Economía poskirchnerista
El anuncio de que el vice de Daniel Scioli será Carlos Zannini fue recibido por los “mercados” con fuertes bajas, termómetro del estado de ánimo del empresariado. Se asienta la perspectiva de una plena continuidad con el “modelo”. ¿Es esto realmente lo que nos espera?
Fue una respuesta inmediata. Al día siguiente de conocerse la sorpresiva noticia de que el vice de Daniel Scioli –a esta altura el más probable ganador de la contienda electoral para la presidencia– será Carlos Zannini, las acciones de las empresas argentinas que cotizan en Nueva York se desplomaron nada menos que 7,3 %. En la interpretación de varios analistas, esto expresa que la noticia fue recibida como un baldazo de agua fría por el mundo empresarial. Zannini como vice significaría Cristina Fernández custodiando que no se abandonen los lineamientos del “proyecto” en el futuro mandato. Y eso se traduce, entre otras cosas –siempre según esta interpretación- en la continuidad de una serie de políticas contrarias a lo que viene demandando el empresariado. ¿Será esto tan así?
Es evidente que en la dialéctica “continuidad con cambios” que propone a futuro el gobernador bonaerense, con el binomio Scioli-Zannini se refuerza la idea de continuidad. Al menos, como gesto hacia la interna y por lo que dure la campaña.
Pero sería apresurado concluir que esto significa que se archivará las medidas que esperan los empresarios, es decir el ajuste, gradual o en shock. Por empezar, recordemos que el mayor ajuste durante el período kirchnerista no ocurrió durante los tiempos del liberal ex ucedeísta Amado Boudou al frente de economía, sino en tiempos en ya estaba como jefe de Hacienda el actual ministro, el “soviético” (La Nación dixit) Axel Kicillof, que algunos siguen –malintencionadamente- tratando como marxista. Como hemos planteado en estas páginas, este economista, que gusta reivindicar -contra la ortodoxia económica- una heterodoxia que apuntaría a acompañar el crecimiento económico con la redistribución del ingreso, descubrió sin embargo el inesperado encanto de la ortodoxia económica.
La estabilidad de hoy prepara el ajuste de mañana
Más allá de estas eventualidades, hay motivos más profundos por los cuáles podemos desestimar que las consecuencias económicas del Dr. Zannini sean de gran envergadura. Ante todo, porque desde el año pasado el equipo económico se concentró en lograr una estabilidad de la economía con medidas que generan resultados durante un plazo limitado, y tienen altos costos –que llegan también en plazos cortos. En particular, el “veranito” financiero con el que se logró planchar el dólar tiene como correlato una pesada factura a cobrarse en 2016. Tenemos, en primer lugar, la suma de vencimientos de las nuevas emisiones del Bonar, el repago del swap con China, los pasivos acumulados de importadores y por remesas de divisas frenadas, y los reembolsos por los sobrecargos del dólar ahorro y de los viajes y compras en exterior. Sumarán, según diversos cálculos, nada menos que 25 mil millones de dólares, una parte de los cuales sólo pueden saldarse en moneda verde (o alguna otra moneda que cuente con la aceptación internacional que no posee el peso argentino). Si se mantiene el actual ritmo de compras de dólar ahorro, turista y de compras en el exterior, cálculos privados prevén que el gobierno deberá devolver en 2016 al menos 11 mil millones de pesos. Esto sería por la recaudación anticipada de Ganancias del 20% para el ahorro y 35% para viajes, y compras online.
Sólo el dólar ahorro alcanzó un ritmo de compras de 500 millones de dólares mensuales. A eso se suman los vencimientos de intereses de la nueva deuda en moneda extranjera. El pago de intereses de la emisión del Bonar 2024, de 1.415 millones de dólares, implican para 2016 el pago de intereses por 123,8 millones de dólares. Pero como es probable que se amplíen las emisiones, el costo total podría rondar los 800 millones de dólares el año próximo. Pero los capítulos más fuertes vienen por los pasivos acumulados por los importadores, que no pudieron hacerse de los dólares para saldar sus compras. Y por la remesa de utilidades de las empresas multinacionales, que el gobierno bloqueó pero dejando inalterado el marco legal que convierte este saqueo en un “derecho” de las empresas. Por el lado de las compras al exterior, persiste una deuda que desde el sector importador estiman hoy no menor a 4.200 millones de dólares. Los cupos que se aseguraron sectores como el automotor, las siderúrgicas y químicas, la producción de electrónicos de Tierra del Fuego, o grandes empresas de consumo masivo, habrían permitido apenas reducir estos pasivos en un 10 %. Por el lado de los giros de dividendos frenados, alcanzarían los 15 mil millones de dólares, que las empresas aspiran a liberar en la próxima administración, al menos en parte. A esto se suman otros pasivos fuertes. Basta señalar que sólo por el pago de los intereses generados por la magnitud a la que ascendió la deuda del BCRA, principalmente en Letras que absorben los pesos y alimentan las tasas que pagan los bancos a los ahorristas, el próximo gobierno debe hacer frente a un costo anual de aproximadamente 70.000 millones de pesos.
Medidas en Agenda
En estas condiciones, y con comercio exterior en deterioro, asegurarse dólares y reafirmar la estabilidad en el terreno cambiario aventando cualquier riesgo de corridas serán prioritarios para el sucesor de Cristina Fernández. Lo mismo que reequilibrar el gasto público, que empujará este año un déficit de 7 % del PBI.
En estas condiciones, el combo económico que podemos esperar de un gobierno de Scioli, integrará con o sin Zannini los siguientes aspectos:
- Devaluación. El atraso cambiario se ha vuelto un tópico recurrente en la prensa económica y en amplios sectores empresarios. Las economías regionales son las que reclaman con mayor énfasis este punto. Aunque Miguel Bein, economista afín a Scioli, salió a rechazar la idea de que sea necesario devaluar, el ajuste cambiario es un resultado necesario de lo que ocurre hoy: dólar con cotización planchada mientras la inflación erosiona el poder de compra del billete en el país. Es decir, una apreciación, que es una pieza central del veranito financiero. Como en la economía de Kicillof a lo único que se trata de poner techo es a los salarios, cada día que pasa se profundizan los reclamos empresariales por este “atraso cambiario”.
- Reducción de los subsidios, y tarifazos para todos y todas. Los subsidios para este año están estimados en $236 mil millones, es decir un 18% del presupuesto del Estado nacional. La magnitud de este gasto, que no paró de crecer hasta multiplicar por 10 su peso en la economía desde 2007, lo pone al tope en la agenda para el próximo gobierno, para bajar el gasto público y reducir el déficit. Seguramente será un objetivo a realizar en etapas, y no de una sola vez. Aunque los principales beneficiados con los subsidios, por vía directa o indirecta, han sido los empresarios, el correlato del recorte va a ser un fuerte ajuste de las tarifas que va a recaer sobre el poder adquisitivo de los asalariados. Este objetivo puede resultar contradictorio con el de combatir la inflación, pero menos lo será cuanto más logren descargarlo sobre la clase trabajadora.
- También podemos esperar la vuelta a los mercados internacionales de crédito, para terminar de poner fin de manera completa al desendeudamiento -que ya es cosa del pasado y tan caro salió. Es el mismo camino que el kirchnerismo viene recorriendo, tratando de escapar a las amenazas de Griesa y los buitres.
Aunque con un Scioli acompañado de Zannini podamos esperar más gradualidad, la agenda va hacia el ordenamiento económico más amigable que demandan los “mercados” y el empresariado (aunque bastante amigable con los empresarios ha sido CFK, y si no veamos el ejemplo de Lear).
La agenda de ajuste, presentada como “inexorable” por parte de todos los candidatos patronales, con matices como salir o no del cepo ya, es lo que deja como saldo la supuesta década “ganada”. Sólo el Frente de Izquierda levanta un programa para que la crisis la paguen los que la juntaron “con pala” durante estos años, como ha dicho la presidenta: los empresarios y los buitres financieros, mediante el no pago de la deuda, nacionalización de la banca bajo control de los trabajadores, monopolio del comercio exterior, impuestos a las grandes fortunas, comités de trabajadores y usuarios contra los aumentos de precios, prohibición de los despidos y otra serie de medidas para que no descarguen la crisis sobre las espaldas del pueblo trabajador.
Esteban Mercatante
La Izquierda Diario, Buenos Aires
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