martes, 13 de mayo de 2014
Una reparación
Héctor Juan Toubes tenía 29 años, militaba en el Ejército Revolucionario del Pueblo y trabajaba en el Correo Argentino cuando una patota de la Policía Bonaerense lo secuestró de su domicilio. “El Correo nos fue indiferente a los familiares de sus empleados desaparecidos. Muchos familiares fueron a pedir trabajo y les dieron la espalda”, explicó David, el hijo mayor de Juan y el primero en revertir esa pequeña parte de su historia, que es también la de muchos otros. Desde ayer es el primer hijo de desaparecidos por la última dictadura cívico-militar incorporado a la planta permanente de la dependencia estatal en la que se desempeñó su padre.
La madrugada del 1° de octubre de 1976 en la que diez patrulleros llegaron a su casa, lo obligaron a él y a sus tres hermanos –ocho, siete, seis y cuatro años– a taparse la cara con las sábanas y se llevaron a su papá, relata David, de 45, con el mismo nivel de detalle con el que atesora los paseos que hacían juntos. “Mi viejo me llevaba a sus reuniones, a los barrios pobres y también me trajo varias veces al Correo, pero después de lo que ocurrió con él, mi familia dejó de tener contacto con la institución”, añadió en diálogo con Página/12.
La Comisión de Trabajo por la Reconstrucción de Nuestra Identidad, cuyo funcionamiento en la órbita del Ministerio de Obras Públicas comenzó en 2007 y se vio ampliado a toda la administración pública vía un decreto de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, de 2012, fue “un lugar acogedor” para David. Allí sintió que podía empezar a trabajar en relación con su historia. Entre los resultados de la labor de la comisión figura el de la recomposición del legajo del papá de David, y desde esa relación se comenzó a barajar la posibilidad de que él pudiese ocupar su lugar en el Correo.
“Siempre existió el parámetro cultural, presente incluso en diferentes convenios colectivos, de que, fallecida la madre o el padre sustento de hogar, tenían sus hijos la prioridad de ocupar sus puestos de trabajo”, introdujo Julián Escabiolo, miembro de la comisión. “Para nosotros, la incorporación de un hijo o hija de un trabajador o trabajadora desaparecidos durante el terrorismo de Estado es una reconstrucción de esa cultura histórica del movimiento obrero argentino, siempre y cuando esa persona necesite el trabajo, y su presencia en el puesto de su padre o madre tenga una simbología importante en su vida”, añadió. El contacto con el Correo fue a través de la Secretaría de Comunicaciones de la Nación, a cargo de Norberto Berner. La incorporación se hizo efectiva poco más de medio año después.
Son cerca de 18 los empleados del Correo Argentino identificados que permanecen desaparecidos, aunque “se cree que son más”, apuntó David. El papá de Angela Becerra, Juan Carlos, era delegado del Correo. Ella aún pelea porque su destino sea igual al de David, quien a partir de ayer se desempeña en el área comercial de la institución.
Ailín Bullentini
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