viernes, 19 de junio de 2015

17 de junio de 1955: Detención, tortura y muerte de Juan Ingalinella.



En la tarde del 17 de junio de 1955 una comisión de cuatro policías de Leyes Especiales se presentó en la casa de la calle Saavedra 667 del barrio de Tablada de la Ciudad de Rosario y procedió a detener al médico y dirigente comunista rosarino Juan Ingalinella. El episodio fue una de las consecuencias del frustrado intento del 16 de junio de 1955 de las Fuerzas de la Marina de Guerra argentina para derrocar al presidente Juan Domingo Perón mediante un acto de violencia inédito: el bombardeo mediante tres aparatos Glen Martin y Catalina de la Casa de Gobierno, el Ministerio de Ejército y sobre la misma Plaza de Mayo, provocando numerosos muertos y heridos .Desde los sótanos del Ministerio de Guerra, a las 18.00 horas del mismo día 16 de junio, el presidente Perón habló por radio al pueblo elogiando al ejército y denostando a la Marina de Guerra y pidiendo “a todos los compañeros que estén tranquilos” y que festejen el triunfo obtenido. Asimismo llamó a la serenidad y a no hacer justicia por mano propia “y dejar que la ley castigue”. En el libro antes citado, Godio escribe: La misma temática fue retomada por el secretario adjunto de la CGT (Héctor) Di Pietro, que habló después de Perón. Invocando a Eva Perón y al presidente, centró su discurso también en pacificar los ánimos proletarios con el argumento de la fidelidad del Ejército al gobierno;”(p.40)…”Luego (Di Pietro) llamó a un paro general para el día 17. Pero no a un paro combativo, sino a un paro pasivo.” Decía Di Pietro: “…Ese paro, compañeros, debemos hacerlo recogidos en nuestras propias casas, venerando la memoria de quienes ofrendaron sus vidas para defender la doctrina de Perón” (Ibidem p.41) No obstante, en la noche de ese 16 de junio, grupos de choque peronistas saquearon e incendiaron las iglesias de Santo Domingo, San Francisco, San Miguel, La piedad, la capilla de San Roque y la Curia Eclesiástica en la Capital federal y las iglesias de Asunción, en Vicente López, y Jesús del Huerto, en Olivos. “Fue así el propio gobierno peronista quien recibió, con la quema de las iglesias por sus partidarios, el segundo golpe de la jornada. Perón (que por la mañana había expulsado del país a los curas Tato y Novoa) fue excomulgado ese mismo día y se produjo una ola de repudio mundial por la destrucción de objetos religiosos y artísticos, y la quema de 80.000 volúmenes en la Curia. Esta campaña fue hábilmente preparada y ejecutada por el Vaticano con el apoyo de las agencias noticiosas imperialistas. El Vaticano, la misma institución que había apoyado al fascismo. Comparaba ahora la quema de las iglesias con el incendio, por los nazis, del Reichstag en 1933, en Alemania.”
Señala el periodista Osvaldo Aguirre en su crónica “Persecución ideológica y violencia política en 1955. EL CRIMEN DE INGALINELLA” que “Ese 16 de junio en Rosario, más de veinte mil personas se movilizaron convocadas por la CGT hasta la céntrica Plaza San Martín, en defensa del gobierno nacional. La policía custodiaba la sede del Obispado y el local de la Acción católica se convirtió en blanco ‘de palabra y de hecho’ según las crónicas, del hostigamiento de los peronistas. Un grupo de militantes comunistas, mientras tanto había salido a repartir volantes que repudiaban la sangrienta asonada. Entre ellos estaba Ingalinella, quien además había redactado el texto. Los panfletos circularon en las inmediaciones del Frigorífico Swift, en la zona sur de la ciudad y no tardaron en llegar a manos de la policía local.” Continúa Aguirre: “El volante se titulaba “Unidad popular contra el golpe oligárquico imperialista”. Era una breve declaración cuyo sentido quedaba claro con esa consigna. Sin embargo, fue el pretexto para que la policía lanzara una redada en busca de sus autores, con el argumento de que contribuía al desorden público. La ciudad de Buenos Aires era escenario al mismo tiempo de una serie de razzias entre opositores políticos, que en pocas horas sumó ochocientos detenidos en la Penitenciaria Nacional. Lo particular del caso de Rosario consistió en que los procedimientos estuvieron dirigidos exclusivamente contra comunistas. Las secciones Orden Social y Político y Leyes Especiales (originalmente concebida para combatir el juego clandestino integraban un Comando de Seguridad Político-Social y se lanzaron a la cacería.”(p.6) Más de sesenta militantes comunistas detenidos en Rosario, entre los que figuraban los abogados Alberto Jaime y Guillermo Kehoe , quienes tramitaban recursos de Habeas corpus por los militantes detenidos y Teófilo Martín Gómez y Plácido Gómez señalados en un comunicado de prensa policial en el Diario La Capital (20/07/1955) como “repartidores de panfletos” en la zona sur de Rosario y “perturbadores comunistas” que habían intentado aprovechar la circunstancia” del intento golpista “para sembrar la confusión y atentar contra la población”., El “arma” utilizada para tal fin era el volante ya aludido, comenta el periodista Aguirre.
Juan Ingalinella, tenía al momento de su detención, 43 años. En la década de 1930 fue integrante de la agrupación estudiantil Insurrexit dirigida por Héctor P. Agosti y su militancia juvenil postergó en algunos años la iniciación de su carrera profesional como médico. En el artículo citado, Osvaldo Aguirre remarca que “Recién en 1947, por intervención de Victorio Codovilla, el líder de los comunistas argentinos, que le otorgó una especie de licencia, pudo concluir su carrera y abrir su consultorio en la casa paterna, el mismo domicilio en que sería detenido en 1955” El mismo día de su detención, su mujer Rosa Trumper se presentó en la jefatura de policía de rosario para llevar comida y una frazada a su esposo pero no le permitieron el ingreso. “En la madrugada del 18 de junio comenzaron los apremios contra Ingalinella. El contador Héctor Palma, otro de los detenidos, observó cuando era ingresado a los golpes y esposado en Leyes Especiales. Fue la última vez que se lo vio con vida. Sometido a la picana, tuvo un paro cardíaco y falleció en la mesa de torturas. Pero el hecho tardaría en conocerse”. Al día siguiente fueron liberados los detenidos pero no hubo noticias de Ingalinella. La policía alegó que se había marchado el día 18 y exhibió un comprobante fraguado de retiro de efectos. “La búsqueda del médico comenzó a impulsar una movilización popular que fue ampliándose con el transcurso del tiempo y la revelación de lo que había ocurrido. El movimiento estudiantil fue uno de los primeros sectores que participó de ese proceso. El reclamo por Ingalinella empalmó en este caso con demandas que se venían haciendo desde el año anterior contra la represión en la universidad y por autonomía y gobierno tripartito. La formación de la Comisión Universitaria pro doctor Ingalinella, nucleamiento de profesionales y estudiantes de distintas facultades rosarinas, que asumió un rol decisivo en esos días, demostraba el impacto que provocaba el suceso en ese ámbito. Fue la primera organización que trató de coordinar acciones en procura de acelerar la investigación” El episodio adquirió estado público y todo el arco opositor, a derecha e izquierda, manifestó su solidaridad con el dirigente comunista desaparecido. El cardenal Caggiano y el Premio Nóbel Bernardo Houssay, pidieron por su vida.. Claro que lo amplio y masivo y justo del reclamo de numerosas personalidades y organizaciones, de alguna manera se enlazaba con el movimiento golpista que culminaría en setiembre de 1955 con el derrocamiento del gobierno peronista
El operativo de interrogatorio policial estuvo a cargo del Comisario Francisco Lozón con la colaboración, del subcomisario Fortunato Desimone, quienes junto a otros acusados intentaron encubrir el crimen. De algún modo la presión popular y de los familiares se unió a la diligencia del Ministro de Gobierno provincial Dr. Rafael Tabanera que designa una Comisión investigadora que logra determinar contradicciones que culminan con la detención y posterior exoneración de los culpables de la muerte de Juan Ingalinella y sus encubridores. Los acusados intentaron acogerse al Fuero Policial, lo que generó un conflicto de competencia entre ese fuero y la justicia provincial. En un artículo publicado en la Revista Todo es Historia en 1989, Julio Raffo comenta que “A raíz de ello, el Dr. Tabanera fue entrevistado por los dirigentes comunistas en el orden nacional, Dra. Alcira de la Peña, Dr. (sic) Rodolfo Ghioldi y Dr. Gregorio Aráoz Alfaro, acompañados por el presidente del Partido (Comunista) de Santa Fe, Dr. (Florindo) Moretti. Los mismos le expresaron su reconocimiento por el celo y la eficacia con que las autoridades de la Intervención (Provincial) habían investigado y esclarecido los hechos, pero que temían que el crimen quedara impune si intervenía el Consejo de Justicia policial, el cual por espíritu de cuerpo, se inclinaría a proteger a los acusados” “La Suprema corte de la Provincia de Santa Fe rechazó la competencia del Fuero Policial el 4 de agosto de 1955. Y lo hizo con el fundamento de que la inmediata decisión de la Intervención Federal de exonerar a los imputados los había privado de su condición de policías, debiendo conocer del hecho el Juez de instrucción Dr. Carlos Rovere”
En agosto de 1955 el Juez Rovere aceleró la marcha de la pesquisa y se pudo determinar que el cadáver permaneció enterrado en una fosa de la localidad rural de Ibarlucea donde se encontró un trozo de tela del sobretodo del asesinado. El cadáver fue arrojado al Río Paraná y fueron infructuosos los esfuerzos por encontrarlo... Finaliza el trabajo de investigación citado de Osvaldo Aguirre: “El expediente quedó en manos finalmente del juez correccional Juan Antonio Vitullo, quien el 30 de mayo de 1961 condenó a Lozón, Monzón, Tixe, Desimone, Lleonart y Barrera a prisión perpetua; a Rey y Godoy, a seis años de prisión, a Espíndola y Serrano a dos años de prisión, a Bermúdez y Gazcón a multa e inhabilitación especial por un año. La defensa argumentó que no existía cuerpo del delito, ya que no se había hallado el cadáver de Ingalinella. Pero el cuerpo del delito era también el conjunto pruebas reunidas en la investigación.” “Tras la apelación de los condenados, el 19 de diciembre de 1963, el caso volvió a ser debatidos en la Sala II de la Cámara Criminal de Rosario, integrada por Luis P. Laporte, Jorge A. Tellería y Carlos E. Carre. En opinión de estos jueces el asesinato de Ingalinella debía ser encuadrado como homicidio simple (no calificado), ya que los policías no se habían propuesto matar a la víctima sino “hacerle decir dónde estaba el mimeógrafo en que imprimían volantes”. En apoyo de esta interpretación sostuvieron:”no podemos suponer (que la picana eléctrica) fuera normalmente peligrosa desde que ninguna de las otras víctimas sufrió consecuencias graves. Mas bien debe pensarse en una condición anormal predisponente del doctor Ingalinella para explicar la diferencia de resultado”. Algo que se parecía a responsabilizar a la víctima de lo sucedido. “No debe olvidarse –agregaron- el sistema dentro del cual se movían los procesados, en que prácticamente podían creerse autorizados a proceder de tal manera y aún suponer que se esperaba de ellos tal conducta”” En definitiva, los camaristas rebajaron las penas a 20 años en el caso de Lozón, y a 15 años para los otros policías que habían recibido prisión perpetua y confirmaron las restantes.
“En la época en que ocurrió el caso Ingalinella, el concepto jurídico de desaparición forzada de personas no existía, como tampoco la figura del desaparecido, que se instaló en los años 70 a partir del terrorismo de Estado. Contemplado desde el presente, el drama del médico rosarino anticipa una práctica sistematizada por la última dictadura militar. Situado en su época, asume otros significados. ‘No hemos instaurado jamás el terror; no hemos necesitado matar a nadie’ dijo Perón en un discurso pronunciado el 16 de julio de 1955. Juan Ingalinella desmintió del modo más dramático esas palabras”
Raúl González Tuñon en su libro Demanda contra el olvido incluye dos poemas en recuerdo y homenaje a Juan Ingalinella. Uno de ellos es: Cantata para nuestros muertos (Víctimas de las policías “bravas”, la Sección Especial, los “aliancistas” y otros mercenarios, a veces aleccionados por los agentes nazis y del F.B.I.)

Yo era Ingalinella, fui médico en rosario.
Amé la paz, amé el amor, la vida.
Era querido en las barriadas pobres;
Achicaron mi nombre; para ellos era Inga.
Donde allá, los ex hombres,
Escondieron mi carne desgarrada,
Mi corazón, la llama no extinguida
De una alta fe y de un alto coraje
Y ahora que estoy dentro del tiempo
Indefinido, como dentro
De una estrella de luz –aún no revelada-
Sé que allí donde viven y luchan mis hermanos
El futuro vigila, construyendo
El total esplendor de la mañana

INGALINELLA

Silencio en tu sepulcro deposito
Villamediana

¿Qué han hecho de tu sangre, amigo mío?/¿En qué rincón de tierra, en qué pedazo
De la patria tus restos escondieron?/ Y mientras el proceso se dilata
Y rutina y balduques se amontonan/ ¿por el río caudal, cuenca del Plata,
Navega un suave espectro a la ventura?
¿Ingalinella vaga por el río/o se destruye en un solar de sombra?

Silencio en tu sepulcro deposito;/ alta luz, honda pena, grave llanto.
Un silencio que grite como un grito/y un silencio que cante como un canto.
Tu nombre vivirá, pronunciaremos/tu nombre en la jornada victoriosa
Cuando se cumpla el rumbo de la Rosa/ y sea el pueblo quien gobierne al pueblo.

Silencio en tu sepulcro deposito,/ en la extraña prisión que te desvela.
Donde los arrecifes del recuerdo/registrarán tu paso, Ingalinella
¿Del padre Paraná las ondas tristes/ van siguiendo el dibujo de tu estela?
Tu hija verá el alba que no viste, el alba que soñaste, Ingalinella.

Silencio en tu sepulcro deposito./ ¡Qué claridad mostraba tu sonrisa!
Plural reflejo de la vida y el trigo,/ paz tierra y libertad fue tu divisa.
Tu estirpe vencerá. De limo y lodos/ fondos de tierra y agua limpiaremos
Y en las plazas mayores quemaremos/ las picanas eléctricas y el odio

Silencio en tu sepulcro; azul desmayo,/ muerte de muerte, sin vitral, sin caja…
Caerán tus verdugos, por el rayo.
La luna rosarina te amortaja/ y bajo tu cabeza…el sol de Mayo.

Alberto Fortunato

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