martes, 16 de junio de 2009

Los bombardeos del 16 de junio de 1955. Recuerdos de ese día


El mes de junio se había iniciado con complicaciones, al agudizarse, entre otros conflictos, el enfrentamiento entre el Gobierno del general Perón y la Iglesia Católica. El viernes 10, a pesar de la prohibición policial, se había realizado una multitudinaria procesión de Corpus Christi que excedía lo estrictamente religioso y, por la noche y frente al Congreso Nacional, se había producido la quema de una bandera argentina, hecho que el gobierno endilgó a la oposición. El país estaba dividido dolorosa e irreconciliablemente entre peronistas y antiperonistas.
El jueves 16 de junio de 1955 amaneció nublado y frío. Un par de horas antes de despuntar el día, como era su costumbre, mi madre se levantó para prepararme el desayuno y disponerse para ir a trabajar a las Oficinas de Nestlé, en la calle Santa Fe casi esquina Cerrito, situadas arriba de una importante mueblería que ya no existe y se llamaba Au Meuble Rustique.
Mi hermana, que vivía en Carapachay, trabajaba de telefonista en la Subsecretaría de Prensa de la Presidencia de la Nación, en Avenida de Mayo 760 y yo lo hacía en la Dirección Autárquica de Obras Municipales DAOM en la esquina de Hipólito Yrigoyen y la diagonal Sur, Julio A. Roca. Como mi madre y yo vivíamos en el 1er. piso de Bernardo de Irigoyen 270, entre Moreno y Alsina estábamos, por cercanía de la vivienda, a cuatro cuadras del Departamento de Policía, sito en Moreno 1550, a media cuadra del Ministerio de Obras Públicas, que estaba en Avenida 9 de Julio entre Moreno y la cortada de Aroma, y a siete cuadras de la Casa de Gobierno, en Balcarce entre Hipólito Yrigoyen y Rivadavia. Por cercanía del trabajo, mi hermana y yo nos encontrábamos a tres cuadras y a pocos pasos de la Plaza de Mayo, respectivamente, ambos en dependencias oficiales. Una de ellas, donde trabajaba mi hermana como telefonista, era el centro de prensa y propaganda del gobierno del general Perón, a cuyo frente estaba Raúl Alejandro Apold.
Recuerdo un episodio muy curioso. Como era su costumbre, mi madre fue a consultar la hora por teléfono y cuando iba a marcar el número para esa consulta, el hoy 113, escuchó una voz que identificó claramente como la voz del general Perón, que preguntaba a alguien ¿Y ahora qué hacemos? Asustada, colgó el teléfono rápidamente y me despertó para relatarme el episodio. Somnoliento, no le di importancia y le dije que estaría ligado y que le habría parecido la voz de Perón.
Con lo relatado estoy diciendo que, sin quererlo, tuvimos inadvertida información del levantamiento decidido la noche anterior y que durante los bombardeos del 16 de junio de 1955 estuvimos dentro del área crítica de los acontecimientos. Vimos pasar los aviones Gloster de la Marina de Guerra y algún Catalina y sentimos retumbar dentro de nuestra casa los tableteos de ametralladoras y las explosiones de las bombas arrojadas sobre la población indefensa, primero sobre la que iba en medios de transporte y a pie y luego sobre la convocada y autoconvocada para expresar su solidaridad con Perón. La orden militar era 'Matar a Perón' y así lo registró la revista O Globo, de Brasil, en su edición inmediata a los acontecimientos.
A eso de las 06:30 salimos para nuestros trabajos, mi madre para Nestlé y yo para DAOM, pero como los empleados municipales hacían un acto de apoyo a Perón frente al Teatro Colón, a las 11 de la mañana regresé a mi casa y me puse a tocar la guitarra. La verdad es que en mi casa no éramos peronistas y yo era el único que tenía militancia política en el Socialismo.
Alrededor de las 11:30 horas mi hermana me llamó por teléfono desesperada diciéndome: 'Anda a buscar a mamita al trabajo que hay un levantamiento militar y van a bombardear la Plaza de Mayo'. Primero no le creí, pero ante su insistencia salí a la calle, tomé el subterráneo de la línea 'C' en la estación Moreno hasta la estación San Martín y caminé por Santa Fe hasta las oficinas de Nestlé. Recuerdo que subí y dije a uno de los Jefes, el señor Petraglia, padre del cineasta Jorge Petraglia, que venía a buscar a mi madre porque había inestabilidad. La dejó salir y retornamos a casa en momentos en que se producían los primeros ametrallamientos y caídas de bombas. La que no podía salir era mi hermana por el lugar que ocupaba y allí estuvo aterrada hasta las 17:00 atendiendo el viejo conmutador telefónico de clavijas y custodiada en su actividad por gente
armada de la Alianza Libertadora Nacionalista.
Cada pasada de los Gloster era seguida por estallidos de bomba y ráfagas de ametralladoras por lo que la gente corría y se refugiaba en los zaguanes de las casas.
En nuestro edificio la gente subía a saltos por la escalera e imploraba entrar en los departamentos. Recuerdo que un joven cayó en el momento en que abría nuestra puerta. Le grité 'adentro o afuera' y respondió: 'adentro'. Y estuvo con nosotros hasta la huida de los aviones hacia el Uruguay. Nunca supimos su nombre ni cuál era su ideología.
A la noche se produjo el incendio de la Curia eclesiástica y de algunas iglesias. El viernes 17 fui a trabajar. Las ambulancias de la Asistencia Pública y de los Hospitales habían recogido los muertos y heridos y la Municipalidad había tratado de poner algún orden en medio de la destrucción y el desastre. Los edificios, especialmente el del Ministerio de Hacienda mostraban el revestimiento de mármol rojo multiperforado por la metralla, lo mismo que la estatua del general Belgrano.
En la Mesa de Entradas General de la DAOM, donde trabajaba, se llevaba el registro de todo lo que se emitía como notas, órdenes de trabajo. Cada dependencia tenía un número y una barra, al que seguía el número de la actuación. La Dirección de Construcciones tenía el número 1/. A primera hora un ordenanza trajo una nota con una orden de trabajo urgente: informaba que la Dirección de Construcciones procedería a cavar 700 tumbas en el Cementerio de la Chacarita. Al asentarla en el libro tuve clara conciencia de la masacre.
Muchos años después, ya disuelta la DAOM y yo fuera de ella, por razones de investigación histórica, traté de ubicar en el Archivo Municipal ese enorme libro de Registro de la Dirección de Construcciones para volver a ver, allí registrada con mi letra, ese macabra orden de trabajo, tétrico reflejo del doloroso enfrentamiento que dividió a los argentinos y que tuvo formas de barbarie.

Víctor O. García Costa (especial para ARGENPRESS.info)

No hay comentarios:

Publicar un comentario