domingo, 7 de diciembre de 2014
Desde la ESMA hasta Abuelas
El último nieto recuperado nació durante el cautiverio de su madre. Su parto fue asistido por otras detenidas. Una de ellas volvió a verlo el mismo día en que supo la verdad sobre su origen y le buscó un lunar que recordaba haberle visto al nacer.
En el campo de exterminio que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada había un lugar al que llamaban La pequeña Sardá, pero también estaban “las piezas de las embarazadas”, y el sótano debajo del Casino de Oficiales. Allí, en una de las cuatro maternidades clandestinas, nació el nieto 116 que recupera su identidad, cuando su mamá Ana Rubel lo tuvo por cesárea a los siete meses de embarazo. Nada más se supo de ella, que junto a su pareja, Hugo Castro, permanecen desaparecidos. Eran cuatro camas en una habitación, sábanas verdes, una incubadora y algunas detenidas que asistían al médico Jorge Magnacco. “Ana de Castro llegó a la ESMA embarazada de dos meses, fue torturada y a los siete meses le practicaron una cesárea. El bebé fue puesto en una incubadora, ella me pedía que le dijera cómo era el bebé, si estaba bien”, declaró la sobreviviente Sara Osatinsky en todas las audiencias a las que fue convocada para dar su testimonio.
“Dos días después Pichona (por María del Carmen Moyano de Poblete) y Ana fueron trasladadas de la ESMA y nunca más supimos de ellas, a medida que las embarazadas tenían a sus hijos las separaban de ellos, y muchos de esos niños fueron apropiados por los militares”, completó la viuda de Marcos Osatinsky, dirigente de las FAR y uno de los prófugos de Trelew que murió asesinado. Esta mujer, exiliada en Europa, asistió quince partos de sus compañeras de cautiverio en la ESMA.
El día que nació el hijo de Ana Rubel y Hugo Castro, en junio de 1977, también estaba en la pieza de las embarazadas la detenida Alicia Milia de Pirles. Como Osatinsky, declaró en varias de las causas por estos delitos de lesa humanidad. Junto a otras y otros sobrevivientes participó en septiembre de 2011 de un reconocimiento en la ex Escuela de Mecánica, en el cual guiaron por las salas donde las embarazadas daban a luz a los jueces que en ese momento estaban a cargo del juicio por el plan sistemático de apropiación de menores durante la dictadura. Tras bajar del Casino de Oficiales, había un sótano y en uno de esos cuartos, que funcionaba como una enfermería, estaba la “maternidad” pero, según estos testigos, no era la única. Además de Pirles acudieron a la recorrida Miriam Lewin, Lila Pastoriza y Carlos Muñoz.
Tanto Pirles como Pastoriza recordaron el caso de Ana de Castro, quien parió de manera prematura en una cama de esa enfermería. “Ana estaba acostada en una de las camas, una de las cosas que recuerdo son las cortinas de plástico para separar las camas y un mueble de hierro con puertas de vidrio para guardar medicamentos”, dijo Pirles. Pastoriza agregó que ya había visto a una chica que se llamaba Ana en la enfermería, que se abrió la blusa y le dijo: “Mirá lo que me hicieron esos hijos de puta”, y le mostró sus pechos destrozados por la tortura. Cuando le preguntó al jefe del grupo que la había secuestrado cómo podía ser que sucediera eso, le respondió que había subversivas embarazadas y que la decisión era que sus hijos fueran criados por familias que no tuvieran los valores de la subversión.
Milia de Pirles, que trabaja en la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, confirmó que el jueves se encontró con el nieto 116 cuando éste acudió a la convocatoria del secretario Martín Fresneda para darle la noticia sobre el resultado del examen genético. Sin preguntarle su nombre, la mujer recordó que aquel bebé a cuyo nacimiento asistió tenía un lunar, y el joven se lo mostró.
En el tercer piso de la ESMA, donde estaban los lugares de detención y tortura conocidos como Pecera y Capuchita, también funcionaron tres salas de embarazadas, la más conocida era la que llamaban Sardá por izquierda o
La pequeña Sardá.
Hugo Alberto Castro y Ana Rubel de Castro fueron secuestrados al salir del domicilio de la madre de él, en Rawson 3575, La Lucila. Ambos fueron vistos en la ESMA y es posible que Hugo también fuera visto en el Pozo de Quilmes. Ana había nacido el 27 de julio de 1949 en Resistencia, Chaco. Su familia le decía Ani. En tanto, Hugo nació en San Isidro, el 1º de septiembre de 1951. Ambos militaban en el FAL (Frente Argentino de Liberación). Ana era estudiante de Ciencias Económicas y trabajaba en el Laboratorio Bagó, mientras que Hugo era maestro mayor de obras y estudiante de Arquitectura.
La familia Castro buscó a Hugo, a su mujer y al niño desde el primer momento. Sabían que estaba esperando un hijo con su nueva pareja, a quien aún no conocían. En 1984 hicieron su primera denuncia. Por su parte, los Rubel sólo buscaban a Ana, porque desconocían que ella estaba embarazada y que había formado pareja con Hugo Castro. El 18 de enero de 1977 la familia Rubel recibió un telegrama donde les informaban que debían viajar a Buenos Aires porque su hija se encontraba muy enferma y ese mismo día partieron desde Resistencia. Al llegar no la encontraron, pero sí constataron que su departamento había sido violentado y estaba todo revuelto. La familia ya había padecido la violencia de aquellos años: el hermano de Ana, Oscar Rubel, había sido asesinado en 1974.
El vínculo entre Ana y Hugo pudo ser corroborado 30 años después por la investigación de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) y las declaraciones de los sobrevivientes de la ESMA. Recién entonces quedó confirmado que la mujer mencionada en las denuncias como “Ana de Castro” era Ana Rubel de Castro.
Así, Perla Rubel, hermana de Ana, se comunicó con su prima Delia Susana Horowitz, quien había sido la última persona en estar con ella antes de que la secuestraran. Delia ratificó que ese día, el 17 de enero de 1977, Ana le había contado que estaba embarazada. Como los padres de Ana ya habían fallecido, a pedido de Abuelas se realizó la exhumación de sus cuerpos para obtener el material genético e incorporarlo al Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG). De esa manera, en 2008 pudo completarse el perfil genético del grupo familiar Castro Rubel.
El hijo de Ana Rubel y Hugo Castro se enteró en agosto de este año que no era hijo de quienes decían ser sus padres. Al principio le negaron información pero finalmente el hombre que lo crió, un médico, le confesó que durante una de sus guardias en el Hospital Pedro Elizalde, dos hombres entraron con un bebé prematuro en brazos y que como nadie lo reclamaba se lo quedó. El niño fue inscripto como hijo propio y es por eso que hasta hace tres meses no dudaba de su identidad. El joven se acercó a Abuelas de Plaza de Mayo el 16 de octubre para comenzar la búsqueda de su origen, y fue recibido por el equipo de Presentación Espontánea de la institución, que de inmediato solicitó a la Conadi la realización “urgente” del examen de ADN.
Adriana Meyer
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