Luego de aquélla negra jornada del 20 de junio en la que centenares de compatriotas que concurrían pacíficamente al aeropuerto de Ezeiza a recibir a quién consideraban el Líder indiscutido de los trabajadores, fueron acribillados, torturados y asesinados por grupos de facciosos armados y organizados en el Ministerio de Bienestar Social, del que era titular el Secretario del General, José López Rega, era indudable que el partido militar y el peronismo burgués apuntaban a provocar la renuncia del Presidente Cámpora.
De lo que se preparaba no era ajeno Perón al que le preocupaba el prestigio y la simpatía que había ganado “el presidente que no fue”, durante estos meses, entre los jóvenes y el sindicalismo combativo.
Esta preocupación la compartía la burocracia sindical que tenía, como sus máximos referentes, a José Rucci y a Lorenzo Miguel.
Además esta masacre fue el bautismo de fuego de la siniestra Triple A -Alianza Anticomunista Argentina-.
La organización de la misma había sido sugerida por el General en una reunión en la que participara, entre otros, Oscar Bidegain electo gobernador de la provincia de Buenos Aires, amigo de Alicia Eguren y de Jhon William Cooke. Este quedó seriamente preocupado por la propuesta.
En esa oportunidad “el Viejo” señaló que sería conveniente conformar una especie de “Somaten”, similar al que organizara el General Primo de Rivera en toda España en el año 1923, que este equipara a los “camisas negras” de Mussolini; organización dirigida a reprimir, paraestatalmente, a los militantes populares y revolucionarios.
El “Somaten” era una formación, originalmente catalana, cuyo nombre significa “estamos atentos”; estaba dirigida a secuestrar y asesinar a los militantes anarquistas, comunistas y socialistas en el período previo al establecimiento de la Republica.
En esos días, de fines de junio de este año 1973, de alegrías y tristezas, el golpe de mano estaba consumado, por lo que comenzaron los movimientos para organizar la sucesión.
A este contexto se sumaban las noticias alarmantes que llegaban desde la Patria de Artigas en la que el 27 de junio las Fuerzas Armadas, junto con el presidente José María Bordaberry, habían disuelto el Parlamento y conformado un gobierno cívico militar.
Los sindicatos llamaron a resistir el golpe y lanzaron una huelga general.
La Dictadura respondió deteniendo a centenares de dirigentes políticos y sindicales entre los que estaba el presidente del Frente Amplio el General Liber Seregni.
Muchos tomaron el camino del exilio. Entre ellos llegó a Buenos Aires Zelmar Michelini. el que, meses más tarde, se integró a la redacción del diario “El Mundo”; del que yo formaba parte como subdirector.
Este había comenzado a publicarse, en esos días, en dos ediciones, quinta y sexta, con muy buena recepción entre los sectores populares y el público en general, bajo la dirección de Luis Cerrutti Costa y, como acordáramos en el Consejo Editorial, con una visión amplia y plural.
Por su lado en la patria de Salvador Allende, los “momios” -la ultra derecha- impulsaban y apoyaban económicamente las huelgas de camioneros que ocasionaron serios problemas de abastecimiento.
Se sucedían marchas de sectores medios y altos reclamando el ingreso de las Fuerzas Armadas en la escena política para detener la “vía chilena al socialismo” y los mandos militares se unificaban, detrás del General Augusto Pinochet; recientemente designado como Comandante en Jefe del Ejército.
Por su parte los trascendidos periodísticos daban como eminente la renuncia del “Tío”, por lo que solicitamos una audiencia al vicepresidente Vicente Solano Lima a los efectos de lograr resolver el tema del papel para el diario.
Las cuotas de ese vital elemento la manejaba el Ministerio de Economía que ocupaba José Bel Gelbard, que cómo conocía nuestra postura y la de todo el sindicalismo clasista y combativo contrario al Pacto Social que el aspiraba a concretar entre empresarios y burócratas sindicales para “asegurarse la paz social”; necesaria para continuar con el modelo de “capitalismo con rostro humano” que propugnaba el nuevo Perón, nos ponía todo tipo de trabas.
Al respecto Agustín Tosco había señalado: “…Estamos contra el capitalismo, porque con el sistema capitalista hemos cosechado: analfabetismo, deserción escolar, mortalidad infantil, desocupación, falta de viviendas, insuficiencia de hospitales para atender la salud del pueblo. Este es el resultado en definitiva de una sociedad donde los grandes medios de producción están en poder de los monopolios, fundamentalmente del imperialismo, en general…”.
Concurrí a la Casa Rosada, a la entrevista con el Vice, con Alicia Eguren. Ella lo conocía a este desde los años 50, por lo que nos recibió con muestras de simpatía, no sólo en lo personal, sino también destacando el desafío que suponía, en épocas tan turbulentas, editar un diario que, sin duda, no era “oficialista”.
Se lo notaba golpeado y apesadumbrado por el final de esta “primavera”, pero escuchó atentamente nuestra explicación y el porqué de la solicitud.
El papel para los diarios era, en gran parte, importado y el estado lo subvencionaba mediante un dólar con una cotización inferior a la del mercado; por lo que pedíamos que el mismo trato se nos diera a nosotros.
A lo que respondió afirmativamente, asegurándonos que antes de dejar el cargo resolvería el tema. Así lo hizo y en la primera semana de julio las trabas burocráticas que oponía el Ministerio de Economía fueron superadas.
Los trascendidos indicaban, en la segunda semana de julio, como inminente la renuncia. Antes de que esto ocurriera la fracción burguesa del Movimiento y el partido militar trataban de resolver quién se haría cargo de la transición.
Conforme a lo establecido en la Constitución le correspondía al vicepresidente del Senado que era Alejandro Díaz Bialet.
Este no contaba con la confianza del General, ni de su séquito, por lo que se le “sugirió” que pidiera licencia y emprendiera un largo viaje a Europa para despejarle el camino a Raúl Alberto Lastiri presidente de la Cámara de Diputados y yerno del “brujo”.
Acordado el proceso sucesorio le hicieron saber a Cámpora que debía renunciar él y Solano Lima.
El último acto de este, como inquilino del sillón de Rivadavia, fue el de dictar y firmar un decreto por el cuál se le devolvía el grado militar inmediato superior a Perón y también todos sus bienes; de los que había sido despojado por el gobierno surgido del golpe contrarrevolucionario producido 18 años atrás. .
Además se le abonarían los sueldos, dejados de percibir, desde el 16 de setiembre de 1955.
Con su conciencia tranquila, el 13 de julio, por cadena nacional, anunció su dimisión, agradeciendo a los jóvenes que habían protagonizado la histórica resistencia a la Dictadura Militar, a los trabajadores y al pueblo que lo habían acompañado a lo largo de esos días y a los funcionarios que lo habían secundado en la gestión.
Señaló, además, en una prueba de su absoluta lealtad al Jefe del Movimiento, que de esta forma se generaban las condiciones para que se llamara a elecciones y este asumiera la Presidencia de la Nación.
Pese a ello el peronismo burgués y el propio Perón no le perdonaron su osadía y al año siguiente fue expulsado del Partido y la Triple A lo condenó a muerte.
Este fue el “triste y solitario final” de una experiencia, rica en movilizaciones y en derechos recuperados, en la que todas las organizaciones revolucionarias acordaron una tregua; sin perder de vista los planes que elaboraba el partido militar; expresión política de las clases dominantes.
¿Cuál fue la respuesta popular en este nuevo escenario? ¿De qué forma reaccionaron las organizaciones revolucionarias? ¿Cómo se dio el intento de oponer a la fórmula “Perón-Perón” un binomio integrado por Agustín Tosco y Armando Jaime”? Estos y otros temas abordaremos en nuestra próxima nota.
Manuel Justo Gaggero, abogado. Ex Director del Diario “El Mundo” y de las revistas “Nuevo Hombre” y “Diciembre 20”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario