domingo, 14 de diciembre de 2014

Kirchner, el acierto de Duhalde y Alfonsín



El artículo polemiza con una nota de opinión publicada por el politólogo Marcos Novaro, que reduce la emergencia del kirchnerismo a un error de Duhalde y Alfonsín

El politólogo Marcos Novaro publicó recientemente un artículo en el diario La Nación que es interesante para develar el pensamiento profundo de la autodenominada tradición liberal-republicana de la Argentina.
"El error de Duhalde y Alfonsín" es el título, y desde el comienzo sugiere que hubo algún acto extraordinario en la vida política de estos dirigentes que se convirtió en “el” error de sus respectivas trayectorias.
Sintéticamente, la tesis contrafáctica de Novaro dice que los históricos caudillos bonaerenses podían haber evitado la emergencia de Néstor Kirchner (y por ende del kirchnerismo) durante la transición pos-2001, pero las urgencias de sus coyunturales internas partidarias se lo impidieron. De esta manera, el presente que vivimos es el resultado de aquellas malas decisiones. El kirchnerismo reducido a un producto del error de dos hombres, cuando lo urgente se impuso sobre lo importante.
Esta relectura de aquellos convulsivos días parte de considerar que hubo una actuación excepcionalmente positiva de ambos dirigentes en los momentos inmediatos a la crisis.
Según Novaro, la devaluación duhaldista fue "benévola" porque “no fue seguida por un ajuste caótico", permitió la estabilidad económica y logró poner en pie los pilares del futuro crecimiento.
Desde el punto de vista político, el duhaldismo y el alfonsinismo hicieron una especie de gobierno de coalición que “evitó que las instituciones democráticas colapsaran junto con la economía y la crisis tuviera efectos sociales aún más graves y prolongados”.
Hasta acá fueron los aciertos a los que no supieron darle continuidad con la selección de dirigentes que estuvieran a la altura de las circunstancias.
Duhalde, preocupado por su interna con Menem intentó tibiamente con Reutemann, De la Sota y hasta con Macri, aunque la mejor carta que tenía -siempre según Novaro- era Roberto Lavagna, una opción apenas explorada.
Alfonsín, preocupado por no perder adhesiones radicales a manos de Carrió y López Murphy, quienes se habían apartado del radicalismo, también hizo su aporte a lo que vino después. En este marco nació el presuntamente imponderable avatar kirchnerista.

Las raíces de la restauración

La magnitud de lo caótico es discutible, no así la profundidad del ajuste. Luego de una década que terminó con niveles de desocupación y pobreza inéditos, contrarreformas laborales (flexibilización, tercerización) y privatizaciones; la devaluación produjo una transferencia de ingresos considerable y, por ende, un ajuste salvaje. Luego de la misma, cayó un 24% el salario real promedio, un 33% en los trabajadores no registrados, y los estatales vieron reducidos sus ingresos en un 28%. Veinte millones de personas se encontraban por debajo de la línea de pobreza, incluidos un 52,3% de los asalariados que ganaba menos de $ 400 y un 73,9% que percibía menos de $ 600. Para graficar los montos de los ganadores: para las 60 empresas más grandes, el incremento en la ganancia obtenida por exportaciones gracias a la devaluación fue de 16.842,3 millones de pesos. El ahorro, como producto de la pesificación de sus deudas internas, fue de 7.955,6 millones de pesos. Los ganadores se alzan con la friolera de 21.634,2 millones de pesos, según consignó Claudio Lozano en su estudio “Los que mandan en Argentina”.
Es decir, desde el punto de vista económico, la devaluación y la pesificación asimétrica hicieron que para algunos la vida fuera un paraíso y para otros un caos o un verdadero infierno.
Pero además, desde el punto de vista político hay un hecho que es ocultado o no incorporado al análisis de Novaro, cuando afirma que el gobierno de Duhalde “debió llamar a elecciones anticipadas", pero no explica las causas. Este hecho es el asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Un acontecimiento que se inscribió como posible consecuencia lógica en la dinámica de movilización social que había desatado la crisis y las jornadas de 2001, limitada sólo por la contención de los dirigentes sindicales, en el marco de las condiciones de división y debilidad estructural de los trabajadores ocupados.
Frente a estas circunstancias, se imponía un cambio de orientación y una renovación “gatopardista” del personal político, además de medidas necesarias para llevar adelante una operación de pasivización de la calle. El historiador Tulio Halperin Donghi había definido el escenario de aquellos días afirmando que “la Argentina vivía una situación inédita en que el Estado sólo retenía el monopolio de la violencia a condición de renunciar a usarla”. El giro y la política de “no represión a la protesta social” (que pese a todo se llevó adelante en no pocas ocasiones) y el relato contra “los 90”, que incorporaba ciertas banderas “nacionales y populares”, se adoptaron por la imposición de estas condiciones generales. El crecimiento económico, que tuvo un puntal en la devaluación, con una gran ayuda del viento de cola de la economía internacional, hizo el resto.
La restauración –concepto utilizado por Novaro– no fue contra las innovaciones llevadas adelante por la coalición dualdhoalfonsinista de 2002, sino a favor de la autoridad estatal para llevar esas “innovaciones” hasta el final y permitir los negocios de la “década ganada”.
Kirchner y el kirchnerismo no fueron el producto de los errores del duhaldismo y el afonsinismo, sino su continuidad, pero “por otros medios”. La prueba mayor es que hoy el kirchnerismo está dispuesto a devolver las gentilezas, condenando a la Argentina a las posibles sucesiones que van desde una variante del menemismo (Macri), del duhaldismo (Massa) o a una síntesis de ambos, combinado con una pizca de kirchnerismo naranja (Daniel Scioli). El kirchnerismo no es el resultado del “error”, sino del “acierto” de Duhalde y Alfonsín, pese a que hayan tenido que pagar cara la victoria.

Fernando Rosso
@RossoFer

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