lunes, 1 de junio de 2015
La historia del poeta asesinado
Fue un personaje casi de ficción y un bohemio que terminó publicando un semanario en Escobar que se ganó el odio de personajes como Patti. Lo fueron a buscar el día antes del golpe, en un allanamiento a la redacción. Tres días después, se lo llevaron, lo torturaron y quemaron su cuerpo.
En los años cincuenta Tilo Wenner volvió del Barrio Latino de París, donde había entrado en contacto con el movimiento surrealista. Se embarcó de polizón en un barco de carga y ya en Buenos Aires difundió su modo de ver el mundo entre poetas del bar La Paz. Publicó sus dos primeros libros de poemas en 1957, objetos visuales y de ruptura, mientras salía Serpentina, la primera revista de una serie de ensayos experimentales que dirigió con textos de Rubén Tizziani, Alejandra Pizarnik y hasta Julio Cortázar. Creó la Escuela del Espíritu Experimental y se transformó en un referente de lo absurdo, aunque nunca fue reconocido por el canon. Pasó sus últimos doce años de vida en El Actual, un semanario pequeño, de ocho páginas, publicado en Escobar, marcado por una mirada que se iba poniendo al servicio de los tiempos políticos. A Tilo Wenner lo secuestraron el 26 de marzo de 1976, el mismo día en que salía El Actual con la noticia del asesinato de dos de sus trabajadores y el intento de secuestro, el 23, del mismo Wenner.
El rescate de Wenner en sus dimensiones poéticas y políticas todavía es tarea pendiente. Para Julián Axat, poeta, hijo de desaparecidos, editor de la revista Los detectives salvajes y funcionario de la Procuración, “la desaparición física del poeta es política primero y literaria después. Eso también hace de los libros de Tilo verdaderos tesoros. Creo que Tilo era un poeta vanguardista y experimental fuera del canon. El pensaba la escritura desde la imagen movimiento-objeto, y no por ello era imaginista, ni puramente surreal. Tenía influencias de ambas corrientes muy en boga en los ’50, como Poesía Buenos Aires de Edgar Bayley o Letra y Línea, de la mano de Aldo Pellegrini. Después está la forma, porque los libros de Tilo fueron pensados como pequeñas maquinarias de ruptura estilo ready made contra su tiempo. Un libro de poesía como mingitorio en museo. Después, está lo inhallable del objeto arte, y el valor que le dio el tiempo”.
En 1957, la revista que editaba Wenner ponía sus límites y marcaba sus formas de esta manera:
“Serpentina centrada indefectiblemente en un movimiento semejante al de las aplanadoras en los mejoramientos de rutas, sin vientos favorables, sin recomendaciones de ninguna especie, considera hacer una aclaración:
”Serpentina no es vanguardista ni manierista.
”Con referencia al autobombo y a cierto tipo de planteos que nada tiene que ver con la ética, pensamos lo siguiente: lo que aquí se llama vanguardismo, Lugones, Cocaro, las academias de corte y confección, las admiraciones cambiario crepusculares, los realismos socialistas, suman la sucesivas mediadas de los días opacos.
”Nada tienen que ver con la vida ni con nosotros.
”Ubicada nuestra revista en un plano lógico, aquí y ahora, fundimos la furia de nuestros pasos en elemento básico de nuestra vida: el amor”.
La familia
Federico Wenner es el hermano menor de Tilo. Escribe un mail con un asunto curioso: biografía literaria de Tilo Wenner. En pocas lineas, apretadas, pone algunos trazos de su hermano, sus obras. Una historia distinta a la que Federico suele evocar cuando se presenta en cada juicio de lesa humanidad, donde acude a declarar por otros compañeros caídos de la zona norte, mientras aguarda que la Justicia abra el debate pendiente por su hermano.
Tilo era hijo de Adolfo Wenner y de Catalina Arenst. Adolfo era descendiente de alemanes y rusos alemanes, alemanes del Volga, aclara Federico. Catalina era descendiente de emigrados al Volga. Los padres llegaron por separado a las colonias alemanas de Entre Ríos, donde se conocieron. Tuvieron once hijos en 25 años. Natalia, Rodolfo, Luis, Otto, Augusto, Tilo, Santiago, Ema, Laura, Margarita y Federico, todos entrerrianos menos el último, que nació en la provincia de Buenos Aires. Los Wenner se mudaron después de perder su campo.
“Los terratenientes que los habían llevado a Entre Ríos también tenían campos en Coronel Vidal, cerca de Mar del Plata –dice Federico–, y trajeron a mis padres con varios de nuestros hermanos a trabajar a una quinta grande. Mi viejo salía todos los días por el pueblo a vender la verdura y mi madre se ocupaba de los hijos y del trabajo doméstico en casas de familia. A los 9 años de Tilo, para 1940, sufrió un accidente en un juego. Cayó con la muñeca y quedó con la fractura expuesta. Mi madre tomó un tren de Vidal a Mar del Plata, que son 80 kilómetros. Lo atendieron en el hospital, pensá que era 1940 y ¡ojo! no se habían inventado los antibióticos.” El resultado fue una gangrena que le hizo perder el brazo izquierdo hasta la altura del hombro.
“Para ayudar en casa, porque eramos muy pobres, Tilo se paraba en la antigua Ruta 2 a vender diarios.” Una familia acomodada de Coronel Vidal quiso adoptarlo, pero Catalina se negó. Tilo terminó el primario. Los patrones vivían en Buenos Aires y ofrecieron pagar los estudios de Tilo en Capital y un hospedaje. “Tilo hizo el secundario en el Colegio Sarmiento en dos año y medio, ¡dos años y medio! Se recibió de bachiller nacional con exámenes libres a los quince años”, se entusiasma su hermano.
La poesía
Tilo trabajó de ascensorista en Tribunales y sus padres también dejaron Vidal. Rodolfo, uno de los mayores, contratista de obras, compró un terreno en San Martín y construyó un chalet adelante y una casa para ellos en el fondo, de madera “¡muy grande, pero no una casilla, una flor de casa”. Allí se instalaron Tilo, Laura, Margarita, Santiago y Federico. El resto, se había casado o trabajaba en otras provincias. Tilo hizo dos años de Medicina. Pasó a Filosofía y Letras. Y ahí empiezan los viajes. Como “no tenía un mango” los hermanos mayores financiaron un viaje a Bolivia, Chile y Perú. Federico está convencido que entonces tomó contacto con la poesía surrealista. Cuando volvió consiguió que los hermanos financiaran otro viaje a Francia. Más que nada a París.
Serpentina, su primera revista de experimentación salió en 1957. Tilo editó y dirigió mas tarde otras publicaciones parecidas. KA-BA, autopresentada como “órgano de difusión” de la Escuela del Espíritu Experimental, Pamela 1243 y Mediodía. Entre las firmas están Hugo Loyácono, Raúl Quevedo y Luis Massa. Entre 1957 y 1964, Wenner publicó diez libros y en 1975, ya en El Actual, escribió “Ejercicios para no llorar en vano”, del que sólo se conocen tres poemas porque no llegó a ser publicado (ver aparte). El coronel Antonio Francisco Molinari, subdirector de la Escuela de Ingenieros de Campo de Mayo, encontró los originales y los quemó en un baldío.
Tilo no tenía trabajo, “pero tampoco buscaba”, protesta su hermano. “Permanecía de bohemio hasta que ahí, en el café conoció a Eliana Naón”, empleada comercial, entusiasta de la literatura. Se casaron y vivieron en un caserón de Escobar con diez Naón entre suegra, cuñados y sobrinos. Tilo daba clases de castellano y literatura. “Pero era una casa muy pobre. Y la mujer, de muy buena manera, le dice: de algo tenés que vivir.” Puso un supermercado, pero como se despertaba a la una de la tarde al mercadito lo atendía la suegra y un cuñado. Se endeudó, pidió préstamos y se fundió. En 1964 Un viejo compañero, Rubén Vela, le dio algo de oxígeno al prestarle una vieja imprenta. Justo ese año, Escobar se desprendía del partido de Pilar. Eliana tuvo una idea: “En esta ciudad, Tilo, haría falta un diario”. Y así nació El Actual, de apenas ocho páginas, con salida los miércoles y un lema inolvidable de Facundo Quiroga: “Libre por principio y por propensión: mi estado natural es la libertad”.
“El periódico empezó a crecer”, recuerda Federico. “Hicimos una campaña de suscripción. 500 personas pagaban una suscripción anual. Y mandábamos el diario por correo franqueado. Todas las semanas repartíamos esos 500 ejemplares. La prédica siempre fue crítica pero hasta cierto punto: era 1966, estaba Onganía y realmente el periódico empezó a radicalizarse a comienzos de los años ’70 con la incorporación de las grandes juventudes del peronismo a la política”.
“Tilo tenía una formación absolutamente marxista y era un intelectual que había estado a favor del golpe a Perón del ’55, igual que Rodolfo Walsh”, dice su hermano. “Cuando conoció a la JUP empezó a ver las cosas otra manera. No te digo que se hizo peronista, pero cambió. En El Actual, Tilo publicaba todos los comunicados de la JUP. No les cobraba un peso, pero les decía: yo se los publico, pero como solicitada, el compromiso llegaba hasta ahí. Todos iban a la imprenta como a la Jabonería de Vieytes, por su formación, sus explicaciones eran como clases de enseñanza para los compañeros. Tenía un espíritu libertario, algo de anarquismo, del que no se vende para nada. Y Tilo no se vendió.”
El Actual comenzó a publicar reclamos de los trabajadores de la zona. Los delegados del comedor de la Ford, los que fueron secuestrados después del golpe, le llevaron una denuncia sobre el sector que estaba concesionado a dirigentes del Smata. Tilo la publicó y una patota de la burocracia sindical le cayó al local para apretarlo. La publicación hablaba de la explotación de los trabajadores rurales, la contaminación de los basurales, hasta el maltrato a los pollos de criadero.
Los culpables
Luis Abelardo Patti era policía operador de calle de la comisaría de Escobar. Estaba detrás de los muchachos militantes, noche y día. La imprenta se había mudado: a veinte metros de la comisaría. Ricardo Gabriel Giménez trabajaba como cobrador de las suscripciones de El Actual. Era petisito, de barbita, chueco. Militaba en la JP. Lo secuestraron el 7 de enero de 1976, frente a su familia. Pocos después apareció muerto, con las manos quemadas en un basural de Moreno. Tilo publicó la noticia. Néstor Iván Salas militaba en la JP de Escobar. Dos semanas antes del golpe, lo secuestró la misma patota que se llevó a Ricardo Giménez. El 23 de marzo, pasada la medianoche, un grupo operativo entró a la imprenta. Tilo saltó por un tapial y se escapó sin el brazo ortopédico.
A la mañana siguiente, “Guillermo Saller, un conocido que vivía en el campo, entra a la imprenta y me dice: necesito el brazo ortopédico de Tilo”. “A la tarde, fuimos con un compañero y Eliana al campo. Y Tilo dice: yo no hice nada. Creía que éste era un golpe más. Así que resolvió volver a su casa. El 24 a la tarde, lo trajo el compañero con el auto. Veníamos él, su mujer y yo. Y resolvieron entre los dos, en matrimonio, presentarse el 25 a la mañana en la comisaría de Escobar, entonces a cargo de Stigliano.”
“Tilo se presenta en la comisaría –sigue Federico–. Stigliano le dijo que no había orden de captura y podía volver a su casa tranquilamente. El 24 cayó miércoles, el día que salía El Actual, pero por los episodios salió al día siguiente. La edición del 25 marzo llevaba en la tapa el intento de secuestro al director del diario, es decir, a Tilo. El mismo 25, cuando volvió Tilo de la comisaría armamos la tapa y los distribuimos a los 500 suscriptores. El 26 a la tarde, cayó viernes, a las 16.30, viene el sargento ayudante de Stigliano vestido de civil con borceguíes, vaquero y camisa escocesa con dos cabos con uniforme de combate y fusiles FAL. Preguntan por Tilo Wenner. Dicen: me tiene que acompañar y se van los cuatro. Yo me paro en la puerta y veo que entran en la comisaría”.
El 2 de abril aparecen cuatro cuerpos quemados en la vera del río Luján a la altura de Escobar. Los enterraron como NN en el cementerio de Escobar.
La identificación
“Estaban tan quemados que los bomberos los enterraron como NN. Pasaron los años. Patti fue elegido intendente en 1994. Durante su segunda intendencia, llamó al cementerio. Ordenó que los NN pasaran al osario. Ahí trabajaba una señora, Patricia Achú, que declaró después en la causa. Ella llamó a unos peones y hace desenterrar los cuerpos, pero abajo de la primera camada de NN empiezan a aparecer otros cuatro NN más y eso le llama mucho la atención. Llamó al intendente. Le dijo que la orden tenía que ser cumplida. Llamó a Enrique Sdrech, que como vos sabes era un tipo que se interesaba por estas cosas. El llamo a un juez de Campana. Se presentaron, y el juez ordenó que todos los restos fueron trasladados a la morgue de Campana”.
En el 2006, el EAAF lanzó la campaña para recoger sangre de los parientes directos de los desaparecidos. Fueron Federico, Margarita y Augusto. En 2009 restituyeron la identidad. “Tilo era un kilo de huesos. Le habían hecho tragar una llave. En la garganta apareció una llavecita con un llaverito que era del escritorio de la imprenta donde guardábamos el dinero.” Sus hermanos pusieron los huesos en el cementerio de Chacarita. Federico, a puro chamuyo, consiguió hasta un lugar muy bacán: el panteón de los escribanos. Dice que sigue siendo surrealista toda esa última parte porque las familias de los escribanos se horrorizan cuando ven la placa que dice “asesinado por el Terrorismo de Estado”.
El semanario no salió más después del secuestro de Tilo. En 1977 quemaron su libro sin editar. Tilo tuvo dos hijas. Eliana Naón murió en 2001.
Alejandra Dandan
La noche de los dientes afilados
La noche que murió el General en la casa de los humildes
las lágrimas adornaron las imágenes mas tristes
Las nubes mas blancas del año pasaron lentamente
por el cielo mas azul de julio
La luna más clara proyectó las sombras más negras
en los umbrales
En cien años a la redonda nunca hizo tanto calor en invierno
Los brujos cortaron el último pétalo de la margarita y
creyeron en el final de la esperanza
Los policías homicidas apoyaron sus fusiles
en las órbitas de la náusea
Los personajes más pintados pintaron amorosamente
los bellos muñecos de sus grandes sueños
Los tocados por la suerte miraron el cielo en espera
de la señal: estaba vacío como sus cabezas
El consejo de los Represores llamó a la adivina
y le hizo tirar treinta y tres veces las barajas mágicas
El cielo creyó haber oído hablar a su perro
La noche que murió el General los enemigos del pueblo
lo sentaron sobre el caballo blanco del imperio
para que su sombra nos meta miedo y ningún algo jefe recuperó
la memoria de sus crímenes contra el pueblo
La noche que murió el General, mientras los humildes
se hundían en el lago tenebroso de la angustia los señores
de América afilaron sus dientes sin pudor
La noche que murió el General nadie se acordó de los
maravillosos jóvenes que murieron por una tierra sin víctimas,
todos esos Ches.
Del libro inédito Ejercicios para no llorar en vano.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario