Muchos dirán, desde el espectro político de esa entelequia que es el progresismo, y desde la izquierda, que en estas elecciones el pueblo se volcó hacia la derecha.
En lo concreto, es cierto.
Sin embargo, habría que tener en cuenta “qué es la derecha” para el ciudadano común, que siente que le mienten, lo estafan y lo angustian permanentemente desde el gobierno K. Hay que vivir en el conurbano, enfrentando al aparato directamente fascista y mafioso de los caudillos bonaerenses del PJ. Entonces la línea que delimita el sector más reaccionario de la política se hace difuso y, por lo tanto, confuso.
Para el entendimiento común de los habitantes de este suelo, la jornada del 28 de junio sirvió como oportunidad para darle una bofetada brutal a quien identifica como el hacedor de sus males: el gobierno kirchnerista, que, como Julio César en marzo, tuvo su idus en junio.
No importaba quién estuviese en frente: el asunto era votar en contra, y a quien pudiera ganarle. Como, mayoritariamente, lo único que estaba construido aparecía a la derecha del oficialismo, hacia allí fue el favor popular. La provincia de Buenos Aires fue una enorme estaca en el corazón oficialista, y hasta en Santa Cruz el pingüinaje recibió la pateadura.
El gran responsable, entonces, del crecimiento de la derecha más rancia, es el propio gobierno.
Sin embargo, no todas son tan agrias: Macri, que aparece como gran ganador junto con De Narváez, perdió alrededor de 20 puntos respecto del 2007. El impresentable banquero Heller llevó al PJ a una de sus peores derrotas en la Capital Federal. Y, más allá de las consideraciones que se puedan tener sobre Pino Solanas y su Proyecto Sur, el voto allí depositado está a la izquierda en el imaginario popular.
El voto castigo no fue solo para el gobierno, también existe una especie de sanción (aunque en este caso por omisión), hacia la vieja y vetusta izquierda sectaria y autoproclamatoria. Hace rato que está demostrado que esas viejas formas de hacer política son ignoradas y cuando no repudiadas por las mayorías populares. La insignificancia repetida hasta el hartazgo en las urnas debería aleccionar a las eternizadas direcciones de su fracaso terminal.
Se vienen tiempos difíciles para el pueblo argentino. Se avizora un gobierno de derecha explícita para el 2011. Para quienes soñamos con otro tipo de sociedad, una donde no exista la explotación del hombre por el hombre, no queda otra que dejar atrás los viejos vicios diluyentes y atomizantes, y encarar de una vez por todas la construcción de una opción de masas desde la izquierda que se proponga luchar por el poder en nuestro país.
Mañana mismo hay que empezar.
Esa es la tarea de la hora.
Cualquier otra cosa será funcional a los intereses de los explotadores.
Gustavo Robles
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