martes, 12 de mayo de 2009
El regreso de los años treinta
Crece la miseria en Capital Federal.
Aumenta la población de sus villas.
Parece una pintura de Vanzo.
Parece una repetición de los años treinta del siglo veinte.
Será, entonces, una profundización de aquellas políticas reinantes en la denominada década infame, cuando los conservadores condenaban a las mayorías a una vida subhumana.
Sobre aquellos años, Ángel Perelman escribió: “Mi padre, como tantos otros miles de obreros, fue despedido de su trabajo. En los primeros años de la crisis muchas fábricas cerraban y creaban verdaderos ejércitos de desocupados. Aparecieron las Villas Desocupación y los Barrios de las Latas en Puerto Nuevo... La crisis económica me obligó a abandonar la escuela a los diez años, para ir a trabajar como aprendiz a en un taller metalúrgico. La explotación capitalista y la lucha de clases las aprendí primero en esa fábrica del año treinta que leyéndolas en los libros. Me pagaba un peso por día pero eran jornadas sin horario, salvo el de entrada que era siempre el mismo...”.
El reloj de la historia atrasa.
Ahora es el regreso de los años treinta en el tercer milenio.
No se trata de una metáfora, sino de los resultados de un conjunto de decisiones políticas, económicas, sociales y culturales.
En los últimos dos años, la población de las villas miserias creció en un veinticinco por ciento.
Hay doscientas mil personas que intentan empatarle al día a día para saber qué significa el verbo vivir.
La información sostiene que en la villa 21-24, en Barracas, la población pasó de 13.500 en 2001, a 45 mil en 2009.
“Además de ser la más poblada, es la más grande, con 65,84 hectáreas; y una de las tres más antiguas, junto a las 31 y la 15, según un estudio realizado en 2007 por la Sindicatura General de la Ciudad. El mismo informe denuncia que hay un altísimo riesgo de accidentes, dada su cercanía con las vías del ferrocarril Belgrano. ‘Los maquinistas no ven y cuando llueve se aflojan los durmientes’, detalla el documento. Además, en la zona que está pegada al Riachuelo, las casas van desapareciendo por el efecto de erosión del agua”, remarca el estudio.
Agrega la noticia que “la situación más grave está en los asentamientos, que son verdaderos campos de refugio porque no se pueden urbanizar", denuncia Pierini.
La diferencia con las villas es que allí, “las carencias son totales, las viviendas son aún más precarias y no hay suministro de agua potable en la mayoría de los casos. Y ni siquiera hay datos confiables que permitan trazar objetivos a corto plazo. Lo que sí está medido son los niveles de pobreza locales. Según un estudio del Centro de Estudios para el Desarrollo Económico Metropolitano (CEDEM), de septiembre de 2008, el 8,4 por ciento de los porteños vivía por debajo de la línea de pobreza y el 3,6 por ciento eran indigentes”.
Los años treinta han vuelto.
No se trata de un enigma.
Es simplemente la política a favor de los que son menos y tienen cada vez más.
Carlos del Frade (APE)
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