lunes, 15 de junio de 2009
“Es aberrante que quede libre”
Fue el terapeuta de “Gabriel”, el joven por cuyo caso fue condenado el sacerdote. Por su trabajo profesional fue amenazado y atacado en varias oportunidades. Aquí, evalúa el impacto de la sentencia sobre los denunciantes.
“Yo sé de la veracidad de los hechos denunciados por ‘Gabriel’. Para su buena evolución psíquica es necesaria la condena de Grassi”, señaló a Página/12 el médico psiquiatra, especializado en psicología clínica, Enrique Stola, minutos después de escuchar la sentencia a 15 años de prisión que recayó ayer sobre el sacerdote y cabeza de la Fundación Felices los Niños por abuso sexual en dos hechos y corrupción de menores agravada por su condición de guardador en perjuicio del joven.
Stola fue el terapeuta de “Gabriel” después de que el muchacho apareció en Telenoche Investiga denunciando al religioso. Lo contuvo y fortaleció psicológicamente durante los cinco años que siguieron luego de que el caso estallara mediáticamente y lo acompañó en cada una de las pericias a las que fue sometido. Su trabajo profesional con uno de los tres denunciantes del religioso –por cuyo testimonio fue ayer condenado– le costó caro a Stola: recibió tres violentas visitas en su hogar, en una de las cuales recibió una paliza brutal y uno de sus agresores le advirtió: “Dejate de joder, no hagas más quilombo, no jodas más al cura”. Lo contó por primera vez en el juicio, cuando declaró como testigo de la fiscalía, a mediados de octubre. Ese ataque le dejó un cuadro de estrés postraumático, con secuelas por dos años. Fue, además, blanco de hostigamiento y campañas de desprestigio a través de Internet. Grassi lo amenazó con un iniciarle un juicio civil por injurias y calumnias. Estuvo durante un tiempo con guardaespaldas, bajo el programa de protección de testigos de la provincia de Buenos Aires. Ayer, siguió la lectura de la sentencia en su casa, rodeado por su mujer y su hija menor y esta cronista como testigo. “Estoy aliviado”, dijo, con emoción contenida, cuando escuchó el fallo condenatorio.
Una vez que se terminó de leer la sentencia, la sensación de triunfo dejó paso a cierta desilusión porque el Tribunal Nº 1 de Morón desestimó las denuncias de los otros dos jóvenes, “Ezequiel” y “Luis”, comentó Stola. “Es una aberración que los jueces dejen en libertad a Grassi cuando lo condenaron porque creen que es un abusador sexual. Hoy mismo puede abusar de otro chico. Están poniendo en riesgo a otros menores. Es como dejar libre a un violador”, analizó el médico psiquiatra.
No quiso estar en la sala de audiencias. Por cuestiones de seguridad, dijo. Todavía siente cierto temor por las situaciones de violencia y amedrentamiento que vivió en los últimos años y que él relaciona directamente con su participación en el caso. Stola denunció penalmente al fiscal Juan Pablo Galarza por haber manipulado a “Gabriel” para que renunciara como particular damnificado en la causa. Aquella maniobra, finalmente desarmada, beneficiaba a Grassi –sin acusación, la absolución podía estar a la vuelta de la esquina– y le costó a Galarza la separación del caso. Por ese episodio, a fines de 2005 –recuerda– decidió cortar la relación terapéutica con “Gabriel”. No estaba de acuerdo con que desistiera como particular damnificado.
Al muchacho lo conoció días después de que saliera su testimonio en la televisión. “Había estado en un programa anterior en el que se denunciaban a unos workshops, donde se hacía psicodrama para dominar a los participantes. Me habían entrevistado porque soy psicodramatista, para que explicara cómo funcionaba esa técnica. Cuando veo la denuncia contra Grassi y me imagino la repercusión que tendría y las presiones que iban a recibir los periodistas del equipo de Telenoche Investiga, le dejo un mensaje a Miriam Lewin para ofrecerme por si necesitaban algún tipo de acompañamiento terapéutico. Al lunes siguiente recibo un e-mail donde me dice que acepta el ofrecimiento”, señaló. Pero a la cita acordada no fue ningún periodista, sino el joven denunciante, en ese entonces de 18 años, junto a su guardadora legal. “Casi me caigo de espaldas”, recordó.
Stola contó que a Lewin la había conocido en organismos de derechos humanos en la década del ’80. El psiquiatra –recordó– había trabajado terapéuticamente durante la última dictadura militar con detenidos que habían estado desaparecidos, que habían sido torturados, que se iban al exilio. Y al recuperarse la democracia, con los perseguidos políticos que volvían del exilio. “Después empecé a trabajar con mujeres que sufrían violencia de género y con algunos hombres violentos”, siguió Stola.
La primera entrevista a solas con “Gabriel” –señaló– se extendió por dos horas. “Hubo algo que me impactó bastante. Me preguntó por qué yo lo ayudaría. ‘Te creo y estoy dispuesto a atenderte’, le respondí. Estaba muy angustiado, tenía mucho temor por la repercusión que el tema tenía.”
Stola aceptó ser su terapeuta, y tuvo el aval de la jueza que tenía la tutela del adolescente. Durante dos meses también asistió a “Ezequiel”, otro de los denunciantes.
En marzo de 2004, unos meses después de que “Gabriel” sufriera una de las tantas palizas que recibió desde el inicio de la causa contra el cura, dos extraños entraron en el departamento de Barrio Norte de Stola –donde ayer siguió la lectura de la sentencia por TV–. El no estaba. Ataron a su hija menor, entonces de 13 años, y a la mucama. Revolvieron las habitaciones, robaron dinero y otros objetos de valor y lo esperaron. Cuando llegó el psiquiatra, también lo amarraron y luego se fueron. Para Stola el hecho tuvo que ver con las maniobras de amedrentamiento que recibió en estos años del entorno de Grassi. Sufrió en total tres ataques en su casa. En el segundo, hacía poco que también a “Gabriel” le habían dado una paliza. “Fueron dos tipos, uno tenía la experiencia de las fuerzas de seguridad. Me pegaron, me tiraron al suelo. Uno me dijo: ‘Dejate de joder, no hagas más quilombo, no jodas más al cura’.” Stola relató el episodio en el juicio. Declaró a mediados de octubre como testigo de la fiscalía. “A partir de ahí estuve con un cuadro de estrés postraumático, con trastorno del sueño, vivía con miedo, me sentía abatido, se me representaba la escena violenta una y otra vez. Estuve dos años para poder recuperarme. Pasé por momentos de desaliento. Me afectó económicamente: hubo pacientes que dejaron de venir por miedo. Colegas y amigos también tuvieron miedo y dejaron de invitarme a sus casas. Mi pareja ha tenido que bancarme mucho.”
–¿Se arrepintió alguna vez de haberse involucrado en el caso? –le pregunto este diario.
–No me arrepiento de luchar por causas que considero justas. Recibí sugerencias de colegas de que me apartara del caso. Pero no había ninguno que quisiera tomarlo.
–¿Tuvo dudas alguna vez de la veracidad de los dichos de “Gabriel” y de “Ezequiel”?
–Después de haberlos evaluado psiquiátrica y psicológicamente a los dos, no tuve dudas. Una vez uno de los chicos me dijo: “Si hubiera callado, no hubiera pasado por todo esto”. Ahí estuvo la duda: estos pibes estuvieron ofreciendo su cuerpo, su psiquismo a una sociedad que no les daba pelota, que no les da pelota.
Ayer se sentó frente al televisor un poco antes de las 14. Ansioso, nervioso. Tras conocerse el veredicto contra Grassi, el teléfono no dejó de sonar: eran allegados, amigos, que lo querían saludar.
Mariana Carbajal
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