Lo que dicen ambas elecciones de la realidad de los partidos políticos en el país. Una mala noche para los polarizadores y dudas sobre el futuro del PRO. Zannini, el moño de la resignación. La economía política de una semicolonia y su particular desarrollo desigual y combinado.
Cerca de veinte puntos separaron a Alberto Weretilneck del sciolikirchnerista Miguel Ángel Pichetto en las elecciones de Río Negro. Hace más de treinta años que no había registro de una diferencia de tal magnitud. Los conocedores de la política de la provincia tendrán elementos para explicar el fiasco del histórico jefe del bloque de senadores kirchneristas y el triunfo del ex-vice del fallecido Carlos Soria. Algunos análisis que buscan causas estructurales perciben un intento de “neuquinización” de Río Negro. Feudos provinciales que rapiñan y usufructúan políticamente los recursos petroleros, y que el proyecto “nacional” no cambió ni de cerca. Una tendencia a la autonomía provincial frente al poder central, aunque el caso de Río Negro no tenga la magnitud del neuquino y además posea su propia dinámica política, con el hundimiento del radicalismo que gobernó por décadas hasta 2011 y la repentina muerte del exgobernador. Además, la coyuntura electoral estuvo cruzada por un fuerte conflicto con los productores frutihortícolas cuyas demandas recaían sobre el Gobierno nacional.
El desarrollo desigual y combinado de la economía del país, reflejado directamente en la realidad de los partidos políticos tradicionales.
La cuestión es que el candidato del kirchnerismo, uno de los sciolistas de la primera hora, sufrió un fracaso estrepitoso en su provincia.
En Santa Fe, el candidato del PRO, Miguel Del Sel, estaba levemente debajo del socialista, Miguel Lifschitz, en una elección que se definirá en el escrutinio definitivo que, para variar, está plagado de irregularidades y denuncias de fraude.
El primer desafío importante de Mauricio Macri fuera de la Ciudad de Buenos Aires tiene un final incierto, y el rostro del inefable Del Sel el domingo hablaba por sí mismo de la mala noche del PRO, en lo que llegaron a considerar uno de sus posibles bastiones hacia la carrera presidencial. Es muy difícil que el escrutinio definitivo dé vuelta la elección y más aún cuando quien figura como ganador es la fuerza que detenta el poder del Estado provincial.
La escena santafesina del PRO era la del clásico casorio amarillo, pero arruinado por el relato salvaje de un escrutinio peleado y dudoso que se emparentaba con la ausencia a última hora y sin aviso de alguno de los pretendientes.
Polarizadores
El kirchnerismo festejó el crecimiento de Omar Perotti, un peronista moderado que progresó sobre la base de la masa de votos que perdió el socialismo en los últimos años y algunos de los que se le fueron al candidato massista, entre las PASO y las generales.
El próximo 5 de julio serán las citas en la Ciudad de Buenos Aires y Córdoba. En la Reina del Plata hay una fuerte apuesta para que Martín Lousteau alcance a entrar al balotaje y le provoque otro dolor de cabeza a Macri. En la Docta, el cordobesismo delasotista, de la mano de Juan Schiaretti, se impondría sobre la alianza motorizada por el PRO y los radicales.
Antes habrá otra prueba en Mendoza, donde pese a que se impuso una “pax” en el peronismo con el aval de Cristina, no parece que su candidato, el sciolista Adolfo Bermejo pueda imponerse a la coalición local que encabeza el radicalismo mendocino.
Estos resultados pondrían en cuestión las posibilidades nacionales de Macri y, en el mismo acto –depreciado Sergio Massa–, los polarizadores quedan ante la soledad de sus propios inconvenientes. La polarización del adversario a medida que fue buscada tanto por el Gobierno nacional como el macrismo, tiene que superar sus obstáculos.
El beneficiario de todo esto sería Daniel Scioli, pese a que un aliado suyo perdió (y mal) en Río Negro. El cuco de Macri (y el susto de Massa) llevó a la resignación del kirchnerismo ante el líder de la línea naranja. Hasta La Cámpora salió a atacar a Eduardo Jozami, uno de los referentes de Carta Abierta, por especular en contra de Scioli. La batalla cultural ahora es entre sciolistas explícitos y sciolistas cómplices. La propuesta de Carlos "el Chino" Zannini como vice de Scioli corona la "larga marcha" de la resignación kirchnerista.
El peronismo moderado habrá crecido y se habrá hecho fuerte en algunas provincias e impondrá un hombre de sus entrañas para el poder central.
El establishment deberá barajar el pase de su plan de máxima que apuntaba a la reconstrucción de un régimen de coaliciones, con un peronismo sciolista en el poder y una derecha fuerte en la oposición, a su plan B de un peronismo moderado como “partido dominante”.
Partidos y Estado
La feudalización del conjunto del régimen político, con partidos provinciales que viven más de los recursos del Estado, se impondrá como una realidad que implica el límite de la buscada “normalización” del sistema político, luego de la debacle de 2001. Si hasta los socialistas del palacio y de la soja sobreviven gracias a la magia del Dios-Estado.
La caracterización del peronismo como una “federación de caudillos provinciales”, puede hacerse extensiva al conjunto de los partidos tradicionales a nivel nacional. A todos los proyectos alternativos les cuesta romper las barreras del “municipalismo” y transformarse en fuerzas nacionales. La excepción es el peronismo, sobre la base de la gestión del Estado nacional.
Pero como dijimos, la vuelta de los partidos se parece mucho al recauchutaje de los aparatos que sobreviven parasitando los recursos del Estado, en un sistema político feudalizado. La diferencia del peronismo radica en que hizo de la feudalización, sistema.
Pero lejos, muy lejos de la impronta que el kirchnerismo pretende adjudicarle al “proyecto nacional” y a la gravitación de su jefa. Allí donde quiso imponer un candidato que no gestionaba el Estado provincial, y que ni siquiera era de los “puros”, perdió frente a un representante del “Frente Grande”. Carlos "Chacho" Álvarez se debe haber tomado un nostálgico café en el Varela Varelita, en la porteña y otoñal mañana del lunes.
La elección del Frente de Izquierda en Santa Fe tomada de conjunto, tanto en el tramo de gobernador como en las buenas votaciones legislativas, confirma la consolidación de la izquierda clasista como polo político de importancia y desarrollo nacional, como una expresión de la relación de fuerzas luego de una experiencia de desvío de un limitado intento reformista. Esto se produce en el marco del crecimiento de otras expresiones de izquierda más moderadas, como producto de la crisis del socialismo sojero.
La volatilidad del voto y de la jibarización de los partidos políticos tradicionales evidencia una debilidad estratégica. El peronismo como aparato de poder, alimentado esencialmente por los recursos del Estado y la dirigencia sindical burocrática, combinado con aparatos locales, son las desgastadas “trincheras” con la que cuenta la clase dominante para intentar procesar el ajuste que tienen en agenda y superar las contradicciones del agotamiento del llamado modelo. Una restauración donde lo nuevo nunca se terminó de enunciar y lo viejo está terminando de revivir.
Fernando Rosso
La Izquierda Diario
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