El debate sobre el Estado y el mercado que protagonizaron el gobierno y los empresarios en la Conferencia de la UIA oculta un consenso y un horizonte común.
En el discurso de cierre de la XX Conferencia anual de la Unión Industrial Argentina, la Presidenta retomó la polémica que se había desatado en una de las jornadas previas entre la ministra de Industria, Débora Giorgi, y el director de Techint, Luis Betnaza. El debate gira presuntamente alrededor de cuáles son las proporciones adecuadas entre Estado y mercado, que deberían regir el desarrollo de la actividad económica.
La discusión es una licencia que los empresarios otorgan a la Presidenta o a sus ministros, para que mantengan vivo algo del relato, ya que de fondo existe un amplio consenso, pese a los matices.
"Es un debate que ya fue. Ya nadie discute la intervención, el tema es la calidad de la intervención del Estado", remarcó el secretario de la UIA y diputado por el Frente Renovador, José Ignacio de Mendiguren; confirmando el consenso que tiñe la polémica.
También se refirió al tema el cordobés Ercole Felippa, de la Unión Industrial de Córdoba (UIC), quien coincidió con De Mendiguren sobre la vejez de la discusión y sostuvo que lo que hay que plantear hoy es un "mercado creciente y un Estado que cumpla con el rol que deba cumplir".
El mismo Betnaza había respondido a Débora Giorgi citando el famoso aforismo con el que el histórico dirigente político alemán, Konrad Adenauer, fundador de la Unión Democrática Cristiana, había sintetizado su posición en economía política: "tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario".
Estas polémicas en torno a cual es el porcentaje exacto de Estado y de mercado, tienen un nivel de indeterminación que casi no dicen nada e implican escasas consecuencias prácticas.
Aunque, pese a su nivel de abstracción, tienen el objetivo de dialogar con cierto espíritu de época no carente de componentes ideológicos, pero que no deja de manifestar un estado de la cuestión y de expresar un sentimiento popular de desconfianza hacia los empresarios.
Hace un tiempo, una investigación de Flacso-Ibarómetro mostró que un porcentaje mayoritario de los argentinos se manifiesta a favor de una intervención activa del Estado en la economía (61,8 por ciento) y asegura que la búsqueda de la igualdad debe ser, más que de la libertad, el principal objetivo de un Gobierno democrático (50,5 contra 32,8).
Otras investigaciones más recientes, como una de la consultora Ipsos, afirma que la sociedad argentina acuerda, desde hace más de diez años, con la idea de tener un país con mayor cantidad de empresas del Estado que privadas, el 71% quiere también que los servicios públicos sean estatales y que el Estado ejerza un control sobre el aumento de los precios.
Como afirmamos en otro artículo: “esta ’conciencia media’ es menos un producto de la ’batalla cultural’ que de la experiencia histórica reciente, primero con el neoliberalismo que entró en debacle hacia fines del siglo pasado y no logró recuperarse, así como con el estatismo tímido de la última década. El discurso del Gobierno es un producto de estas circunstancias y de esta relación de fuerzas”.
Los relatos algebraicos de la relación entre Estado y mercado que repiten tanto los empresarios como -con matices-, los principales candidatos (Scioli, Massa y hasta en ocasiones Macri), apuntan a llevar hasta el final la hoja de ruta que inició el kirchnerismo en los hechos con su giro market friendly. Pero buscan contemplar -mientras la situación lo permita-, las percepciones populares que se manifiestan distorsionadamente como valoraciones relativas entre Estado, mercado y empresarios.
Tanto el denominado “neoliberalismo” como la “década ganada” no se diferenciaron cualitativamente por más o menos Estado, ya que ambos “modelos” fueron diferentes formas de Estado, sobre la base de una misma naturaleza. Uno beneficiando a una fracción del empresariado y otro a una diferente, en el marco de que todos ganaron de conjunto; como lo confirmó la presidenta cuando enumeró la masa de subsidios que reciben muchos de los allí presentes. Al mercado o a los empresarios no los va a limitar o controlar este Estado al que está íntimamente unido por miles de vasos comunicantes.
Para los trabajadores y las grandes mayorías populares se trata de salirse del sainete que una vez al año protagonizan estos “enemigos íntimos”, al ritmo de un “mercado” y un “Estado” a la medida de una misma clase.
Fernando Rosso
La Izquierda Diario
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