domingo, 28 de junio de 2015
Razones personales
Al ordenar el pase a retiro de Milani por razones personales, CFK cerró una de las carreras militares más audaces de las últimas décadas. Acusado por la desaparición de un conscripto en Tucumán y por secuestros en La Rioja, la causa por enriquecimiento ilícito pone en evidencia su estrecha relación con otros represores, entre ellos uno de los condenados por el asesinato del obispo Angelelli. Su asistente personal participó en el alzamiento de Seineldín e indujo al MTP a atacar La Tablada.
La causa por presunto enriquecimiento ilícito arroja luz sobre algunas relaciones del general César Gerardo del Corazón de Jesús Milani que ratifican las sospechas sobre su actuación durante la dictadura militar. Luego de notificarse de la decisión presidencial, el Ejército emitió un comunicado en el que se afirma que su ex jefe se retira por razones personales. La razón personal de Milani fue que el Poder Ejecutivo perdió la confianza en él. Nunca debería haberla tenido. En el expediente que instruye el juez federal Daniel Rafecas, Milani está obligado a justificar con qué recursos compró en 2010 la imponente casa de O’Higgins 3636, en el barrio La Horqueta de San Isidro. Según su declaración jurada pagó un millón y medio de pesos por esa finca de 1150 metros cuadrados, que era menos de la mitad de su valor de mercado en aquel momento. En su descargo, Milani mencionó la venta de un departamento en el barrio porteño de Belgrano. El propietario anterior a quien Milani le compró esa vivienda es un conocido represor, condenado dos veces a prisión perpetua; su propietario actual, a quien presuntamente se la vendió, está aún bajo proceso y con prohibición de salir del país.
Mala Estrella
Milani adquirió el departamento 7 en el piso 6 de Moldes 2372 en junio de 1996. El boleto de compraventa fue firmado por su entonces propietario, Luis Fernando Estrella, y escriturado el 31 de julio de ese año, por 108.000 dólares, de los cuales Milani obtuvo 75.000 con un préstamo del Banco Hipotecario Nacional. En su declaración jurada, Milani dijo que se lo había vendido en 2010 a Eduardo Enrique Barreiro. Un peritaje de la Prefectura Naval detectó una incongruencia: compró la nueva casa en La Horqueta antes de vender el departamento. Milani dijo entonces que Barreiro le había prestado 200.000 dólares, antes de la transacción. Al margen de esta curiosa circunstancia, son llamativas las biografías del vendedor y el comprador del departamento en el que Milani vivió con su esposa y en el que luego continuaron sus hijas María Julieta del Milagro y María Agustina del Rosario, nombres muy congruentes con los suyos.
Luis Fernando Estrella es un comodoro de la Fuerza Aérea que en 1975 exigió armas en mano el derrocamiento del gobierno de Isabel Martínez de Perón y luego tuvo activa participación en los grupos de tareas de la dictadura militar. Militante de la Falange de Fe, organización del nacionalismo católico más extremo, en la Navidad de 1975 fue jefe de Estado Mayor del alzamiento del brigadier Jesús Capellini. Ambos sublevaron la base de Morón, detuvieron al comandante general, Héctor Fautario, y emitieron desde su Alcázar una proclama y varios comunicados de la denominada Fuerza Aérea en Operaciones. También se les sumaron dos retirados, discípulos del filósofo integrista Jordán Bruno Genta: el comodoro Agustín de la Vega, quien en 1955 participó en el bombardeo a la Plaza de Mayo, y el brigadier Cayo Antonio Alsina, quien intentó varios golpes entre 1955 y 1975. Igual que en 1955, pintaron en las alas de los aviones “Cristo Vence” y colgaron rosarios sobre el cuello de sus uniformes. Durante cuatro días realizaron vuelos rasantes sobre la Casa de Gobierno y la residencia presidencial de Olivos, que arruinaron los nervios de Isabel, sin que las otras Fuerzas Armadas hicieran nada para impedirlo. Los rebeldes usaron la misma frase del provicario castrense Victorio Bonamín sobre la humillación de velar las armas para el festín de los corruptos, invocaron a la Inmaculada Concepción y dijeron “con el Apóstol: he combatido el buen combate, he concluido mi carrera, he conservado la fe”. En realidad también conservaron la carrera. Capellini y Estrella pidieron que el comandante en jefe del Ejército asumiera el gobierno en nombre de las Fuerzas Armadas. El intermediario que los persuadió de que aguardaran unos meses sin tanta impaciencia fue el vicario castrense Adolfo Tortolo. También visitaron a Capellini en la base sublevada el ex dictador Juan Onganía, que había sido su compañero en los cursillos de cristiandad, los obispos Antonio Plaza y Manuel Menéndez y el general Rodolfo Clodomiro Mugica. Allí se acordó que asumiría la comandancia de la Aeronáutica el brigadier general Ramón Agosti quien, junto con los jefes del Ejército y la Armada, removerían a la presidente a breve plazo y en forma más ordenada. Sólo pasaron tres meses.
Recuerdos de provincia
Después del golpe del 24 de marzo de 1976, Estrella fue designado segundo jefe de la base de la Fuerza Aérea en Chamical, mientras Milani revistaba en el Batallón de Ingenieros en Construcciones 141 del Ejército, con asiento en la ciudad de La Rioja. Esas dos unidades fueron el eje de la represión en la provincia.
Estrella volvió a la notoriedad en enero de 1988, durante el alzamiento del teniente coronel Aldo Rico en Monte Caseros, cuando con otros camaradas trató de sublevar la Brigada Aérea de Morón y condujo la toma del Aeropuerto Newbery de la Capital, para impedir que el jefe de Estado Mayor, Brigadier Ernesto Crespo, pudiera cumplir las órdenes de reprimir a Rico. Cuando las fuerzas que se mantuvieron leales al gobierno legítimo del presidente Raúl Alfonsín impidieron la toma de la Brigada, Estrella se escapó en bicicleta, luego de prometer bajo palabra de honor que sólo iba al baño. Uno de los oficiales y agentes de Inteligencia que ocuparon el Aeropuerto de la Capital, el vicecomodoro Angel Camilo Lavella, comunicó al jefe de la Agrupación de Gendarmería que le intimó rendición, que respondía a órdenes impartidas por el nuevo Jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea, comodoro Estrella, y que Seineldín era el nuevo jefe de Estado Mayor del Ejército. No hay indicios de que esto haya sido otra cosa que un ardid para sumar voluntades al golpe, que fracasó. En el allanamiento al domicilio de uno de los detenidos en el Aeropuerto, el ex cabo de la Policía Federal Juan José Arvisa (a) Chocolate, se secuestraron panfletos que instaban a un nuevo golpe militar ilustrados con una foto de Estrella, abrazado con el ex jefe de la policía de Buenos Aires, Ramón Camps. Estrella fue condenado a 12 años de prisión por la justicia militar, fallo que fue confirmado por la Cámara Federal de la Capital. Durante el juicio en la Cámara Federal, Estrella gritó: “Estoy dispuesto a morir degradado y en reclusión. La Patria lo merece, y mucho más”. También suplicó a la Virgen de Loreto que aceptara el título de brigadiera y dijo que su indisciplina había salvado a la Patria de la guerra civil. Cuando le leyeron la acusación por atentar contra el orden constitucional, uno de los subordinados de Estrella, el vicecomodoro Juan Carlos Puy, sostuvo que el único orden es el querido por Dios. Que el Justo Juez los ilumine, se despidió de los magistrados. Al formular su alegato, el vicecomodoro Lavella dijo que la autoridad la ejerce quien tiene derecho a mandar y no es elegida por ninguna mayoría popular. Agregó que las constituciones son mutables, en cambio la Nación es permanente. Las Fuerzas Armadas son aún previas, porque antes de cada Patria se empinó un guerrero. Como constituyen la Nación en armas, es subversivo llamarlas hijas de la Constitución (como hizo Alfonsín). Somos soldados de la Patria, no militares de la partidocracia, agregó. “Qué bien estuvo. Daba ganas de sacar una bandera y ponerse a gritar Viva la Patria”, suspiró en el pasillo uno de los hijos de Estrella. En octubre de 1989, por el decreto 1004, el presidente Carlos Menem indultó a Estrella y los demás condenados con él. Pero en 2006, volvió a ser procesado por la privación ilegítima de la libertad y tormentos seguidos de muerte de los sacerdotes Juan de Dios Murias y Gabriel Longeville, en La Rioja. En 2011 el juez Daniel Herrera Piedrabuena volvió a procesarlo por el asesinato del obispo de La Rioja, Enrique Angelelli. Los respectivos juicios orales se realizaron en 2013 y en 2014 y en ambos Estrella fue condenado a prisión perpetua. También fue acusado como organizador de una asociación ilícita para encubrir lo ocurrido. Estrella escuchó la última sentencia con un rosario en la mano. Todos esos crímenes fueron cometidos en 1976, cuando Estrella y Milani coincidieron en La Rioja.
Curioso escribano
Las informaciones publicadas sobre la presunta venta del departamento de Milani a Eduardo Enrique Barreiro lo mencionan como escribano o agente inmobiliario. Al margen de cuál sea su actividad actual, lo más relevante es el carácter militar de Barreiro, quien en 1982 fue hecho prisionero por los ingleses en la Bahía Ajax de las islas Malvinas. Oficial del arma de comunicaciones, Barreiro tiene la misma edad que Milani, aunque egresó como subteniente en la promoción siguiente a la del ex jefe de Estado Mayor. Pasó a retiro con el grado de capitán en 1992. El 6 de septiembre de 1977 participó en un operativo de “control e identificación de población” en La Plata. Según la información del Ejército, cuando el personal de la Tercera Sección de la Compañía B del Batallón de Comunicaciones 601 de City Bell trató de ingresar en una casa de la calle 148, entre 27 y 28, del barrio Unión Villa España de Berazategui, los habitantes se resistieron y dos de ellos fueron abatidos. También murió un conscripto. En la casa había tres chicos. Al revisar documentación de la época, el ministerio de Defensa encontró en 2011 las actuaciones administrativas que se labraron para determinar si el conscripto había muerto en acto de servicio y las de un Consejo de Guerra para averiguar qué había pasado con los chicos. A partir de esos documentos, remitidos a la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad, el fiscal general de La Plata Marcelo Molina inició una investigación preliminar para establecer la identidad de la pareja muerta, el destino que habían corrido los niños y si los hechos eran imprescriptibles. En junio de 2011 y en noviembre de 2013, los fiscales Molina y Gerardo Fernández imputaron por homicidio a Barreiro y a otros militares que intervinieron. En octubre del año pasado el juez civil y contencioso administrativo Alberto Osvaldo Recondo, subrogante en el Juzgado Federal N3 de La Plata, ordenó la captura de ocho de ellos. Siete fueron detenidos pero uno se fugó: el amigo Barreiro, quien fue declarado en rebeldía. Todos fueron acusados por dos homicidios, la privación ilegal de la libertad y los tormentos a la mayor de las niñas y la sustracción, retención y ocultamiento de dos chicos de menos de diez años. Los niños eran hijos de María Nicasia Rodríguez, quien los encerró en el baño cuando comenzaron los golpes en la puerta. Después de matar a la mujer y a un hombre que estaba con ellos en la casa, los asaltantes sacaron a los chicos “desnudos, con ropa de cama, descalzos y esposados”, según el requerimiento de instrucción de los fiscales. Los más chiquitos fueron llevados la Brigada de Mujeres de Berazategui y al cabo de una semana un juez de menores los reintegró a su familia, cosa que no consta en el expediente castrense. La chica más grande, que tenía doce años, fue secuestrada y durante tres meses interrogada y torturada en el Regimiento de La Tablada y los centros clandestinos de detención El Vesubio y Sheraton, para que individualizara a personas por la calle. En esos lugares vio a varias personas de cuya suerte nada más se supo hasta hoy. Los restos de la madre fueron identificados en 2007 por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que los halló en una tumba NN del Cementerio de La Plata. La fiscalía y el EAAF también lograron identificar al hombre muerto en aquella ocasión y al que los chicos sólo conocían como Silver: era Arturo Alejandrino Jaimez. Barreiro se entregó en noviembre de 2014 y el juez Recondo le dictó la falta de mérito, es decir el estado procesal en el que no hay pruebas suficientes para procesar pero es prematuro el sobreseimiento, a la espera de nuevos avances en la investigación. La decisión fue apelada por la fiscalía.
Cara de piedra
Otra relación particular es la de Milani con el coronel Marcelo Oscar Granitto, quien era su asistente personal. El año pasado lo incluyó en la lista de ascensos a general de brigada. Ante una consulta del ministerio de Defensa acerca de las propuestas, el CELS opinó que debía negársele ese ascenso, dados los graves antecedentes que afectaban su idoneidad para esa jerarquía. La comunicación enviada en diciembre de 2014 recuerda que en diciembre de 1988 Granitto se unió al alzamiento del coronel Seineldín en Villa Martelli, para lo cual abandonó durante cuatro días sin previo aviso su destino en Comodoro Rivadavia. A raíz de ello se le impuso una sanción de 30 días de arresto, que luego se redujo a 20. En su descargo, dijo que seguía órdenes de Seineldín, cuyo alzamiento había reivindicado al Ejército. Al mes siguiente, le contó a su primo hermano Martín Gabriel Botana, egresado de la promoción 33 del Liceo Militar San Martín, que Seineldín, el candidato presidencial Carlos Menem y el dirigente sindical Lorenzo Miguel planeaban sustituir al presidente Alfonsín por el vice, Víctor Martínez, o por un gobierno provisional, sin suspender las elecciones presidenciales ya convocadas para mediados de año. Le explicó que no aceptaban más críticas por lo que llamó lucha antisubversiva y que exigían hipótesis de conflicto definidas, “sin descartar el combate con la guerrilla marxista” y eventuales enfrentamientos con Brasil y Chile. Según Granitto, había que eliminar la infiltración a toda costa. Mencionó como ejemplo a los periodistas Carlos Campolongo y Mónica Gutiérrez, a los dirigentes de la Coordinadora radical, el peronismo renovador y los marxistas, confesos o no, y dijo que iban a ser eliminados todos los que fueran necesarios. Agregó que mantendrían la Cámara de Senadores pero disolverían la de Diputados y los gremios no adeptos y que harían un cuadro con un representante de cada organización intermedia para controlar al gobierno: un representante de cada profesión, oficio o grupo trabajador, hasta el triunfo de Menem. Botana estaba en contacto con el abogado Jorge Baños, integrante del grupo político MTP, quien lo hizo público en una conferencia de prensa. Pese a la desmentida de Menem y Miguel, la denuncia fue ratificada ante la justicia. Una semana más tarde Baños murió en el Regimiento de La Tablada durante su fallido copamiento, que se hizo simulando un nuevo alzamiento carapintada y convocando a la población a movilizarse en apoyo a la democracia. Ante el informe del CELS, el Poder Ejecutivo quitó el pliego de Granitto de la lista de ascensos presentada por Milani. No obstante, el Jefe de Estado Mayor mantuvo a su amigo en actividad, con el grado de coronel mayor. Esta jerarquía cayó en desuso en el siglo XIX, hasta que en 1992 fue recreada por el jefe de Estado Mayor Martín Balza, como una distinción honorífica para aquellos oficiales que a pesar de sus merecimientos no ascendían por falta de vacantes. Según la información oficial del Ejército, “dura solamente el año en que el que la ostenta, es nuevamente considerado y al abrirse nuevas vacantes, pasa a ostentar el grado de general de brigada... o sin seguir existiendo vacantes, pasa a retiro”. Haya engañado a su primo para inducir el acto desesperado del MTP o haya sido parte de un verdadero complot como el descripto, no fue la falta de vacantes sino estos negativos antecedentes la razón por la que el Poder Ejecutivo decidió no ascender a Granitto. Al contrario, con un generalato de 60 miembros, diez por ciento más grande que durante la dictadura, vacantes son lo que sobra en ese nivel.
Horacio Verbitsky
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