domingo, 28 de diciembre de 2014

¿Limpieza en la cloaca?

A propósito de los cambios en el Servicio de Inteligencia.

La remoción de la cúpula dirigente del Servicio de Inteligencia (SI) reveló una crisis del gobierno nacional, expresada en el acto de asunción de las nuevas autoridades, que resultó apagado, expeditivo, sin pompa de relato y con un Salón Blanco semi vacío de la claque de consortes. Héctor Icazuriaga y Francisco Larcher fueron reemplazados por Oscar Parrilli y Juan Martin Mena, dos incondicionales del kirchnerismo. La crisis puso al desnudo la presunta división de poderes del Estado, revelando la relación orgánica entre el Poder Ejecutivo, la SI y la Justicia para armar, acelerar o frenar causas judiciales, de la que se valieron los sucesivos gobiernos constitucionales para damnificar a sus enemigos políticos y conspirar contra los intereses de las grandes mayorías populares, pero que hoy se vuelven en contra del kirchnerismo en su fin de ciclo, ventilando los negocios ilegales de Cristina, Boudou y cía. Esas intrigas revelan las diferencias entre las diversas fracciones de las clases dominantes, y a su vez expresan elementos de descomposición estatal dados en la violación del secreto de Estado, el fundamento que sostiene el orden jerárquico y verticalista de la burocracia civil y militar que administra el Estado contra los intereses de las clases subalternas.
Todos los gobiernos constitucionales recurrieron a esta institución represiva, fundada por el general Perón en 1951. Raúl Alfonsín contaba en su custodia a Raúl Guglielminetti, agente de la SIDE, miembro del Batallón 601 y socio de la banda de Aníbal Gordon, que tras la experiencia adquirida durante la dictadura se dedicaba a secuestros extorsivos. No se trataba de un error. El entonces ministro del Interior Enrique “Coti” Nosiglia y los jóvenes radicales la Junta Coordinadora Nacional pisaron fuerte en la SIDE fabricando los rumores sobre un golpe de Estado, que condujo a los militantes del Movimiento Todos por la Patria al asalto del cuartel de La Tablada, los cuales terminaron asesinados, fortaleciendo el gobierno de Alfonsín. Carlos Menem se apoyó sobre la SIDE y el ex juez Juan José Galeano para sobornar al vendedor de autos robados Carlos Telleldín con 500 mil dólares a cambio de un testimonio falso.
Fernando De la Rúa utilizó a la SIDE para vehiculizar las coimas a los legisladores del PJ y la UCR y así sancionar la Reforma Laboral, recordada como la Ley Banelco. Eduardo Duhalde dio rienda suelta a la SIDE a cargo de Carlos Soria junto a Aníbal Fernández desde la Secretaria de Presidencia, quienes montaron el escenario de la masacre del Puente Pueyrredón y lanzaron una campaña de engaños, adjudicando el asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki a un “enfrentamiento entre piqueteros”.
El kirchnerismo se jacta de haber prestado un gran favor a la democracia pasando a disponibilidad a Antonio “Jaime” Stiusso, el temible jefe de Operaciones de la SI, junto a otros quince agentes como Santiago Vila, director de Observaciones Judiciales, conocida como OJ, el área dedicada a intervenir teléfonos y correos a discreción.
Eduardo Aliverti advierte como una panacea “que se recorte el poder una banda autónoma”, mientras Horacio Verbitsky calificó el cambio de “oportuno” aunque “tardío”, desestimando “que vayan a repetir la hemorragia que provocó la Alianza, cuando el millar de especialistas que purgó el banquero Fernando de Santibáñez se volcaron… al negocio (privado) de las pinchaduras de teléfonos y computadoras y la venta de las interceptaciones”, por el cual está procesado el ex secretario de Inteligencia Juan Bautista “Tata” Yofre. ¿Acaso Verbitsky aspira a que esos represores sean “contenidos” en el aparato de Estado? Así los progresistas en bancarrota naturalizan la conservación y vigencia de esa institución represiva del mismo modo que la derecha, habilitando encima la impunidad de muchos que integraron el staff de la Triple A y la dictadura genocida, y que es vox populi su vinculación con el narcotráfico, la prostitución y todo tipo de negocios ilegales.
En realidad, durante la década ganada Néstor y Cristina se valieron de la SI para lanzar “carpetazos” contra sus enemigos políticos, mientras dejaban a Stiusso hacer y deshacer en esa cloaca de casi 2000 agentes sin ningún control, con gastos reservados por $686 millones. Avalados por la oposición, ni siquiera cumplieron la formalidad de convocar la Comisión Bicameral de Fiscalización para ejercer algún tipo de controlar sobre esa banda de criminales.
Después de reunirse con el ex presidente norteamericano George Bush en 2006, Néstor Kirchner instruyó a Stiusso a aportar “pruebas” sobre la responsabilidad de Irán en el atentado a la AMIA de 1994 y simultáneamente envió al Congreso la Ley Antiterrorista, sancionada en un abrir y cerrar de ojos. Stiusso se puso a disposición del Mossad y la CIA, y juntos elaboraron un dictamen de más de mil páginas, repleto de falsedades e irregularidades. Basado en ese dictamen trucho que no resistía ninguna prueba, el fiscal Alberto Nisman libró orden de captura a Interpol contra ocho ex funcionarios iraníes. Sin embargo, en 2012 Cristina firmó el Memorándum de Entendimiento con Irán por la causa AMIA, siguiendo el curso de un sector de la Secretaría de Estado norteamericana, que al mismo tiempo produjo roces con el Estado de Israel y gran parte de las instituciones del establishment norteamericano.
Formados por la CIA y el Mossad en el espíritu pro occidental y anti comunista de la Guerra Fría, Stiusso y sus colaboradores comenzaron a operar para la oposición junto a los mismos jueces, como Claudio Bonadío, que habían trabajado otrora para el kirchnerismo. Si bien Cristina cuenta con los organismos de espionaje de las FF.SS. (Gendarmería con Proyecto X y la Policía Federal con mil agentes infiltrados), apuesta en particular a los servicios de las FF.AA. y su Dirección de Inteligencia conducida por el teniente general Milani, incrementando su presupuesto un 156%, pasando de $168,2 millones en 2010 a $431,1 millones, una cifra que según especialistas en la materia correspondería a una amenaza de conflicto bélico con una potencia extranjera.
La limpieza de una cloaca de ningún modo puede enmendar su naturaleza sostenida en los deshechos y la inmundicia. La disolución de todos los organismos de espionaje es una tarea ineludible para la autopreservación y la salud de los intereses populares.

Miguel Raider

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