martes, 5 de agosto de 2008

EL DERROTERO DE RAÚL CASTELLS


De los dientes de Rico a las medias de Miguens

En la espiral mediática se fue acomodando: de genuino protagonista en la irrupción de las luchas de los jubilados en los ´90, a bufón de toda lucha, Raúl Castells apareció las últimas semanas rogándole en la exposición anual de la la oligárquica y golpista Sociedad Rural Argentina a Luciano Miguens que le mande 100 vacas a los necesitados del norte del país. Casi mofándose, el titular de SRA le contestó “sí, les vamos a dar 200 entradas gratis” . El derrotero de Castells incluyó alianzas con las peores sectores del PJ, exageraciones políticas, fama mediática, un nunca explicado accidente, su comedor en Puerto Madero, shows con Marcelo Tinelli y pérdida de toda credibilidad de lucha. De aquel líder popular a este personaje insoportable.
En Agosto de 1999 en el hall del congreso, un sorprendido Aldo Rico – militar carapintada, ya reciclado en la fascista derecha peronista – resbalaba con suelas nuevas y caía al piso perdiendo buena parte de sus dientes en el golpe. El motivo: un encontronazo con un dirigente de los jubilados, quienes por ese entonces protagonizaban resonadas luchas contra las políticas de ajuste neoliberal. El dirigente era, claro esta, Raúl Castells, quien venía de un paso fugaz por el Movimiento al Socialismo y el Partido Obrero en los ´80 y ya había tejido una alianza con el Partido Comunista Revolucionario. En 1994 junto a Carlos “Perro” Santillán y dirigentes de la CGT San Lorenzo forman la Corriente Clasista y Combativa a la que sumó a su Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD). A partir de la separación de la corriente, -según afirmaría luego, horrorizado por el apoyo del partido al coronel Seineldín- Castells profundizaría una construcción basada plenamente en su intuición política de caudillo. Sus acciones fueron ganando más y más espacio mediático. El pedido por su libertad había amuchado a todas las organizaciones de la izquierda y Castells era por entonces símbolo indiscutido de combatividad.
Si bien en términos de alianzas políticas el piquetero nunca demostró demasiadas pruritos – el 11 de octubre de 2002, por ejemplo, el entonces senador del PJ y ex presidente y gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá, el diputado radical Melchor Posse y los sindicalistas Hugo Moyano y Julio Piumato, marcharon al frente de la columna del MIJD hacia los tribunales de Lomas de Zamora para reclamar su libertad – fue en 2005 ya con Néstor Kirchner en el gobierno, cuando Castells comenzó su paulatino alejamiento del campo popular para basar su política estrictamente en puntos de repercusión mediática.
Pasando por estruendosas irrupciones en un casino en Chaco, mechadas con fotos de su mujer –Nina Pelozo – en la tapa de la revista Noticias, tras una toma local porteño de Mc Donalds, lograr la libertad le costó –o tal vez le facilitó según su criterio – trabar relaciones muy cercanas con aquellos a los que enfrentó en las protestas. La extrema oposición de pantalla llevó a los Castells a comparar las acciones del gobierno de Kirchner con el genocidio militar y a tejer alianzas con los Rodríguez Saá. La efectividad de sus medidas en términos de logros materiales para su base, comenzaron a ser cada vez más dudosas. Castells cambió arrancar reivindicaciones, por la campaña del mangazo improbable en cada una de sus apariciones.
Tras una huelga de hambre que duró 62 días, en agosto de ese año y por intermediación nada menos que del ex presidente Carlos Menem, Castells obtuvo su salida a la calle. “Siento mucho por el momento que está pasando. Nosotros lo queremos bien. Tiene mucho por hacer por el país” expreso el riojano en comunicación con el dirigente. El abogado del dirigente fue luego Miguel Angel Pierri, quien tambien defendería al cura Julio Grassi acusado de abuso de menores y pertenece al círculo del empresario de medios Daniel Hadad.
Previo anuncio de un abandono de los piquetes, y un más que confuso episodio en el que denuncio ser atacado con “lanzallamas” por la policía en la feria de la Salada, en 2006 tuvo una nueva ocurrencia: inauguró un comedor en pleno Puerto Madero cedido a su organización “por la solidaridad de un empresario”. Con cámaras aseguradas, festejó allí mismo, en el barrio más caro del país, con figuras de la farándula y aquellos a los que todavía llama “sus compañeros” el año nuevo. Acompaño la reaccionaria marcha en la que Juan Carlos Blumberg logró que se aprobaran leyes de endurecimiento de penas.
El canal 13 sería el próximo punto a donde trasladar su heterodoxo movimiento, para apoyar desde la tribuna la participación de Nina - a la que define como humilde campesina- en el programa de máxima audiencia del país, “Bailando por un sueño” con la conducción del empresario Marcelo Tinelli. Nina intentó de paso recordar en escena al maestro asesinado Carlos Fuentealba, aunque tal vez nerviosa, confundió su nombre al aire. Castells actuó su enojo con el jurado del concurso de baile televisado, haciendo las delicias de los televidentes y sumando raiting. El mayor espacio mediático - que no hizo crecer a su organización, justificación velada que Castells y su mujer esgrimen cada tanto- ridiculizó y banalizó todo lo que Castells había representado, aun con numerosos aspectos discutibles- en términos de luchas populares para cambiar la situación político social y aportó un grano más para contrarrestar la posibilidad de desarrollar organizaciones populares coherentes en lo inmediato. Castells usa a sus compañeros de adorno, ya no luchan, solo reciben a cambio dudosas donaciones y acotada presencia en espacios enemigos, el MIJD es hoy un injerto tan inexplicable al que la definición movimiento social de derecha le queda ya exagerada.
Si de ir tras las cámaras se trata, en los últimos meses a Castells se lo vio como uno de los que apoyaban al "campo". “¡Esta es gente del pueblo! ¡Acá nadie les da el choripán!” se lo escuchó gritar gorila para congraciarse con las patronales del campo en su acto rosarino del 25 de mayo. La carpa en plaza Congreso previa al remate de una movilización hacia la inauguración de la exposición rural, en la que se dio el dialogo del primer párrafo de esta nota, fueron recientes y ya no tan llamativas imágenes de un Castells que seguirá, como si a la oposición tambien le hiciera falta, caricaturizando alegremente toda lucha popular, con encanto.

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