retirarse sin mayores inconvenientes. La tensión se incrementó al llegar a las columnas de La Cámpora y Unidos y Organizados. Ahí estaban los “jóvenes vestidos de azul, celeste, o blanco con banderas argentinas” que aguardaban con actitud impertérrita. La descripción presidencial no se ajusta a la que vio este cronista, que estaba situado apenas detrás del cordón de seguridad de la columna de EMVJ (la “gente uniformemente vestida de rojo, autotitulada de izquierda. Amenazantes, con garrotes en sus manos”, según Cristina Fernández de Kirchner). Hubo pequeños encontronazos protagonizados por elementos más bien cercanos a la imagen de los “batatas” que a la de la “juventud maravillosa”. Se identificó, incluso, a miembros de la patota que hostiliza a trabajadores en el INDEC, por cuenta y responsabilidad del inefable Guillermo Moreno. Los dirigentes de EMVJ habían podido acordar con los referentes de La Cámpora el paso de su columna, pero elementos de razonabilidad discutible insistían en poner el cuerpo para no dejar pasar a “los troskos”, mientras cantos de uno y otro lado sostenían la tensión. (Este cronista es testigo de que los dirigentes de EMVJ demandaban que no se hicieran cantos hostiles u provocadores de encontronazos físicos entre sus filas). De ese modo y luego de algunas escaramuzas (y de que se le tirara, por ejemplo, botellas de vino sin terminar al cuerpo de los referentes de seguridad de EMVJ) la columna pudo avanzar decidida hacia la plaza.
Algunos de los militantes de La Cámpora que intentaron impedir el ingreso de la izquierda. (Foto: Enfoque Rojo)
Se había podido derrotar la provocación estatal que intentaba silenciar los reclamos de la oposición de izquierda y hacer exhibición obscena de la regimentación lograda de los grupos de derechos humanos oficialistas. Se había logrado impedir que los derechos humanos fueran conceptualizados sólo como cosa del ayer y que se estableciera el 24 de marzo como fecha de celebración cuando Luciano Arruga permanece desaparecido.
Derrotada la provocación física del Estado, la presidenta decidió continuarla mediante unos tuits de corte fascistizante. El “enemigo rojo” regresaba como amenaza. El macartismo presidencial en todo su esplendor. Todo muy a tono con la conversión a la fiebre papal del oficialismo. No hay que olvidar que Bergoglio, hoy Francisco, militó en la retrógrada Guardia de Hierro, que solía acusar a los luchadores de “comunistas”.
Diego Rojas
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