Entrevista a a Vicente Zito Lema, declarado Personalidad destacada de la Cultura y los Derechos Humanos
El pasado 9 de mayo, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, reconoció la trayectoria del filósofo, poeta y escritor en un acto que se realizó en el Salón San Martín
-Mario Hernandez (MH): Días pasados coincidimos con Vicente en una presentación de Henry Boisrolin del Comité Democrático Haitiano y allí me comentó que la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo nombraría Personalidad destacada de la Cultura y los Derechos Humanos. El mes pasado recibió un premio a su trayectoria como poeta en la Biblioteca Nacional y el año pasado, en oportunidad de cumplirse un nuevo aniversario de la Masacre de Trelew, un Honoris Causa de la Universidad de esa localidad. ¿Por qué pensás que te hacen estos reconocimientos y qué siente el ego de Vicente Zito Lema?
-Vicente Zito Lema (VZL): Me lo pregunto muchas veces. Para aumentar la complejidad de la respuesta también me han nombrado Doctor Honoris Causa en la Universidad de Córdoba, Ciudadano Honorario en Chaco y varias otras legislaturas del país, entonces uno se burla de sí mismo y piensa será porque cumplí 74 años. Este año serán 75, con los años la pólvora se mojó, como se decía antiguamente, y ese hombre que siempre tuvo relaciones muy complejas con el poder, especialmente con el poder autoritario, que ha sido históricamente el que más estuvo a cargo de los gobiernos durante el siglo XX, no olvidemos que soy básicamente un hombre de ese siglo, un poco en broma o no, ese hombre perseguido, exiliado, que sufrió varios atentados que le pudieron haber costado la vida, que fue expulsado de la Universidad, le censuraron sus libros, ¿qué pasa que ahora tiene estos reconocimientos de legislaturas de todo el país, de Universidades, premios?
Yo creo, como diría mi maestro Enrique Pichón Rivière, que existe la policausalidad, entre otras cosas, porque buena parte de esa generación de la que soy parte ha muerto, esa es la realidad.
Muchos de muerte natural, como le sucedió días pasados a mi amigo Juan Gelman, ese gran poeta. Hace poco sentía la muerte de alguien que también vos conociste bien, León Rozitchner, y así podría traer los nombres de uno y otro, de tantos amigos de la cultura, de los Derechos Humanos, de la vida cotidiana, a los que conocí por ser de mi generación.
Buena parte están desaparecidos o asesinados y entonces que tengamos un nombre público, por decirlo así, quedamos muy pocos.
Cada vez que me dan un premio y no para hacer un acto de bondad, sino porque lo siento en el fondo de mi corazón, lo primero que digo es que lo recibo en nombre de mis compañeros de generación.
Cuando me dieron el Doctorado Honoris Causa en la Universidad de Córdoba lo recibí en nombre de los escritores desaparecidos. En Trelew hablé en nombre de todos los abogados que habíamos sido los defensores de los compañeros asesinados y no dudes que cuando reciba esta nueva distinción en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, hablaré en nombre de mi generación, es decir, no he cambiado en cuanto a la idea que soy un emergente de una generación, que soy un representante y, me guste o no aceptarlo, soy un símbolo porque ya quedamos muy pocos. Está Osvaldo Bayer que con su edad también ha recibido muchísimos reconocimientos, es decir, no es Osvaldo por sí, aunque tiene un mérito gigante, no soy yo por mí, cualquiera sea la valoración que se haga sobre mi obra y lucha por los Derechos Humanos, creo que de alguna forma se está reconociendo a una generación de intelectuales, artistas, de luchadores de la política que mantenemos coherencia con los sueños que movieron nuestras vidas.
-MH: Me interesa particularmente el tema de la ética y, cuando tengo oportunidad siempre lo señalo, que de alguna manera fueron sus grandes custodios León Rozitchner, David Viñas, Osvaldo Bayer y, un escalón más abajo generacionalmente, Vicente Zito Lema. Si me preguntaran por qué darte esta distinción, contestaría por tu aporte a la ética en nuestra sociedad. ¿Si vos tuvieras que rescatar algo de todo lo que has hecho, por lo cual creés que merecés un premio, qué dirías?
El rol del poeta y el intelectual debería ser siempre crítico
-VZL: Algo que dije cuando me dieron el “Rosa de cobre” por mi trayectoria poética en la Biblioteca Nacional. Que en mi vida no he dejado de reivindicar el derecho que todo ser humano tiene al delirio y la subversión.
También dije que sigo creyendo que la belleza y la justicia necesariamente deben ir de la mano, especialmente mirando a la gente joven y que si las palabras no se cruzan con nuestros actos, se caen de la mano más rápido que el agua de lluvia. Algo así dije aquel día y lo puedo repetir hoy. De mí rescato esa obstinación por apostar a que belleza y justicia vayan de la mano y que todos tenemos, más que el derecho, la necesidad de desafiar lo establecido, no conformarnos con las cosas como son, ser capaces de sentir, aunque suene muy romántico, el dolor del otro como propio, saber que en la mirada del otro realmente estamos cada uno y animarnos a mirar la muerte con dignidad a partir de que cuando hubo que vivir la vida fuimos capaces de hacerlo con todas sus contradicciones, sus desafíos e identidad, con todas nuestras locuras, debilidades y fortalezas.
Yo creo, no en lo religioso, pero sí en lo sagrado y siempre pensé que la belleza y la justicia son la hermosa y necesaria cara de lo sagrado.
-MH: Los grandes temas que ya pensaban los griegos hace 2500 años. Estoy recordando La República de Platón, por ejemplo.
-VZL: No te olvidés que expulsó a los poetas, sería inentendible un hombre que amaba tanto el arte, que ha escrito sobre el arte, cómo puede ser que de pronto diga que todo ser humano tiene un lugar en la República menos los poetas. Parece una gigantesca paradoja, pero como a mí me gusta ver las palabras en los contextos históricos, los que quieren hacerlo sin contexto, creo que realmente no quieren verlas. Si lo vemos así, Platón escribe precisamente La República, entre otras cosas, por la conciencia que tenía que Grecia se iba a desintegrar, que los dictadores se iban a apoderar de su amada Grecia y, a partir de allí, iba a venir el fin de los valores profundos de esa civilización griega. Entonces, ve en los poetas como un peligro para ese momento histórico, para esa República que sueña ya, no en el futuro, en ese momento siente que los poetas, este es todo un tema para reflexionar, con su deseo de subvertir todo, no van a dar tiempo a que la sociedad nueva y democrática que tiene que forjarse pueda estabilizarse. El miedo a que eso que va a nacer como un arbolito, no sea cuidado desde el principio porque los poetas lo van a cuestionar.
El rol del poeta y del intelectual es un rol crítico. A mí me aterra, cuando aun de buena fe, se ponen con armas y bagajes del lado del poder, aunque sea el mejor, porque pierden su rol. Aunque se trate del mejor poder de tu época le hace muy bien la mirada crítica porque los poderes se van a llenar siempre de gente que cree y de muchos que se agregan a ese movimiento para lucrar personalmente. Ha sucedido en estos tiempos y en todos.
Esa es la realidad histórica y frente a eso, el rol ético del poeta, del intelectual, del pensador tiene que tener la constancia de poner por encima el rol a su propio pensamiento de afinidad con quienes estén en el gobierno.
La verdadera función del intelectual, como lo enseñan los mejores de la historia, es ser una conciencia crítica, lo que no quita que se ponga a trabajar para que se convierta en la conciencia social. Está mal que un intelectual sea representativo de una conciencia de la totalidad, es toda la sociedad la que tiene que tener la conciencia crítica, pero también es cierto que en la historia de la humanidad se repite, con distintos nombres, sistemas, justificaciones, economías y políticas, esa visión que sigue siendo como una gigantesca maldición entre seres humanos que trabajan denodadamente por construir conciencia, y un gran sector social que la ve obturada porque el mundo está organizado no desde el bien, sino desde el mal social. Que haya gente que realmente sufra todas las calamidades económicas, geográficas, físicas de la naturaleza, como que todos los embates caen siempre sobre un mismo sector social, que en lengua simple llamamos los pobres y Marx llamó trabajadores, pero que siempre son los mismos, los que ponen el cuerpo para cambiar el mundo y no gozan nunca de los bienes profundos de la sociedad. Ese sueño de Marx que cada ser humano tuviera tiempo para la poesía, la música, la filosofía, pareciera que estaba absolutamente delirando, un sueño demasiado grande.
Soy un privilegiado
Al día de hoy la mayor parte de la humanidad no puede dedicarse ni a la música ni a la poesía ni a la filosofía sino dedicarse duramente a trabajar en la forma de alienación del trabajo, como decía Marx y, en general y en un lenguaje simple, trabajar como un perro y en cosas que no le gustan.
Esa es la realidad, entonces cuando uno ha tenido el privilegio, como es mi caso, porque yo me recibí de abogado pocos meses después de cumplir 20 años y ya había escrito un libro. Digamos que el azar, Dios, la naturaleza, mi vocación, mi obstinación, mi rigor, mi suerte, desde los 15/16 años fui un hombre de la cultura, escribiendo como un profesional, estudiando psicología, todas las cosas que he hecho, soy un privilegiado. Más de 50 años viviendo como intelectual, con dignidad y hasta con un cierto reconocimiento público, no lo puedo negar, porque desde muy joven pude publicar mis cosas, trabajar en la Universidad, cumplir con esa conciencia mía que me llamaba a tomar un instrumento como es la abogacía, el Derecho, que en general ha estado al servicio de los poderosos y poder decir con orgullo, mi vida como abogado fue únicamente al servicio de los Derechos Humanos, de los compañeros perseguidos por sus ideas, por sus actos y poniendo siempre lo que soy como intelectual al servicio de la gente más necesitada.
También lo veo en mí ahora. Días atrás estuve en el Obelisco invitado por los compañeros villeros a hablar y me sentí honrado. Salí de ahí para hablar en ATE de Jorge Masetti y después fui a la Universidad de Avellaneda para hablar de arte con la gente joven y el mismo sábado corrí al Hospital Borda porque se cumplía un año de ese maltrato y represión salvaje que sufrieron los internados y los trabajadores del hospital. Había tres actos y me pidieron que hablara en todos. Salí corriendo a dar mi clase en el taller de poesía y luego a la Feria del Libro para presentar el último escrito sobre la vida y la obra de Pichón Rivière. La noche anterior había presentado otro libro sobre Spinoza, un filósofo que amo mucho, escrito por Diego Tatián, el rector de la Universidad de Córdoba. Ahora estamos haciendo un reportaje y el jueves me tomo un avión para ir a un lugar duro, Ingeniero Jacobacci, en el corazón de la meseta patagónica, donde no hay caminos, hay que llegar por ripio, porque se van a juntar aproximadamente 200 maestros rurales que trabajan en las escuelas más inhóspitas de nuestro país. Voy a celebrar con ellos el 1º de Mayo y luego tendremos dos jornadas de Derechos Humanos y de ahí volveré corriendo porque al otro día de mi llegada me darán el reconocimiento en la Legislatura, donde dos entrañables personas que amo, amigas de muchísimos años, Cristina Banegas y Norman Briski, van a leer algunos de mis poemas.
Mientras te voy contando lo que hice me río, porque estoy a punto de cumplir 75 años y no sé de donde saco la fuerza pero sigo haciendo todas estas cosas y si me preguntás de todo esto qué te da más expectativa, palabra de honor, mi alegría mayor en estos días que espero, será estar en Ingeniero Jacobacci con los maestros rurales.
Por supuesto, voy a estar contento en la Legislatura, pero vos que me conocés un poco, sabés que me voy a sentir mucho mejor dando clases para esos maestros olvidados en el medio de la Patagonia.
Así soy yo, un poco loco, a los tumbos y a los saltos.
Mario Hernandez
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