lunes, 12 de enero de 2015

Daniel el travieso



Los atentados en Francia y “los dos demonios” del progresismo. Scioli y sus “nuevos” amigos de las Corpos. Massa “tiene un plan”. El Principito como nuevo columnista del progresismo. Lo no venido. Se agota el tiempo de la gestión kirchnerista y tambalea la ilusión progresista.

De París a Buenos Aires

"Je suis Charlie", la consigna que expresa la conmoción ante los recientes ataques terroristas en París, ha calado a fondo en suelo argentino, aunque la utilización de la tragedia esté lejos de nobles valores. De derecha a izquierda (es una forma de decir), los editorialistas miran la política local con ojos afrancesados.
Fernando Labora escribe en La Nación que “No debería sorprender la frialdad del comunicado oficial con el cual el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner condenó el atentado terrorista (…), en el que eludió toda referencia a la libertad de prensa y de expresión, eje central del atroz ataque que sacudió a París (…)”. De este modo, asimila el brutal ataque terrorista y el kirchnerismo, sino por sus métodos, si por sus objetivos: destruir la libertad de prensa y expresión.
Ya desembozado (y previsible) continúa: “Para los extremistas islámicos, un periodista que cuestiona su visión fundamentalista es equivalente a una fuerza militar de ocupación. En Cuba, los disidentes del castrismo reciben el mote de `gusanos´. En la Venezuela chavista, se los llama `pitiyanquis", `majunches´, `oligarcas de pacotilla´ o `golpistas" a secas. En la Argentina, los opositores reciben el nombre de `gorilas´ o `destituyentes´, al tiempo que los periodistas indóciles ante el gobierno kirchnerista son tildados de `voceros de los poderes concentrados´, como si hubiera un poder más concentrado que el de la fracción gobernante”.
Eduardo van der Kooy ensaya en Clarín el mismo libreto (más moderado) que Laborda: “No podría objetarse la reacción condenatoria del Gobierno (…) Aunque existió una diferencia de tono y, tal vez, de compromiso emocional con otras difundidas en la región. Bastó para notarlo con leer lo que expresaron Dilma Rouseff, Michelle Bachellet o José Mujica. Podría valorarse, además, el silencio de portavoces kirchneristas que, en otras ocasiones, se atrevieron a justificar atrocidades. Hebe de Bonafini, por ejemplo, cuando en el 2001 volaron las Torres Gemelas en Nueva York. O el ex piquetero Luis D’Elía, con sus apologías del régimen de Teherán.”
Para van der Koy, entonces, la diferencia de “tono” no sería por hermandad de intereses con los terroristas, pero sí, por los pragmáticos compromisos internacionales que asumió el kirchnerismo producto de no haber podido romper su “aislamiento del mundo” (civilizado, occidental, y en lo posible cristiano le faltaría decir).
Pero si el lector o lectora piensa que la comparación reaccionaria de Laborda no puede ser superada, debería repensarlo. El editorialista de Página 12, Mario Wainfeld, decidió escribir sobre el atentado en Francia, pero no se sabe a cuento de qué, sintió la compulsión de comenzar su columna con tres párrafos locales para sostener: “El cronista (…), temió-supuso tras los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán que los apodados “piqueteros” se radicalizarían, que acudirían a las armas. Desahuciados socialmente, lanzados al desempleo y la marginalidad, estigmatizados y con mártires... la ecuación parecía cerrar. No fue así, porque algo había cambiado, con sufrimientos terribles de por medio. Hablemos de los crímenes cometidos en Francia desde el 7 de enero”.
Comparar al movimiento de desocupados que en la Argentina noventista expresó una de las mayores resistencias, mientras la familia Kirchner era ferviente cómplice, con la acción terrorista de tres fanáticos es algo a lo cual no se anima ni si quiera La Nación o Clarín. Asimilar a dos compañeros asesinados por la policía de Duhalde (y de Aníbal Fernández) con los llamados mártires islámicos no se puede definir más que como “lepenismo nac & pop”.
Como si no fuese suficiente, todo el análisis sobre la situación francesa se construye en base a la teoría de los dos demonios: en un extremo la derecha xenófoba y fascistizante, en el otro, los terroristas. En el medio se encuentra ausente (una nueva coincidencia con La Nación y Clarín) la más mínima crítica a la política imperial y colonial del Estado Francés quien enfrentando los intentos de liberación de Argelia desarrolló las prácticas contra insurgentes en la cual educarían a la dictadura Argentina de 1976. Ni una sola letra contra las guerras de invasión de Francia y los estados Europeos. Ni un comentario sobre el sojuzgamiento mediante las deudas soberanas que incluso recaen sobre Argentina.
Ni una sola frase para denunciar la unidad reaccionaria que se comienza a poner en marcha en Europa y que tendrá como víctimas a los pueblos oprimidos del mundo, empezando en la propia Francia, con la escalada islamofóbica, contra inmigrantes, nacionalidades oprimidas y contra los trabajadores y la juventud que quieran enfrentar los planes de ajuste y no respeten “los valores -capitalistas- europeos”.
Es que el giro a derecha del kirchnerismo no se limita al elenco gobernante, y tampoco a la política doméstica. Llega a sus escribas y tiñe la política internacional. Y en ese giro, Wainfeld es un verdadero prócer.

Daniel el travieso

Metidos en la politiquería local, acordaremos por primera vez con van der Kooy al decir que no “foguea entusiasmo”.
Los avatares judiciales continúan y parece cada vez más difícil que los escándalos de Lázaro Báez no arrastren a toda la familia presidencial. La última novedad es que una hostería de Baéz en Bariloche, facturaba sus habitaciones a nombre del Hotel Gran Calafate de Cristina, Máximo y Florencia.
La oposición panradical o panperonista está tan perdida que ni siquiera encuentra La Bristol. Solo basta ver “los refuerzos” que consiguió Massa al incorporar a De Narváez que hasta hace diez minutos decía que "Massa es más de lo mismo, más kirchnerismo".
El tema excluyente sigue siendo Scioli y la interna kirchnerista por la sucesión, reavivada por la presencia del bonaerense en el Espacio Clarín de Mar del Plata.
Julio Blanck sostiene que “romper el Frente para la Victoria sería posible de ejecutar si Cristina decidiese excluir o expulsar a Daniel Scioli. (…). Aunque sería como firmar de antemano la derrota (…) tres fuentes kirchneristas (…) coincidieron en señalar que el ataque lanzado sobre Scioli no llegará al punto de ruptura”.
Si confiamos en que Página 12 expresa una parte del pensamiento oficial, la cobertura de los almuerzos de Scioli con Raúl Zaffaroni y Mirtha Legrand (que ya no tiene dudas sobre si se viene o no el zurdaje) confirmaría la hipótesis clarinista. Scioli trató de poner paños fríos a la polémica como debe hacerlo quien se sabe indispensable y mejor posicionado para representar al FpV en las próximas elecciones, aunque no se ahorró una sutil chicana al marcar el tiempo de descuento para quienes hoy lo tienen como eje de sus ataques: “Yo les pido a mis compañeras y mis compañeros, a los peronistas, a todos los sectores que estamos en el Frente para la Victoria, que en el final del camino tengamos un espíritu de unidad, que es lo que nos va a llevar de vuelta a la confianza de los argentinos, para alcanzar la victoria”.
El interrogante es, como señala Laborda, “si con esa marcación personal por parte de la Presidenta, Scioli será capaz de captar a la mayoría de votantes independientes necesaria para llegar al 45% en una primera vuelta electoral o superar el 50% en un eventual ballotage”.
Para lograr esto, Scioli afronta no pocas contradicciones. Como señalan Artemio López, el kirchnerismo parecería tener “un piso de 25 a 33 % que podría resentirse si se optara por pescar más allá de la zona segura. Ganar 8 puntos y perder 10 no sería negocio”. Este sector del kirchnerismo prefiere mantener “la épica” con un candidato de paladar negro, lo cual sería una derrota asegurada según los kirchneristas que adhieren a la realpolitik y sostienen que de “los votantes del Frente para la Victoria, más del 80% de los participantes de las PASO, sea quien sea el que las gane, dicen que permanecerán dentro del espacio y no se irán”. Tragaran el sapo que venga.

El discurso “consensualista” de Scioli no rompe con el relato oficialista.

Esa tarea se la deja a los otros candidatos del FpV convirtiéndose en funcionales al sciolismo que logra mostrarse igual pero distinto, una continuidad pero con cambios (a derecha).
Mientras tanto, dos debilidades estratégicas siguen sin inclinar la balanza hacia uno u otro candidato: el poder territorial de los intendentes y gobernadores, y “la columna vertebral” del sindicalismo que aún continúa fracturada. La demora de la Presidenta, que es la “gran electora”, aún es útil para limitar la autonomía de Scioli y nadie que tenga necesidades de la caja estatal quiere saltar la tranquera antes de tiempo. Pero la impaciencia comienza a sentirse, aunque por ahora haya “Bristol para todos y todas”.

De lo no venido, a lo que viene

En una segunda columna, Mario Wainfeld continúa su balance sobre la década. Señala entre “lo no venido” que “El titular de la Sedronar (…) anunció la intención de enviar un proyecto de ley despenalizando el consumo de drogas (…). Ni proyecto hubo, en este caso, y queda por descifrar cuáles fueron las concausas del parate, amén del clásico obstruccionismo opositor”.
Agrega que: “El aborto legal, libre y seguro, de nuevo, quedó fuera del recinto del Congreso. Se trató en comisiones pero no alcanzó las mayorías requeridas. (…) Uno de los grupos de presión contrarios es la jerarquía de la Iglesia Católica, a la que demasiados representantes del pueblo rinden pleitesía. La presencia del papa Francisco seguramente ahonda esa tendencia. Entre los diputados y senadores K incide la conocida oposición de la Presidenta, quien siempre expresa que no impone su postura a los bloques.”
Ciertos análisis se “dificultan” cuando este compromete al relato. Mientras hubo mayoría automática para aprobar cuanta ley pidió el Ejecutivo, la “libertad de conciencia” solo aparece cuando se ponen en cuestión los derechos democráticos más básicos que incomodan sobremanera a “la Corpo más vieja del mundo”, la Iglesia Católica, a quien el gobierno “seguramente” es servicial.

Tal vez, como decía el Principito, “lo esencial es invisible a los ojos” del progresismo kirchnerista.

Se agota el tiempo de la gestión kirchnerista y tambalea la ilusión progresista. Pero en la última década, creció y se consolidó una izquierda clasista, independiente de las Corpos y del gobierno, que no entregó sus banderas y conquistó peso entre amplios sectores de la juventud y los trabajadores. El Frente de Izquierda, y en especial el PTS, mostró en las calles y en el Parlamento lo que había detrás de la pared que quiso imponer el kirchnerismo. El 2015 será un año de importantes luchas políticas. De sus resultados dependerá gran parte de lo que vendrá en el próximo ciclo que anuncia más penurias para los explotados y oprimidos. Una izquierda de los trabajadores, las mujeres y la juventud se hace vital para fortalecer tu lucha.

Sebastián Quijano

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