miércoles, 10 de junio de 2009

El paco y la complicidad


El verdadero boom económico de los últimos veinte años es el narcotráfico.
La cocaína y la marihuana aumentaron su circulación en por lo menos veinte meses en casi todas las provincias argentinas.
Un crecimiento que no tiene parangón con ninguna otra actividad que se desarrolla en el país.
Semejante multiplicación no es posible sin el auspicio o la complicidad de ciertos nichos de las fuerzas de seguridad nacionales y provinciales que dicen cuidar la salud de los habitantes del país estragado.
Policía Federal, Gendarmería y Prefectura, entre las nacionales, y las distintas policías provinciales forman parte del problema cuando en realidad, en la teoría, deberían ser parte de la solución.
Pero si es harto evidente que existe esta complicidad porque si no sería imposible semejante aumento del consumo, la circulación y la exportación de las sustancias psicoactivas también es necesario apuntar a los bolsones de corrupción y connivencia en los distintos poderes políticos que están diseminados a lo largo y ancho de la Argentina.
El narcotráfico es un gran negocio pero también es una fenomenal herramienta política cultural de domesticación.
El sistema hace cuentas y saca conclusiones.
Inundar las grandes ciudades con droga de mala calidad no solamente ayuda a engrosar distintas cajas sino también a convertir a los pibes en dependientes químicos y aislarlos de prácticas políticas y sociales que cuestionen de fondo la estructura del presente.
El sistema no quiere repetir la experiencia de los años setenta.
Elige sembrar droga, hacinar a los pibes en las cárceles y evitar que se vuelvan a enamorar de la palabra revolución.
Por eso el paco llegó para reforzar esta práctica.
De allí que resulte interesante observar cómo ciertos representantes de algunos partidos políticos con experiencia en distintas áreas del estado hablan de las consecuencias del paco pero nunca de sus causas y canales de comercialización.
Los comentarios provienen de la principal ciudad de la Argentina.
Varios candidatos a diputados nacionales por Capital Federal recorren los barrios de la ciudad hablando del paco.
La feroz droga que aniquila cerebros y vidas parece ser un motivo de la campaña.
Pero nada más que eso.
-¿Qué nos prometen? Llevar lo que pedimos al Congreso y la Legislatura. Me cuesta confiar, pero no me queda otra. Si no, no puedo seguir viviendo... Faltan móviles para internarlos rápido y lugares de tratamiento con talleres de capacitación para que puedan trabajar y no recaigan- sostiene Bilma Acuña, angustiada por la falta de recursos para tratar a su hijo Pablo y a tantos otros chicos en Villa Lugano.
-Por acá pasaron varios candidatos, pero yo no los quiero ver. Ahora se embarran los zapatos porque quieren votos. No les interesa si los pibes se siguen matando o si muere gente inocente por la inseguridad -dice María Rosa González, de Ciudad Oculta.
Por su parte, Marta Gómez, de Madres en lucha, criticó a la administración del Señor Mauricio por tratar el problema "con parches" y no destinar recursos a Casa Puerto, el único centro de internación: "Todos hablan, pero en concreto ninguno hace nada. Y los pibes se están muriendo ahora".
Una verdadera política contra el paco y la cocaína será aquella que venga de la mano de un compromiso por un país independiente y que combata la concentración de la riqueza para generar inclusión social. Todo lo demás se parece demasiado a la complicidad.

Carlos del Frade (APE)

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