miércoles, 8 de octubre de 2014

El teatro San Martín, entre la precarización laboral y la privatización

En mayo se cumplieron 70 años de historia del teatro General San Martín. Pero no hay nada que celebrar.
En noviembre de 2013, en el marco de este aniversario, el gobierno de la Ciudad anunció la programación 2014 y refacciones en el teatro, donde estaba prevista la remodelación de la prestigiosa sala Leopoldo Lugones. Las obras iban a concluir en julio. Sin embargo, en agosto todavía no habían empezado. La sala está cerrada desde hace ocho meses. También está demorada la culminación de la sala de ensayo de danza para Ballet Contemporáneo, camarines, sanitarios y oficinas de Dirección de Ballet.
A mediados del año pasado, artistas del San Martín alertaron sobre la posibilidad de que el espacio pasara a órbita privada. En una importante movilización frente al teatro se reclamó contra "la drástica reducción en la programación propia, los contratos artísticos ‘basura', la tercerización de los talleres, el alquiler del espacio para fiestas y eventos, y la coproducción de obras con empresas privadas". En esos días los trabajadores denunciaron que hay baños sin agua, retrasos en los pagos y depósitos sin luz.
La Asociación Argentina de Actores se declaró en los últimos días en estado de alerta por la situación en el Complejo Teatral de Buenos Aires, que nuclea a los cinco teatros públicos de la Ciudad. Reclamaron que hay elencos contratados en 2013 que todavía no cobraron, y otros a los que se les adeudan meses de ensayo. Sin embargo, el sindicato no ha lanzado un plan de lucha ante el estado de vaciamiento del teatro.
La privatización de la cultura es un eje del gobierno porteño. Hace días, se reveló la entrega de subsidios oficiales a empresarios de la cultura, por casi 17 millones de pesos. Mientras tanto, en el Centro Cultural General San Martín se tuvieron que suspender varias funciones este año porque no tenían luz.
Entre las iniciativas de la Ciudad por los 70 años del teatro está "Escena 70", proyecto que reúne a programadores internacionales. Sin embargo, a los artistas no le pagan cachet ni traslado de escenografía; también está sujeta a disponibilidad la puesta de luces, que es parte fundamental de toda obra teatral. Los actores señalan que, detrás de la fachada de las funciones para las programadoras, se desarrolla un festival encubierto, precarizando laboral y artísticamente a los actores.
El camino para enfrentar este escenario de vaciamiento está en la organización de los trabajadores de la cultura, independiente del Estado y de los empresarios, en defensa y desarrollo de los que producen la riqueza artística.

Fernando Otárola

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