Tamara Seiffer es doctora en Ciencias Sociales, Licenciada en Trabajo Social, docente e investigadora del CONICET. Integra además el Centro de Estudios e Investigaciones en Ciencias Sociales. Como parte de su tarea viene observando la evolución en Argentina del empleo/desempleo, la precarización laboral, el poder adquisitivo de los salarios, el gasto social y la pobreza. Este miércoles fue entrevistada en el programa Los Locos de Buenos Aires donde compartió su visión de las causas que convierten en estructurales a estos problemas.
“No necesariamente tener empleo garantiza salir de la pobreza”, afirma Tamara Seiffer. Y para sustentar esta aseveración explica cómo los bajos salarios, la desocupación y la pobreza se han constituido desde la década de los ‘70 en la segunda fuente de compensación (luego de la renta agraria) que tiene el capitalismo en nuestro país para sostener al conjunto de la Economía.
Sus estudios aportan elementos que demuestran lo que venimos sosteniendo desde nuestros artículos: no se han modificado las estructuras económicas de un modelo que comenzó a instalarse luego del golpe cívico militar del ‘76, se profundizó en los ‘90 y es el mismo que sigue vigente.
Según reflexiona Seiffer, la renta agraria sigue siendo uno de los motores de la economía capitalista argentina. Y si bien el Estado ha retornado luego de su “retiro” en el neoliberalismo, el papel que despliega no es para realizar cambios de fondo sino fundamentalmente para el desarrollo de políticas de asistencia social. Sin embargo, según sus investigaciones, el aumento del gasto social y en especial en asistencia social para los sectores mas carenciados viene creciendo ininterrumpidamente (salvo las crisis de 1982, 1989 y 2001) desde hacer cuatro décadas. El incremento permanente del gasto para asistencia social (actualmente casi 23 por ciento de los hogares reciben dinero de planes sociales) y la asignación universal por hijo son necesarios porque, a pesar de una década de crecimiento casi constante, existe un mercado de trabajo precario, con bajos salarios y desocupación.
El gobierno nacional asegura que no puede dar las cifras de pobreza e indigencia por problemas técnicos y por la imposibilidad de hacer “ensambles” metodológicos, según explicó el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, en el Congreso. Sin embargo, son varios los datos que surgen, incluso desde sectores del oficialismo que han dado sus estadísticas.
Durante la entrevista en Los Locos de Buenos Aires, Seiffer compartió los datos de las investigaciones que realiza junto a su equipo: “Tenemos un estimado de pobreza que ronda el 26 por ciento a febrero y que en diciembre era alrededor del 20. Hay también otras estimaciones de espacios privados, por ejemplo de ex técnicos del INDEC que hablan del 36 por ciento, el Observatorio Social de la UCA con un relevamiento propio habla del 27,5 a fines de 2013, y el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz - que es cercano al gobierno - habla de 13,2 por ciento. Esto da cuenta de la dispersión que existe, pero las cifras son lejanas al 6 por ciento que decía el gobierno”.
Sin embargo, Seiffer afirma que “los índices dicen poco sobre las condiciones de vida de la clase obrera en este momento” y comenta dos ejemplos de cómo están distorsionados los indicadores: el gasto en vivienda, que aparece sub representado en esos índices, y una canasta de alimentos empobrecida como parámetro para definir el límite debajo del cual una persona se considera pobre en Argentina.
Consultada sobre otros elementos que deberían considerarse para definir qué es la pobreza, Seiffer señala que “lo que hace falta es avanzar en estudios cualitativos que permitan dar cuenta de la calidad de vida de la clase obrera hoy y tener un concepto de pobreza que no se puede sintetizar en un único indicador: “En el análisis a más largo plazo lo que se ve es un proceso general de empobreciendo de la clase obrera argentina que no es exclusivo de esta década en la que hubo un mejoramiento relativo en relación a la crisis de 2001. Pero si miramos mas atrás vemos un deterioro generalizado que se expresa en el aumento de la violencia, de la violencia escolar, el avance en el consumo de drogas baratas, la degradación educativa, etc.”.
Según afirma el gobierno, entre los años 2003 y 2013 se crearon 6 millones de puestos de trabajo y, a diferencia de los ‘90 donde de cada 100 puestos 90 eran no registrados, en los últimos diez años de cada 100, 92 son trabajadores registrados. Sin embargo esto se da en un contexto de altos índices de pobreza que además han ido en aumento.
Seiffer explica este fenómeno de mayor ocupación y aumento de pobreza, en apariencia contradictorio: “Efectivamente hubo creación de empleo y aumento de empleo registrado. Pero en la última década acceder a un empleo y luego a uno registrado, no es garantía de salir de la pobreza. Si bien los salarios (en cuanto a su poder adquisitivo) crecieron desde la última crisis de 2001, aun no llegan a los valores de la década del ‘90 y están a la mitad de 1975. Pensemos además que cuando elaboramos una canasta básica de alimentos, ésta se ubica muy por encima del Salario Mínimo Vital y Móvil que es una referencia en las negociaciones salariales. Además, en las ramas donde se ha creado empleo registrado han sido en las de más bajos salarios: personal doméstico, construcción y el empleo estatal. Los salarios de los empleados públicos estuvieron por debajo de los que cobran los trabajadores registrados del sector privado”.
Los datos que elabora el Centro de Estudios del cual Seiffer es parte, marcan una tendencia desde mediados de los ‘70 que refleja el empobrecimiento general y concluyen además que tanto los salarios como la pobreza son hoy similares a los de la década de los noventa.
“No es válido el argumento que utiliza el gobierno de que es imposible el aumento de la pobreza si hubo creación de empleo porque el capitalismo argentino encuentra en esta forma de empleo de bajos salarios una fuente de compensación, de riqueza extraordinaria. Se avanza sobre una parte del salario que es la necesaria para la reproducción adecuada de los trabajadores y eso se expresa en un empobrecimiento de la población”, dice.
“Claramente las condiciones en que fuimos viviendo a lo largo de esta década son mejores que las que teníamos en el peor momento de la crisis de 2001 pero eso no es decir mucho, fue la peor crisis por la que atravesó la sociedad argentina con lo cual utilizar eso como parámetro es bastante pobre”, agrega.
Sobre la afirmación de que existen dos modelos, uno neoliberal y el actual nacional y popular y que la única opción es este modelo o la vuelta al neoliberalismo, Seiffer y su equipo opinan que ésta idea “es parte de una caracterización que plantea que hubo un cambio radical en la sociedad y que están contrapuestas estas dos formas de funcionamiento. Pero cuando uno mira las variables generales en realidad ve una constante en términos de cómo se acumula en el país, del papel que cumplen los bajos salarios, de lo que pasó con la asistencia a los más pobres a través de las políticas sociales y las asistenciales. Hay todo un planteo del retorno del Estado. Mirando la década se ve un aumento importante en el gasto social, del gasto en asistencia, a través de diferentes políticas asistenciales y de transferencias de ingresos. Pero esto no es exclusivo de esta década, se observa también en los ochenta y los noventa, y no solo en Argentina sino en varios países de la región e incluso en Estados Unidos que mal podrían ser caracterizados de modelo ‘nacional y populares’”.
Si bien comparte la visión de que la asistencia por parte del Estado hacia los sectores mas carenciados a través de planes sociales podría pensarse como un mecanismo de “redistribución de la riqueza”, Seiffer opina que “el tema es ver de dónde el Estado obtiene los fondos: “Por ejemplo, nosotros tenemos un análisis acerca de la Asignación Universal por Hijo donde miramos lo que pasa con las transferencias para pagarla y vemos que el Estado se ahorró los aumentos para esta asignación con los topes en las asignaciones familiares de los trabajadores en relación de dependencia registrados. O sea, hay una redistribución de los trabajadores en ‘mejores’ condiciones hacia los trabajadores más empobrecidos. No se afectan las ganancias capitalistas de ninguna manera”.
asignacion_universal_por_hijo.jpgRespecto a la permanencia de los planes sociales, existen opiniones que plantean que ante un cambio de gobierno, los planes sociales serían recortados o desaparecerían. Para Seiffer nada indica que haya intención de atacar los planes sociales que hoy son condición sine qua non del funcionamiento económico. “Cuando en 2009 la presidenta lanza la Asignación Universal por Hijo había ya siete proyectos similares, o sea que había un consenso general en las fuerzas políticas. Hoy la asistencia es parte del funcionamiento general de la sociedad. Si bien se necesitan los fondos siempre hay una organización, como por ejemplo el Banco Mundial, que esta dispuesto a aportar para que la crisis no estalle”.
Los estudios del Centro de Investigación reflejan que en términos históricos, en los peores momentos de las crisis hay una contracción del gasto social y en asistencia, pero después de la salida inmediata de la crisis se ubica siempre un piso por encima previo a las crisis. Además, respecto al esfuerzo económico que podría significar sostener estos planes, Seiffer, en base a datos elaborados por el grupo de investigación, comenta: “Si bien el gasto asistencial se expandió mucho y también ocupa una mayor proporción del gasto total y del gasto social total (se gasta proporcionalmente más en asistencia que en otros rubros como educación o vivienda, en términos relativos a lo que se gastaba antes) todavía ocupa una proporción menor. Y no es un esfuerzo tan grande para el presupuesto total del Estado. La AUH abarca alrededor de entre un 3 y un 3,5 por ciento del gasto total. O sea que puede ajustarse por otro lado”.
Mirando el modelo que se ha desarrollado en la última década, podemos afirmar que tenemos un modelo dependiente de la producción y exportación de soja y automóviles. ¿Qué hacer en el mientras tanto? ¿Es posible hacer una reconversión dentro de este esquema de producción para reconvertir mínimamente esta estructura?
Para Seiffer esto no es viable: “El proceso de centralización que requiere esta industria para funcionar solo puede hacerse con un proceso de centralización de la propiedad privada. El ‘mientras tanto’ pasa entonces por otro lado: por reivindicaciones parciales, económicas (...), por la lucha salarial, para conseguir que los salarios estén indexados a una inflación real y no la del INDEC intervenido y que lo mismo se haga con la asistencia social que hoy se ubica en cifras irrisorias. Una familia que recibe actualmente la Asignación Universal por dos hijos (que es el promedio) cobra 742 pesos y estamos hablando de una canasta básica de alimentos de 4.000 pesos”.
Contundente en sus conclusiones sobre las causas de fondo de la pobreza, Seiffer afirma: “En Argentina hay pobreza porque hay capitalismo. Y porque al capitalismo argentino le sobra gente. Entonces ¿no sobrará el capitalismo?”.
Fabiana Arencibia (RED ECO)
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