jueves, 1 de mayo de 2014

Pibes y gendarmes



En 2013 murieron 40 chicos víctimas de homicidio, 22 de ellos en Rosario.

“Aseguran que los delitos violentos se redujeron a la mitad. El gobierno provincial hace un balance muy positivo sobre los operativos conjuntos. El ministerio de Seguridad de Santa Fe sostiene que es un efecto de la presencia de las fuerzas federales en la ciudad. Además, a los hospitales llegan menos heridos de bala. Auspicioso: también bajaron los robos cometidos con motos”, es el principal titular del diario “La Capital”, de la ciudad de Rosario del sábado 26 de abril de 2014.
“Hay un antes y un después”, dijo el gobernador, Antonio Bonfatti, aquella tarde del miércoles 9 de abril cuando desembarcaron casi tres mil efectivos de gendarmería, prefectura y policía federal en 67 lugares enclavados en el cinturón de villas miserias que rodea el centro de la cuna de la bandera, allanamientos en el “mapa de la pobreza”, como lo graficó el ministro de Seguridad, Raúl Lamberto, a este cronista en esa misma jornada.
Hay encuestas que sostienen que el 86 por ciento de los rosarinos están a favor de la “ocupación” de los barrios de parte de las fuerzas federales y se leen y escuchan testimonios que hablan que “ahora se puede dormir con tranquilidad” en la ex geografía obrera, industrial, portuaria y ferroviaria.
En cualquier momento habrá un homenaje a Sergio Berni. Los grandes partidos políticos de la provincia van detrás de las encuestas, verdadera dictadura del presente, y nadie piensa en el día después.
Pero la misma tapa del histórico diario fundado por la familia Lagos marca el límite y obliga a pensar en lo que está más allá del fusil de las fuerzas federales. “En los bunkers de drogas sólo trabajan niños. Lo revela un informe de la Defensoría de Niñez, Adolescencia y Familia. Piden que no se los trate como delincuentes. Problema de fondo. La mitad de los jóvenes abandona la escuela secundaria”, sostiene la información de la tapa.
¿El trabajo que las pibas y los pibes encuentran en los bunkers será reemplazado por la acción de las fuerzas de seguridad nacionales que ahora son aplaudidas y celebradas por vecinos, funcionarios y organizaciones políticas?.
En 2013 murieron 40 chicos víctimas de homicidio, 22 de ellos en Rosario.
Las causas esas tempranísimas ausencias no están en las formas de morir, sino en las formas de vivir.
En relación a estos números, dice la página 194 del Observatorio que “hay un claro sesgo de género en las muertes violentas por homicidios dolosos, la predominancia de niños y adolescentes varones es notable. El medio utilizado en los homicidios de este tipo de manera claramente mayoritaria es el arma de fuego, lo que lleva a reflexionar sobre la disponibilidad de las mismas en el contexto donde estos homicidios dolosos han tenido lugar. Contra lo que se sostiene frecuentemente desde distintos discursos, los homicidios de adolescentes se relacionan con la comisión de robos u otros delitos en porcentajes mínimos: las circunstancias en que mueren son casi excluyentemente por cuestiones interpersonales o familiares y en la vía pública. Los datos dan cuenta de un aspecto de la realidad actual en que viven y se desarrollan las niñas, niños y adolescentes que exige ser modificada, por lo demás, se espera que los datos presentados contribuyan a deconstruir algunos supuestos para que dicha transformación sea posible”, marca con profundidad y sencillez el informe.
Esa necesaria transformación de la vida de los pibes en Rosario, la provincia de Santa Fe y la Argentina en general, no parece que será solamente la consecuencia de la ocupación territorial de parte de las fuerzas de seguridad, sino de una política que le ofrezca a las chicas y los chicos un mejor presente donde sean posible los sueños, la educación, el trabajo, el deporte, el arte, la cultura y el entretenimiento.
Construcciones que van mucho más allá de los uniformes, las botas, las armas y los helicópteros que todas las noches, desde el 9 de abril, le cantan un extraño arrorró a miles de rosarinos, como bien dijera la maestra y escritora Betty Jouve.

Carlos del Frade

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