lunes, 12 de mayo de 2014
El “modelo” de la recesión
La caída avanza sin pausa en muchas industrias. Se extienden las suspensiones y hasta hay “despidos hormiga”. La situación más grave se da en las automotrices. El superávit fiscal se dilapidó a fuerza de pagos de deuda y subsidios a las ganancias empresariales. El superávit comercial se reduce aceleradamente exponiendo que en la “década ganada” el atraso estructural de la economía y su carácter dependiente permanecen intactos. Los dólares que se van en pagos de la deuda externa y en ganancias que se llevan las empresas imperialistas que dominan la economía, son los dólares que faltan para sostener el crecimiento. El agotamiento del “modelo” y la política recesiva del gobierno con la devaluación, la inflación, los techos salariales, los tarifazos y la suba de tasas de intereses achican el consumo popular y de las clases medias, pero también afectan las inversiones y la producción. La compensación a Repsol por el saqueo petrolero y la ambición oficialista de cerrar acuerdos con el Club de París y los fondos buitres, terminará en un nuevo ciclo de endeudamiento. Los “nacionales y populares” se esperanzan con que el capital financiero imperialista aporte los dólares para salvar al “modelo”.
La industria marcha atrás
Comparando la producción entre enero y marzo de este año en relación al mismo período de 2014, la actividad industrial cayó 3,1%. La retracción se profundizó en marzo (-5,9%). La menor producción, que es un dato en la mayoría de las ramas industriales, es mucho más grave en las automotrices que en abril registraron una baja de 22%. Luego de una década de ganancias siderales y después de un 2013 con récord de ventas pretenden hacer cargar su crisis sobre los trabajadores. El SMATA estima que son 12 mil los trabajadores suspendidos entre las terminales, las autopartistas y las fábricas de motos. Este gremio dirigido por el burócrata Ricardo Pignanelli actúa como vocero de las empresas pidiendo al gobierno créditos subsidiados que reactiven el mercado automotriz.
Los problemas con el empleo no son exclusivos de las automotrices. La UOM denunció que en Córdoba hay “despidos hormiga”. En la construcción también se siente la caída de la actividad y el empleo. Ante los notorios problemas con los puestos de trabajo el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, desmintió que el gobierno esté analizando la doble indemnización para poner un límite a los despidos. La comparación con la medida que tomó Eduardo Duhalde en 2002 seguramente no agrade al oficialismo.
El gobierno busca vender que la debacle de las automotrices se debe a la caída de las compras desde Brasil. Pero el hecho que la caída de las ventas locales es superior a la retracción de exportaciones contradice el argumento oficial. Es cierto que la renegociación del régimen automotriz con el país vecino causa fricciones, pero la causa profunda de la caída es el enfriamiento de la economía que impuso el kirchnerismo vía devaluación, suba de tasas de intereses, tarifazos en los servicios públicos y el deterioro del poder de compra del salario con la inflación. El resultado era más que previsible: la caída del consumo. El bajón en las ventas de abril (-36%) es todavía mayor que lo que se reflejó en la producción (-22%). Es decir, la situación puede empeorar. Todas las terminales acumulan importantes stocks de autos sin vender. Otra demostración de que la política K es recesiva es que el consumo en supermercados está prácticamente estancado.
Atrayendo al capital
En contraste, las ganancias empresariales gozan de buena salud. En 2013, el Mercado de Valores de Buenos Aires (Merval, donde se negocian acciones de las principales empresas) registró una de las mayores alzas en el mundo. Las sociedades cotizantes distribuyeron $35.594 millones (U$S6.269 millones). Aunque esa distribución de ganancias tuvo un leve retroceso comparado con 2012, significó una enorme masa de dividendos. En marzo de este año el Merval siguió mostrando subas elevadas en las cotizaciones de las empresas cotizantes, tanto en pesos como en dólares. Las automotrices no cotizan en bolsa, pero sus ganancias también fueron gigantescas con las ventas récord en 2013.
Por todo esto, aunque parece una paradoja, no lo es que se esté generando un mejor “clima de negocios” para el ingreso de inversiones. La baratura de las empresas argentinas respecto a sus pares de América Latina es un factor de atracción de capitales. Otro es la posibilidad de extraer petróleo y recursos mineros. El ajuste oficial, que cuenta con amplio consenso en el establishment económico y en la oposición patronal, también busca ser un factor de seducción al capital. El gobierno pone orden a algunas variables como el tipo de cambio, las reservas y la inflación a costa de llevar la economía a la recesión. Esos resultados son pírricos. En simultáneo se generan otros desequilibrios: el superávit comercial se erosiona. Los resultados en la industria y en el empleo están a la vista. La inflación no baja del 40% y se está comiendo parte del efecto de la devaluación, por lo cual no se descartan nuevos saltos en el dólar hacia fin de año. Todos aspiran a que el trabajo sucio esté realizado y hacen cuentas para cuando finalice el mandato Cristina Kirchner: la economía mundial sigue su curso de crisis, pero tiene un leve repunte; la soja con precios superiores a 2013 y una cosecha nuevamente récord alimenta de dólares al Banco Central; el cierre de los conflictos abiertos con el capital financiero internacional (Club de París, fondos buitres), aunque todavía no está garantizado a pesar de los esfuerzos “nacionales y populares”, está encauzado. Los planes de la burguesía son el ajuste y reforzar la dependencia del imperialismo. La clase obrera es la única que puede frenar esos planes y lograr que esta vez la crisis la paguen los capitalistas.
Pablo Anino
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