El sacerdote Julio César Grassi fue condenado a quince años de prisión pero no irá a prisión. Por esas incomprensibles decisiones a las que nos tiene acostumbrados la Justicia, el religioso, que fue encontrado culpable de abuso sexual cometido reiteradamente contra un menor de 13 años, está libre, salió del recinto del juzgado sin esposas y pudo hablar sin problemas con toda la prensa que tuvo a su disposición. Hizo lo que siempre hizo, lo que mejor sabe hacer: se victimizó y juzgó a sus juzgadores.
Pero para las víctimas del accionar perverso de este hombre que, como dijo un especialista, no manifiesta ningún síntoma de arrepentimiento, ni siquiera de reconocimiento de los hechos que cometió, el calvario continúa. En el colmo del absurdo, Grassi se irá a su casa y podrá seguir asistiendo a la fundación en donde hay niños alojados. Mientras se espera la segunda y definitiva instancia del juicio seguirá gozando de libertad por un lapso que podría durar años a causa de la ya muy conocida y pesada burocracia judicial. Y si acaso apareciera algún magistrado diligente, estará siempre listo el batallón de abogados que tiene el cura a su disposición para extender los procedimientos hasta el infinito.
A propósito de abogados: un dato que se recordó al momento de la sentencia fue el pedigrí de quienes asistieron al sacerdote, entre los que se encuentran los penalistas más caros del país. Uno de ellos fue abogado de Alfredo Yabrán; otro, de Carlos Telleldín en la causa AMIA; otro fue Luis Moreno Ocampo, ex fiscal y miembro del Tribunal Penal Internacional (sus honorarios no serán pagados por Grassi sino por un poderoso empresario muy amigo del cura). Y la lista sigue...
También se recordaron los golpes y amenazas que recibió el terapeuta que asistió a uno de los chicos abusados por Grassi y las amenazas que recibió el obispo de Morón por parte de los amigos fundamentalistas del reo.
Para dictar su sentencia el Tribunal Oral 1 consideró únicamente tres casos de abusos sobre sólo uno de los menores denunciantes, y desechó los casos denunciados por otros dos chicos. Previamente, ya había dejado de lado otras denuncias para centrarse sólo en éstos.
Muchos observadores señalaron que el fallo pareció destinado a dejar conformes a todos. A condenar una conducta aberrante contra un menor por parte de quien estaba a su cargo y ejercía una influencia abrumadora, y a la feligresía católica recalcitrante que siguió este caso como si fuera un ataque demoníaco contra un inocente ángel de la guarda. No puede dejar de señalarse que todavía la cúpula de la Iglesia católica no ha dicho una palabra, y es muy poco probable que lo haga antes que se pronuncie la segunda instancia que será dentro de mucho tiempo.
La libertad con que fue beneficiado Grassi provocó alarma en el Comité que defiende los derechos de la niñez y que siguió de cerca el juicio. “Es insólito, peligroso y aberrante”, dijo la entidad y denunció que los jueces “no tuvieron el valor y el compromiso de detenerlo”.
Las descripción del cura que dio uno de los peritos es contundente: “es un narcisista crónico, no es un demente, es racional, el psicópata convive con la realidad, su estructura no cambia, es irreversible, siempre va a ser un perverso, va a repetir el error porque no siente culpa”.
Ahora se sabe, porque se demostró, que el religioso cometió efectivamente abusos sexuales contra un menor que estaba bajo su custodia. Hay otras denuncias que el tribunal desestimó en el fallo, pero hay serias evidencias de que también tuvieron lugar y darán lugar a la apelación de los querellantes. A pesar de todo, el cura seguirá libre y en contacto con menores.
Pregunta ineludible: un ciudadano pobre y sin sotana: ¿hubiera recibido el mismo trato?
LA ARENA
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