sábado, 10 de mayo de 2014
Historia de una desobediencia
La imaginación de la realidad. Hace muy poco, 62 legisladores nacionales firmaron en el Parlamento el proyecto de ley que contempla la interrupción voluntaria del embarazo durante las primeras doce semanas de gestación. Fue elaborado por las organizaciones que participan de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Estamos hablando cuando la lucha de los movimientos populares, en especial del movimiento de mujeres, disputa contra un régimen social basado en el miedo a creencias religiosas y en la discriminación. También contra la gula económica de corporaciones médicas y laboratorios. Nada más avasallante que pisotear los principios fundamentales de una existencia digna: la igualdad, la libertad y la justicia.
La constatación de que esta realidad tiene antecedentes se la debemos a la escritora feminista Mabel Bellucci, quien en su libro Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo narra el largo y espinoso camino del movimiento feminista por la conquista de la libertad de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos. Sus protagonistas son aquellas rebeldes que dijeron “no” al sometimiento y a los abusos del poder en tierras poderosas. Fue allá por los años ’60 y ’70 que se presentaron batallas en los puntos neurálgicos de los Estados Unidos –Nueva York, Chicago y Boston– para más tarde repetir las paradigmáticas campañas del “Yo aborté” llevadas a cabo en Francia y en Italia.
Esas ansias por adueñarse de sus cuerpos y de su decisión reproductiva cruzaron fronteras para afincar tales ideales en nuestro país hasta el presente. De esta manera se retratan las tensiones y complejidades entre un feminismo naciente, solitario y de pequeños grupos y las organizaciones político-armadas junto con los partidos de izquierda durante la década donde la revolución estaba a la vuelta de la esquina. De inmediato, en nuestro querido país irrumpieron los dioses de botas y charreteras. Inmovilizar el tiempo en las cárceles y en los centros clandestinos de detención fue su propósito más anhelado. Si bien estos matones de garrote devastaron a los movimientos populares, de esas cenizas nació la resistencia en manos de un reducido número de amas de casa que por su valentía entraron de lleno a la Gran Epopeya. Pero Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo no se frena allí. Prosigue su pesquisa con la reactivación de las mujeres organizadas y su fortalecimiento durante la transición democrática. Después relata las reacciones feministas al impacto de la convertibilidad bajo el manto del neoliberalismo durante el menemato; la revuelta plebeya de 2001 con sus ensayos exploratorios de democracia directa con las asambleas populares. Allí, el debate del aborto se fugó de las filas del feminismo para ser lema de otros movimientos populares. Si esto no es un triunfo, ¿de qué estamos hablando entonces? Por último, Mabel Bellucci cierra su investigación con el surgimiento de la “Campaña Nacional por el Derecho del Aborto Legal, Seguro y Gratuito”, en 2005. La presenta con dinamismo al entrevistar a dos referentes fundamentales e imprescindibles de este espacio. Pese a los años transcurridos en una Argentina con tantas idas y venidas, hoy la campaña prosigue en ascenso gracias a la prepotencia del trabajo de sus integrantes, diría Roberto Arlt.
En este libro, todas estas activistas se entrecruzaron como enredaderas en el relato y en el testimonio, y fueron retratadas con minuciosidad por la autora. Así salieron por su propio impulso de la humillación a la que estaban sometidas por el yugo machista y llevaron como “mascarón de proa la imaginación y la tenacidad de la vida”. Sólo ellas son soberanas de su reproducción biológica y de su decisión o no de abortar. Por más que los médicos y las religiones las amedrentan con el fin de desviarlas de su objetivo, si ellas tomaran esta determinación, lo harán hasta el punto de exponer sus vidas y su salud para decir: “¡Basta!”. Tendré el gusto de presentar Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo el 11 de mayo en el marco de la Feria del Libro, en la Sala ABC, Pabellón Blanco, de 18 a 20, junto con invitadas e invitados jóvenes provenientes de la militancia y también de la academia.
Nuestra historia está plagada de ejemplos de mujeres desobedientes que no se doblegaron para reclamar sus derechos. Ya sabemos de nuestras queridas Madres. Ellas aplicaron su desobediencia debida y su rebeldía cuando el miedo y la cobardía de todos cerraban las puertas. La época argentina ganó su mejor página. Un pañuelo blanco contra la picana, la desaparición, el robo de niños, las patotas de la cúspide. Mil jueves, el pañuelo blanco. El mejor aporte a la democracia en estos treinta años.
También en la obra Las putas de San Julián, un espectáculo que se presenta en el Teatro Nacional Cervantes basado en un episodio de mi libro La Patagonia rebelde, recreamos la dignidad y valentía de ese núcleo de mujeres pobres y anónimas que desobedecieron las órdenes militares por el fusilamiento de cientos de peones rurales. Sucedió el 17 de febrero de 1922, en Santa Cruz. En un mísero prostíbulo, nativas e inmigrantes se negaron a prestar sus servicios a la soldadesca que ejecutó a los trabajadores que llevaron a cabo la huelga. Sobre todo es un homenaje a ellas, quienes protagonizaron ese hecho que durante años fue tabú, porque implicaba directamente al Ejército Argentino y a la máxima autoridad de la República, Hipólito Yrigoyen. En medio de tanta ignominia, latrocinio y crímenes irreparables, fueron las únicas que se plantaron ante el Ejército, en homenaje a tanto obrero fusilado. Estuvieron más fuertes que nunca frente a la miserabilidad de los obedientes debidos.
Por último quisiera hacer un reconocimiento a la Comisión por el Derecho al Aborto, agrupación autogestiva que tuvo como único objetivo luchar por esta demanda prioritaria del feminismo. De allí que transcribo las ideas centrales de una entrevista que se publicó en la revista Nuevos Aportes, en 1998. Recuerdo que las integrantes de la Comisión, representada por la histórica referente Dora Coledesky, estuvieron desde los primeros momentos en que se constituyó la cátedra libre sobre Derechos Humanos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Allí se creó la cátedra de género a cargo de Marcela Franco, María Antonia Sánchez y Nora Pulido. Y todas juntas trabajaron intensamente para debatir las cuestiones vertebrales que atañen a las mujeres. Entonces acompañé el planteo del aborto en ese ámbito universitario para empezar... pese a todo. El optimismo tiene que existir.
A modo de coda: el aborto es uno de los temas fundamentales de la vida de las mujeres y hombres, y me extraña que las mujeres argentinas no hayan tomado en sus manos, no hayan hecho conocer a la población su modo de pensar. En nuestro país se dan muy pocas chances a la mujer de realizar su propia vida y su propio pensamiento. Existe oportunismo en los políticos, mucha ignorancia y conformismo, y de fondo una latente crueldad e hipocresía por mantener en la clandestinidad al aborto. Soy partidario de avanzar mucho más y de llegar a la absoluta voluntad de la mujer. Y me parece bien que el Estado y organismos comunitarios mantengan oficinas de consejo con gente entendida, como médicos, psicólogos, sociólogos, que tengan una comprensión más profunda del tema. En los lugares donde se había avanzado en los acuerdos sociales sobre el aborto están habiendo retrocesos. En el caso de Alemania, últimamente, por orden del Papa, la intervención que tenía la Iglesia en los consejos fue retirada y ha iniciado una campaña contra la ley, es decir, después de tanto trabajo, el Papa da una orden totalmente reaccionaria. La otra cuestión es el abandono total de las adolescentes, las madres solteras, las que quieren tener hijos y las que simplemente no desean tener hijos. Aquí debe ser fundamental el consejo de mujeres que aman la vida y puedan transmitir sus experiencias a aquellas que se ven de pronto ante problemas en los que se juega con la vida y el derecho de cada uno. Creo que también es preciso debatir la anticoncepción junto con el tema del aborto. Las mujeres deben instalar el tema y van a ser apoyadas siempre por los hombres de buena voluntad que anhelan una vida de comprensión entre los sexos.
Osvaldo Bayer
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