lunes, 11 de agosto de 2008
Las soluciones mágicas y las inevitables catástrofes subsiguientes
Grupo de Reflexión Rural
Nos preguntamos en estos momentos y luego de la crisis, si lo que concluyó es una etapa, y en ese caso si comienza otra cosa, o si acaso, tendremos más de lo mismo o una profundización del mismo modelo.
El hecho de que pudiera resolverse un conflicto de más de 4 meses de duración, generado por un retoque en el porcentaje de las retenciones a la exportación, y que esa “resolución” se haya logrado de manera pacífica y mediante mecanismos institucionales, produce un alivio en la población. Pero: ¿cambia las cosas? ¿Se dejará de sembrar soja? ¿Se distribuirá mejor la renta agrícola? ¿Se preservarán las tierras agrícolas sometidas a gravísimas amenazas de pérdida de fertilidad? ¿Se dejarán de fumigar los campos y las poblaciones que resultan víctimas inermes de los paquetes agrotóxicos? Se abre una nueva ventana al futuro, pero a qué futuLos legisladores y los funcionarios tienen un nuevo desafío por delante, el de poner en práctica los discursos realizados en estos últimos meses. ¿Cómo lo harán? ¿Será posible alcanzar situaciones de cambio en el universo agropecuario? ¿O sólo se tratará, según parece, de dar un nuevo impulso a la biotecnología, como propone un reciente proyecto de ley para la creación de un fondo para la soberanía biotecnológica?
Las enseñanzas de las últimas décadas nos muestran que tanto los administradores políticos, como los dirigentes agropecuarios, siguen una marcada tendencia a la búsqueda de “soluciones mágicas”. La resolución 125 fue un intento de solución mágica. Su aplicación derramaría riqueza sobre una sociedad golpeada, y salud sobre una sociedad enferma. Es pensamiento mágico. Un retoque en el porcentaje de una retención traería una cascada de beneficios. Lo cierto es que aquí la magia falló, y lo que trajo es un prolongado conflicto y por último la marcha atrás y la derogación de la medida.
Los sistemas ecológicos funcionan según sus propias reglas, y esas reglas están dadas por el conjunto de la biodiversidad, los componentes físicos y las particularidades climáticas de cada región. Las distintas formas de intervención del hombre dentro de estos sistemas deberían tener una coherencia con la totalidad, esas intervenciones deberían estar regidas por una conciencia del todo y de sus sentidos más íntimos, de lo contrario el sistema como un todo, seguramente reaccionará negativamente. Las apetencias humanas, especialmente las económicas, normalmente se despliegan dentro de la ilusión de no necesitar ajustarse a las restricciones del ecosistema. En las últimas décadas, tanto los pensamientos políticos como los económicos parecen guiarse por la regla de forzar los ecosistemas hasta sus límites, y en ocasiones, a empujarlos fuera de ellos mismos. Lo que sobreviene es inevitablemente un desastre, lo que llamamos una situación de catástrofe.
Esas “soluciones mágicas” que fueron medidas circunstanciales para atacar un síntoma, un paliativo para salvar una profunda incomprensión del hombre con su entorno, a través de la costumbre se transforman en verdades monolíticas, en cuestiones fuera de discusión, en indiscutibles y temibles dogmas, que nadie dentro del sistema académico y de producción, podría hallar un espacio de reflexión como para que sean revisados. Ahora bien, dado que no resuelven los desequilibrios iniciales, esas soluciones mágicas generan dependencia, son adictivas, porque trabajan fuera del sistema, porque son incorporadas sin un conocimiento apropiado para manejarlas. Las soluciones mágicas fueron siempre adoptadas en función de validaciones económicas, luego la industria y el Estado se ocuparon de buscarle algún beneficio social o ecológico, que por supuesto no tienen en el mediano largo plazo, pero que en la simulación que crean los medios de comunicación, resuenan como verdades establecidas.
Ejemplos de ello es el uso de agroquímicos. Desde los inicios de la revolución verde, la promesa de un aumento de la producción y de un triunfo en la guerra contra las plagas, más que una promesa, consistió en una solución mágica. ¿Hay chinches? Ponerle endosulfán. ¿Hay malezas? Echarle Tordón. Así de sencillo, así de mágico, así de irreal, así de antiecológico, así de brutal y de absolutamente criminal con el entorno. La soja transgénica fue otra solución mágica, acogida con esperanzas como una simplificación en las tareas, un ahorro de combustible y una garantía de ventas, con precios crecientes, en medio de un panorama de deudas y de empresas quebrando.
Los nuevos desarrollos biotecnológicos, el maíz Bt-RR por ejemplo, son nuevas soluciones mágicas. Se supone que controlan plagas, que tiene buenos rendimientos, las malezas son combatidas con glifosato, y encima no hay que hacerse problemas por la venta, total no es para alimento… es para biocombustibles! …Y los biocombustibles!! La última y más prometedora solución mágica para la escasez del petróleo, la volatilidad de su precio, el calentamiento global, y la conciencia negra de los consumidores europeos.
Las soluciones mágicas, pasaron en su momento por explotar el quebracho colorado en el bosque chaqueño en épocas de La Forestal Argentina, una sola especie de los miles que tiene este bosque fue talada in misericordiosamente. Ya sabemos sus consecuencias. Ese tipo de “soluciones” creyeron encontrar sólo en el tanino, en la cabra, o en los postes y durmientes, o en el carbón, los recursos de tan magníficos bosques. Hasta que llegaron los sojeros con la solución mágica más reciente, y lo único que vieron del bosque fue su suelo bajo la cubierta vegetal, un suelo que en el monte no es sino apenas una pequeña parte de un todo, y con esa mirada parcial y economicista, justificaron tanta barbaridad, y con ella impulsaron las topadoras, las quemas y las fumigaciones, que tanta devastación y muertes han provocado entre las poblaciones locales. Las soluciones mágicas fueron las de cambiar toda esa riquísima biodiversidad, eliminarla de los campos y del pensamiento de los argentinos, sólo para encontrar un recurso a explotar, aquello que justifique transformar el bosque en dinero. Quebracho colorado, algarrobo, palo santo, postes, leña, carbón, suelo. Un solo recurso en medio de un conjunto extraordinario de posibilidades. Las extracciones de corte minero sobre su masa forestal y su suelo, fueron las soluciones mágicas recurrentes para el Chaco. Y podríamos repetir estos ejemplos en cada bioma de la geografía argentina.
Cuando la ciencia produce soluciones mágicas
Estas políticas se instalan y se facilitan, mediante el recurso de ir dejando paulatinamente sin financiamiento a la investigación en ciencias básicas y gracias a un extendido desprecio hacia la cultura y la educación popular. Se generan así, lagunas profundas en el conocimiento de los ecosistemas, y en la capacidad de apreciar aquellos “campos” en los que se trabaja y de los que se toma la “riqueza”. Al no concebir la complejidad de los ecosistemas, al no comprender a fondo su funcionamiento, al estar limitados en las decisiones por esta ignorancia básica que configura un menosprecio por el entorno, surgen con naturalidad las soluciones mágicas, aquellas que presuponen no necesitar esos conocimientos previos.
Al mismo tiempo, en las universidades se ha logrado, por complejos mecanismos de selección desde lo económico y lo ideológico, una desvalorización de la ciencia básica que fue reemplazada por la sobrevalorización de las ciencias “aplicadas”, que sólo cobran valor si “pueden generar ganancias” para el autosustento de la propia investigación científica. Y este fenómeno se da tanto en las universidades privadas como en las públicas. Esta situación ha forzado a los científicos a buscar fondos en los capitales de la industria y del mundo financiero, introduciéndose de esta manera, en un círculo vicioso de intereses ajenos a la investigación científica. La industria y las finanzas han tomado de esta forma, durante las últimas décadas, las riendas de las investigaciones y determinan las estrategias, fijando qué conviene investigar en las universidades. Esta burbuja de intereses, se ha generado dentro de un sistema que sólo da mérito científico a las investigaciones que pueden ser publicadas en ciertas revistas internacionales reconocidas, que a su vez están involucradas o manipuladas directa o indirectamente desde los intereses de la industria y las finanzas.
Los científicos, por su parte, pueden contar con más subsidios si tienen suficientes publicaciones en estas mismas revistas. Y así se genera una espiral creciente de intereses y complicidades entre lo público y lo privado. Para que la investigación sea “competitiva” se necesita de la “confidencialidad” de los resultados científicos. El mundo científico, casi sin darse cuenta, ha terminado envuelto en una maraña de intereses que le eran ajenos, y que los obliga a seguir los pasos dictados por las empresas, para poder continuar existiendo como actividad y como corporación, en el sistema académico. La industria y las finanzas han comprobado que, si ayudan a la formación de cuadros científicos, esos mismos cuadros les pueden ser útiles como instrumentos de sus lobbies. Estos cuadros científicos pasan a tener entonces, más fondos para más resultados publicables, que, a su vez generaron más fondos. Muchos científicos promocionan sus ideas en los medios de comunicación, en los que trabajan asimismo cuadros periodísticos, también financiados por la industria y los capitales de especulación, que dan a conocer los “beneficios” magníficos de las investigaciones de estos científicos que lograron afianzarse en el modelo. Así, de esa manera, los cuadros científicos cobran notoriedad y reconocimiento en el sistema y desde el pedestal alcanzado de “científicos neutros”, logran convencer a los políticos de turno de la importancia que tiene la ciencia aplicada para la economía nacional.
Es entonces, por medio de los cuadros formados desde los subsidios de la industria y las agencias de desarrollo europeas y norteamericanas, influenciadas por los mismos científicos lobbistas, creyentes en el crecimiento y el progreso, que la investigación aplicada comienza a ser subsidiada desde el Estado también, y se confunde de manera obscena con la investigación básica en biotecnología, tal como ocurre en nuestras Universidades, en los organismos de Ciencia y Tecnología y en el INTA. A partir de ahí, los cuadros científicos formados por la industria y las finanzas pasan a tomar cargos públicos con poder de decisión en Ministerios, Secretarías, Agencias, Institutos Nacionales, etc. Estos mismos científicos lobbistas llegan incluso a representar a nuestro gobierno en reuniones internacionales donde se deciden las políticas y protocolos de bioseguridad, desestimando, ridiculizando e incluso desmintiendo en forma descarada las denuncias sobre los resultados desastrosos de sus propias investigaciones, que sólo pueden seguir escondiéndose, con la complicidad de los medios de comunicación involucrados.
En forma paralela, otras áreas de las ciencias son marginadas por los intereses de la industria y las finanzas, tales como por ejemplo, la eco-epidemiología y la ecología, debido a que el objeto de su ciencia es la investigación preventiva y no aplicada a intereses económicos industriales. O peor aun todavía, se utilizan sus conceptos como “responsabilidad social empresaria”, de modo propagandístico, pero vaciándolo de contenidos, generando esquemas de autorregulación y cerrando el paso al control social o estatal. En este cada vez más complejo proceso de formación de cuadros científicos lobbistas, es que la biotecnología ha pasado de ser una mera herramienta de laboratorio, entre muchas otras posibles, a ser un objetivo en sí mismo de la investigación científica. Los descubrimientos devienen en “invenciones” que pueden ser “patentables” y comercializados. Estos descubrimientos promocionados hasta el cansancio por los medios, pasan a ser las futuras soluciones mágicas contra el hambre, las enfermedades, lo déficit energéticos, la contaminación y demás males generados por muchos de los mismos “progresos” científicos mágicos que los antecedieron.
Las soluciones mágicas traen problemas…
Las nuevas soluciones mágicas no son entonces, más que ideas y procedimientos reduccionistas sacados de su contexto biológico y que pretenden no necesitar un conocimiento de los ambientes naturales en donde se van a liberar los organismos modificados genéticamente. El proceso de cooptación de los científicos y de la colonización de las instituciones técnicas del Estado por parte de las Corporaciones se ha consumado y ya no necesitamos como antaño tropas de ocupación, ahora, muchos de nuestros investigadores y técnicos comparten plenamente los valores de la globalización y los intereses de las Corporaciones.
Pero las soluciones mágicas generan problemas inesperados. Y como somos dependientes de estas soluciones e invenciones patentables, asumimos los problemas como parte “natural” de procesos de prueba y error a que nos domesticaron y en que los sufrimientos a que nos somete la permanente improvisación, no son visualizados por la casta política como una gravísima falta a sus propios deberes. La revolución verde generó mortandades, envenenamientos, residuos químicos que hasta hoy nos enferman, problemas que se extienden a lo largo de sucesivas generaciones, y lo peor es que ni siquiera pudo cumplir con su cometido originario, que era la promesa de alcanzar mayores rindes de producción en crecimientos programados. Las plagas ganaron resistencia y siguen atacando los cultivos, y cada vez somos más dependientes de los insumos químicos y de las empresas que los producen. Sin embargo, sorprendentemente, en los círculos académicos y políticos, no se discute siquiera si fue o no conveniente el entrar en la revolución verde que derivó en los cultivos transgénicos, o sea genéticamente modificados, como su más novedosa expresión, y mucho menos se debate si acaso, debiéramos abandonarla.
Ahora, está ocurriendo lo mismo con la soja transgénica… y con sus devastadores e indiscutidos impactos, que ambas partes del reciente conflicto reconocen, aunque asombrosamente, sólo se diferencian entre sí, en la disputa por su renta o en el proponer diversos caminos para ampliar las extensiones de los monocultivos. Estas soluciones mágicas son el negocio de las grandes empresas y por ello mismo, las preferidas por muchos políticos y decisores, que ubicados detrás de sus escritorios, son influenciados por los lobbies de la agroindustria, de la industria biotecnológica y del mundo financiero, resolviendo imprudentemente, sin conocimiento alguno fundado y teniendo en cuenta sólo las voces más audibles, que son siempre manipuladas desde los medios masivos de comunicación, allegados a los intereses de la agroindustria y de la industria biotecnológica. Lo peor tal vez, es que al no reconocerlas inicialmente como “fuera de los sistemas”, somos incapaces de combatir sus causas primarias: los desequilibrios; y nos dedicamos a buscar nuevas soluciones mágicas para resolver los problemas causados por las primeras. A estos problemas, generados por medidas circunstanciales, forzadas y adictivas, proponemos nuevas soluciones circunstanciales y aún más forzadas y adictivas, todavía. Este pensamiento lineal y secuencial es propio de las empresas agrícolas y aún de la ciencia empresarial, a cada efecto colateral se nos propone más de las mismas medicinas que los ocasionaron, supuestas soluciones que significan nuevos negocios para las empresas. Muchas veces sólo se trata de subir la “dosis”. Y así vamos, de “solución mágica” en “solución mágica”, y mientras tanto, los gobiernos se suceden, los funcionarios se reciclan, los pobres siguen creyendo en poder salir alguna vez del infierno social y ambiental en el que se encuentran, y los ecosistemas (el ambiente) retroceden de manera irreversible.
Muchos funcionarios están encontrando una nueva solución mágica. Una solución que presuntamente no tendría conflictos con la producción de alimentos, que permitiría producir en tierras “marginales”, que sería de manejo simple, y con durabilidad en el tiempo. Las tierras "marginales" son en general aquellas en las que hubo sobreexplotación ganadera, o actividades extractivas, tales como obtención de postes, varillas, carbón, leña. Cuando no quedan árboles aptos para sacar, y el piso está sobrepastoreado por cabras, las tierras se vuelven "improductivas", es decir no rentables. La solución sensata pasaría por permitir que el bosque se regenere, acompañando al tiempo por tareas de remediación y reforestación. Todo lo contrario, para esas tierras degradadas, los funcionarios chaqueños, encontraron que sería posible aprovecharlas para cultivos energéticos. Plantas como la Jatropha, y como el Tártago o Ricino, que ya está siendo promocionado por una empresa suiza y firmando contratos por cinco años con productores familiares minifundistas y pequeños productores, para llegar a 20.000 Has en esta primera etapa. Es casi obvio decir que estas “soluciones” aisladas del conjunto de lo ecológico, de lo social y lo económico, y pretendiendo la producción de agrocombustibles, no sólo no mitigarán el cambio climático sino que producirán todavía mayores expulsiones de campesinos, que seguirá concentrándose la riqueza y que se sumarán miles de hectáreas de nuevos desmontes a la actual deforestación. No se solucionará la pobreza, ni el hambre, ni la tuberculosis, ni el Chagas, ni la leishmaniasis, ni la fiebre amarilla, ni las riquetsias, y para peor, se instalarán y trabajará con especies extremadamente invasoras, cuyo impacto sobre la biodiversidad chaqueña será quizá, mucho mayor que el de la soja transgénica. Y todo para obtener tan sólo, un puñado de dólares, que jamás se transformarán en desarrollo para las comunidades, sino que serán índices que harán crecer el producto bruto del que se vanaglorian en el Gobierno Nacional. Otra vez, seguiremos confundiendo el “crecimiento” con el desarrollo.
Crecimiento, desarrollo y necesidad de decrecer para desarrollarnos
Tendríamos que diferenciar el "crecimiento" del "desarrollo", ya que los cementerios también crecen, lo mismo que las cárceles y los petroleros hundidos que contaminan los océanos y hacen crecer los índices del Producto Bruto. Los modelos macro económicos de crecimiento ya se aplicaron cuando se paso de 25.000.000 TN de granos en la década de los 70 a los casi 70 y pico millones en la década de los '90, y nada de eso resolvió los problemas micro económicos, micro sociales, micro ambientales, al contrario... los agravó. Por ende esa propuesta es exactamente lo que se espera de un modelo basado en una economía de mercado, teniendo como meta la globalización. Es decir, seguimos con las mismas recetas y nos olvidamos del Desarrollo, de la Sotenibilidad y, en especial de la Calidad de vida, que nada tiene que ver con la productividad. Las soluciones mágicas necesariamente van acompañadas de ignorancia y de oportunismo. En realidad, las soluciones mágicas no funcionan y nunca van a funcionar, en la medida en que no trabajen a partir del conocimiento integral de los ecosistemas en los que vivimos y que usamos para producir y cuyo origen no sea el desarrollo armónico sin afán de lucro excesivo. Quién podría imaginar o acordar hoy, que se elimine la soja transgénica o cualquier otro evento transgénico, OGM (organismo genéticamente modificado), de la Argentina: sólo un idealista... Quién podría proponer seriamente que se vuelva a una agricultura de procesos, sin aportes de agroquímicos: ¿Qué biólogo se atrevería hoy, desde los regímenes universitarios e institucionales imperantes actuales a proponer soluciones integrales ecológicas o eco epidemiológicas? nadie sensato, sin lugar a dudas, sólo algunos pocos animosos con espíritu heroico, bajo el riesgo de ser tildados como irrealistas o idealistas no serios o de no ser oídos…
¿Quién podría proponer que es necesaria todavía una discusión a fondo sobre la validez ética de manipular genes de otros organismos, saltar las barreras de los reinos de la Naturaleza y mezclarlos alegremente en la alquimia insensata de los biotecnólogos, para seleccionar por descarte aquello que luego dirán que era lo que buscaban, invirtiendo el resultado en hipótesis, con una moral de dudosa humanidad: sólo un místico o de nuevo, algunos idealistas. La intensificación del actual modelo de agronegocios, que involucra al sector de la ciencia y de la tecnología y a no pocos intelectuales urbanos, es una consecuencia directa de las nuevas formas de colonización que la globalización económica genera en los países del tercer mundo. Así, el Estado argentino, y con él todo nuestro presente y futuro, está siendo administrado por una forma de CO-GOBIERNO integrado por las autoridades, las empresas de biotecnología, los grupos exportadores y el sector agrícola, y cuyo objetivo es el crecimiento económico más allá de todo límite social y natural. Ellos están determinando hoy las políticas que nos guían hacia un futuro que se hunde en la más profunda catástrofe de nuestra historia.
La adicción al Crecimiento encubre nuevas formas de colonialismo
Para el año 2010 se esperaba alcanzar una producción de 100 millones de toneladas de granos, para que nuestro país resurgiera. Alcanzado ese límite casi dos años antes, el gobierno anuncia que confía en alcanzar un crecimiento de la producción de granos de un 55 % para el 2015, es decir, llegar a 150 millones de toneladas. Este crecimiento, festejado junto al gobierno por los sectores rurales, las empresas de biotecnología y las grandes exportadoras, parece ser en sí mismo la nueva solución mágica que nos sacará de la actual inequidad social, la pobreza, la desnutrición, el deterioro ambiental, y las catástrofes generadas por los anteriores crecimientos. Ante esas recientes propuestas de aumentar la producción de granos, tanto como de las cadenas relacionadas a la producción de carne y leche para exportación, con las consecuentes promesas de reactivación económica y generación de empleo en los próximos 6 años, el GRR considera que la ciudadanía tiene el derecho y la obligación de conocer las consecuencias que habrán de producir estas políticas. Estamos convencidos que, los males que genera el crecimiento no pueden combatirse con más crecimiento. El crecimiento es adictivo para las autoridades, para las grandes empresas exportadoras y lamentablemente, para la mayor parte del sector agropecuario argentino. Al igual que un adicto al “Paco”, que, en su desesperación es capaz de robar a su madre o matar a su vecino, las grandes empresas y el gobierno son capaces de esquilmar la tierra y destruir la sociedad dejando sin suelo a las próximas generaciones, con tal de alimentar su irrefrenable adicción al crecimiento.
Las consecuencias impactantes del crecimiento o los impactos del crecimiento?
El crecimiento de los últimos años produjo una terrible concentración de la riqueza, un avance en la contaminación de campos y pueblos, una pérdida de la calidad alimentaria, un encarecimiento de los alimentos, un colapso en la estructura energética, una mayor desertización y pérdida de fertilidad de la tierra agrícola, un aumento de la violencia en la sociedad, un crecimiento exponencial de formas indignas de vida y una enorme infelicidad en nuestro pueblo. Estos males no se solucionarían con debates sobre la distribución de la renta de un modelo colonial de insumo dependencia. Por otra parte, un aumento del crecimiento en la producción como se nos propone, sólo intensificará estos problemas, hipotecando aún más nuestro futuro y el de nuestros nietos.
La producción para exportar recibe subsidios del estado nacional, que todos pagamos con nuestros impuestos, además de enormes subsidios en la forma de externalidades. Es decir, consecuencias no deseadas de la producción de las cuales no se hacen cargo los productores ni los exportadores: incidencia de enfermedades, decrecimiento del nivel intelectual, pérdidas del potencial biótico de los suelos, deforestación, contaminación masiva de aire, tierra y agua, pérdida de la capacidad productiva a futuro. Lamentablemente, el Estado tampoco las asume, y se dedica a generar paliativos para contrarrestar sus efectos. Los trabajos generados por el crecimiento que habitualmente se nos propone son trabajos efímeros, que al depender de un ambiente en grave estado de deterioro, no pueden sostenerse por muchos años. De qué sirve crear un puesto de trabajo hoy si implica eliminar 10 puestos en el futuro. Los sectores marginados de la sociedad, las poblaciones enfermas por las fumigaciones de los agricultores industriales, la tierra maltratada por el afán de lucro, los bosques arrasados, son las nuevas “joyas de la abuela” que soportan el crecimiento económico argentino.
El crecimiento nos conduce al desastre y a la catástrofe de la insustentabilidad. El desarrollo puede abrir caminos hacia la felicidad de nuestro pueblo.
Las nuevas generaciones de argentinos se encuentran en un grave riesgo, de continuar cumpliéndose las metas de crecimiento del actual modelo de agronegocios. Ya hay miles de niños que en sus familias no han visto trabajar a sus padres ni a sus abuelos. El coeficiente intelectual se encuentra en descenso por problemas de desnutrición y sub alimentación. El sistema educativo está colapsado, y sus autoridades se encuentran entre la espada y la pared, entre padres furiosos y amenazantes, niños educados por la TV basura, y un sistema que les impide tomar medidas disciplinarias en un marco de sentido, ya que el país carece de todo Proyecto Nacional. Los hospitales no tienen insumos ni tienen médicos, los transportes públicos empeoran y se encarecen cada día, la justicia tiene el peor descrédito de su historia. Estos males y muchos otros no se solucionan con dinero ni con más crecimiento. Su solución pasa por una planificación del uso de la tierra, por políticas de soberanía alimentaria, producciones al servicio del hombre y no de las ganancias de los mercados, por hacer de la dirigencia una escuela de honestidad intelectual, con integridad moral y con sentido de servicio La noción de Bien público debe volver a tener su importancia en el tejido social. Con el crecimiento acumulado de todos estos años, es más que suficiente para ordenar la sociedad y empezar a transitar un camino hacia el desarrollo.
Para nosotros como GRR, un ecosistema nos propone siempre un mandato que se hace necesario cumplir y además, que deberíamos transformar en políticas públicas: el de poder generar la mayor cantidad de biomasa y biodiversidad que ese ambiente permita. Si se quiere, es una función teleonómica. Lamentablemente los científicos cooptados por la ciencia empresarial, ignoran ese mandato y en todo caso, vinculan estos criterios con la religión, e intentaron ridiculizarlos. Ellos desde la soberbia de una ciencia que, pese al cambio climático, continúa rindiendo culto al progreso ilimitado, piensan que la remediación de un ecosistema es solo cuestión de azar o a lo sumo la razón de una propuesta empresarial. Obviamente, estas posiciones devienen en cruces de pensamiento en los cuales, no resulta fácil hacer cambiar de parecer al otro, porque ello implicaría que modifiquen su cosmovisión. Se trata en esencia de concebir y respetar el modo en que se estructura la vida, y partimos de la convicción de que si le dan tiempo, el proceso de la vida, conduce siempre a una mayor complejidad, a la vez que, aprovechar cada salto de energía de un nivel a otro para generar nuevas relaciones y en especial, mayor conciencia.
GRR Grupo de Reflexión Rural
Julio de 2008
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