jueves, 23 de octubre de 2014

Cuando el mundo ya no trae buenas noticias



La economía argentina atravesó los últimos años de fuerte deterioro ayudada por condiciones económicas internacionales que actuaron para morigerar algunos problemas. Con el desplome en los precios de los granos y el petróleo, eso empieza a cambiar Cuando el mundo ya no trae buenas noticias

La economía argentina atravesó los últimos años de fuerte deterioro -que obligó por ejemplo a imponer el cepo cambiario desde fines de 2011- ayudada por condiciones económicas internacionales que actuaron como contratendencia, enlenteciendo el desarrollo del fin de ciclo económico. Las desigualdades que caracterizaron a la economía internacional bajo impacto de la crisis, acarrearon elementos favorables para el país: el fuerte crecimiento de la economía china mantuvo la demanda para los granos que el país exporta, mientras que estos mostraron además altos precios, que reforzaron su tendencia alcista gracias a la fuerte expansión monetaria encarada por EEUU para impulsar la recuperación económica.
De esta forma, la Argentina contó con los dólares de la soja como base para surfear una estrechez de dólares, resultado del déficit energético, del vaciamiento económico causado por la deuda y la fuga de capitales reforzada por la especulación. Adicionalmente, el boom en los precios de los commodities (que incluye granos tanto como minerales e hidrocarburos) está en la base de las altas expectativas que genera la economía argentina para los más voraces inversores globales: Vaca Muerta, considerado el yacimiento de hidrocarburos no convencionales con mayor potencial de desarrollo en el mundo según un estudio de la consultora Accenture. Los altos precios del petróleo de los últimos años generaron perspectivas de elevada rentabilidad para inversiones en explotaciones no convencionales, mucho más costosas que la extracción de yacimientos convencionales.
Este viento a favor perdió fuerza, y hay síntomas de que podría transformarse en viento en contra. La soja y del maíz, que en conjunto explican nada menos que el 35% de las exportaciones del país, muestran un desplome en su cotización. Desde mayo el precio de la tonelada de soja lleva perdido un 38% de su valor, mientras que la de maíz cayó 35%. De mantenerse esta situación, podría representar para la próxima campaña una pérdida de 10 mil millones de dólares de exportaciones.

Bálsamos a corto plazo, inquietud en el horizonte

Habrá quien diga que no hay mal que por bien no venga. La caída de la soja se da al mismo tiempo que la del petróleo. El barril de WTI, que en julio superaba los 100 dólares, cerró ayer a 82,61 dólares. En lo inmediato, esto podría contribuir a bajar la presión sobre la disponibilidad de dólares que impone pagar la factura del déficit energético, generado por la necesidad de importar entre 12 y 14 mil millones de dólares anuales de combustibles. Para esta gangrena, el barril de petróleo WTI por arriba de 100 dólares era una muy mala noticia, y aleja el panorama de terminar el año con un déficit energético en más de 9 mil millones de dólares (en el 2013 fue de 6.407 millones de dólares).
Pero esto sería un pobre consuelo. La caída de los precios empaña la perspectiva para las inversiones en Vaca Muerta. El gobierno viene apurando la aprobación de una reforma a la Ley de Hidrocarburos con la que apuesta a abrir las puertas a las multinacionales como hizo con Chevron. Pero un cambio severo y prolongado en los precios internacionales del petróleo podría conspirar contra esta posibilidad. Según un estudio del banco de inversión Morgan Stanley publicado esta semana, el “precio de equilibrio” del barril de crudo que vuelve rentable una explotación (breakeven) ronda en Estados Unidos los 63 dólares, mientras que en Vaca Muerta se eleva a 82 dólares. El más bajo fuera de Estados Unidos (en Australia el valor es de 122 dólares en y en China de 137), pero inquietantemente estrecho si tenemos en cuenta que no hay motivos para suponer que vaya a frenarse la caída de la cotización en los valores actuales.
Ocurre que, por fuera de elementos “coyunturales” como la fortaleza del dólar, varios análisis apunta a un cambio estructural en el mercado de petróleo en los últimos años: Estados Unidos está produciendo más petróleo gracias a la explotación de recursos no convencionales, reduciendo su dependencia de las importaciones y generando un exceso de oferta en el mercado global de petróleo. La explotación de recursos no convencionales de petróleo ha permitido un incremento en la producción de Estados Unidos de 49%, generando una caída de sus importaciones en 25%, afectando a Nigeria, México, Colombia y Venezuela. Canadá también está explotando petróleo no convencional y aumentó sus exportaciones en 13%. Esta nueva producción busca nuevos mercados, pero no hay demanda capaz de absorber la nueva oferta de petróleo, menos aún con el débil crecimiento que afecta a las principales economías del planeta exceptuando China. Esta situación ha llevado a Arabia Saudita a reducir su precio de venta oficial a los mercados asiáticos continuadamente en los últimos cuatro meses para conservar clientes. Por supuesto, todos los ardides de los productores tradicionales se enfrentan con el límite que impone la urgencia que le imponen los capitalistas a la búsqueda de alternativas ante el horizonte limitado que dan las reservas convencionales comprobadas en todo el mundo.
Para el Departamento de Estudios Económicos del Scotiabank, “el exceso de oferta en el mercado de petróleo y la falta de nuevos compradores está conduciendo a precios más bajos del petróleo” que perdurará en el mediano plazo. Sin embargo, esta baja tiene límites: “una caída significativa del precio es poco probable debido a que una parte de la nueva producción podría dejar ser rentable”, sostiene. Cálculos del mercado indican que Arabia Saudita perdería entre 10 mil y 20 mil millones de dólares de sus casi 750 mil millones de dólares de reservas si permitiera que los precios del petróleo bajaran hasta 80 dólares el barril durante un año. La Agencia Internacional de Energía pronosticó que sólo caídas más pronunciadas en el valor del petróleo afectarían significativamente las producciones de shale norteamericano. Pero en este caso su desarrollo está mucho más maduro que el de los proyectos argentinos. Varios analistas estiman que un horizonte de precios a la baja no significa necesariamente cancelación de proyectos en el país, pero sí podría implicar recorte de los mismos. La esperada lluvia de dólares de las inversiones petroleras podría quedar en veremos.

Petróleo y política

Pero no hay que anticiparse en los pronósticos alarmistas. La vocación mostrada por el gobierno para garantizar condiciones favorables a las multinacionales petroleras, aún al precio de mantener ocultos los convenios para no exponer las leoninas concesiones realizadas, puede pesar en la balanza para decidir proyectos. No es cosa de todos los días una concesión a perpetuidad como la que permitirá en los hechos la nueva Ley de Hidrocarburos, de aprobarse. Siempre habrá un pirata dispuesto a ingresar ante semejante oferta.
En su fin de ciclo, el gobierno “nacional y popular” está apurado por garantizarse la estabilidad de corto plazo al precio del futuro, entregando las “joyas de la nieta” a precio de remate con tal de recibir por dólares contantes y sonantes para transitar hasta diciembre de 2015.
Este resultado preanunciado de la “nacionalización” de YPF -más conveniente definirla como una “recompra” parcial, y finalmente bastante onerosa considerando la compensación que recibió Repsol por 15 años de vaciamiento- podría haberse evitado con una nacionalización íntegra de todo el sistema hidrocarburífero, desde la explotación hasta la refinación, sometiéndolo al control de sus trabajadores, para organizar la utilización de estos recursos en función de las necesidades sociales y permitiendo una apropiación íntegra de la renta. Para que la organización de este sector estratégico no quede subordinada a la estrecha perspectiva de rentabilidad empresaria ni se habilite sin miramientos ambientales la explotación no convencional. Es lo que hoy propone el Frente de Izquierda, mientras el gobierno y el grueso de la oposición se pelea por quién es el mejor amigo de las multinacionales petroleras.

Esteban Mercatante


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