El presidente Alberto Fernández anunció en cadena nacional, el pasado viernes 15, que la ANMAT había aprobado un nuevo kit de diagnóstico de Covid-19 elaborado enteramente en el país. El nuevo desarrollo, producido por científicxs del Conicet en el Instituto Milstein, permite detectar el virus a partir de muestras extraídas de hisopados de pacientes, de manera rápida y altamente sensible a un costo muy bajo.
La técnica que utiliza este nuevo kit (una variante de la PCR) garantiza que la determinación tiene una efectividad muy similar a la del test chino que se venía utilizando en Argentina y que tiene un precio mucho más elevado. Es un enorme avance para el país, en un momento en que la situación creada por la apertura de las actividades económicas y la expansión del virus en las villas y barriadas obreras exige un método confiable de diagnóstico que permita hacer un seguimiento real del aumento de contagios.
Este nuevo kit de diagnóstico demuestra la enorme capacidad de lxs cientificxs argentinxs y es sin dudas un motivo de orgullo para todxs lxs trabajadores del país, pero lo que ni el presidente ni las autoridades del Conicet dicen es que la gran mayoría de estxs cientificxs trabajamos en condiciones de precarización laboral. Lxs 10.000 becarixs del organismo cobramos salarios por debajo de la línea de pobreza. En abril lxs becarixs doctorales de CABA cobraron $39.142 y lxs becarixs postdoctorales $46.665. Además, por los mal llamados "estipendios" no percibimos ningún aporte jubilatorio ni tampoco cobramos aguinaldo.
Cualquier persona que aspire a una carrera científica trabaja en estas condiciones un mínimo de 7 años (5 de doctorado + 2 de postdoctorado) antes de poder concursar por un cargo de planta. Los institutos del Conicet como el ICT Milstein, donde se generó el nuevo kit, sufren desde hace años un enorme vaciamiento presupuestario que hace cada vez más difícil sostener sus actividades. En los últimos 10 años, el presupuesto total del Conicet viene disminuyendo sostenidamente en términos porcentuales respecto del PBI. Sin ir más lejos, en este momento todo el Conicet recibe fondos del presupuesto 2019 sin ningún aumento, salvo por las becas, cuando la inflación interanual ronda el 50%, y cuando la gran mayoría de los insumos necesarios son importados –por lo que se encarecen con la devaluación.
Tanto en los discursos como los medios de comunicación se hace referencia a la ciencia en general, haciendo abstracción de cómo está compuesto el sistema científico. Dentro del Conicet, además de lxs becarixs doctorales y postdoctorales en las condiciones de precarización que ya mencionamos, trabajan investigadores de planta permanente en distintas categorías, de los cuales aproximadamente el 60% son asistentes y adjuntxs que perciben los salarios más bajos (https://cifras.conicet.gov.ar/publica/); personal de apoyo (profesionales y técnicxs); y personal administrativo dentro del cual un porcentaje lo hace como contratadxs con salarios de miseria, como lxs denominadxs Artículo 9. El personal del sector limpieza está tercerizado, por lo que ni siquiera figuran como trabajadores del organismo.
En los institutos que funcionan con fondos mixtos público-privados, como el ICT Milstein (Coinicet- Laboratorio Pablo Cassará) donde se generó el nuevo kit de diagnóstico de Covid-19, se realizan investigaciones con una fuerte orientación tecnológica, con el objetivo de generar patentes y otros productos que luego puedan ser comercializados. La empresa mixta Neokit que producirá miles de nuevos tests para vendérselos, en principio, al Estado nacional, acumulará una considerable ganancia fruto del trabajo de científicxs y colaboradores. ¿Qué porcentaje de las ganancias de las ventas de este kit de diagnóstico irá al Conicet y cuánto al laboratorio privado Pablo Cassará? ¿Cuánto invirtieron uno y otro en el proyecto? ¿No debería producirlo y venderlo una empresa estatal? Ninguna empresa privada realiza una inversión a menos que le reditúe, y Pablo Cassará -que es una de las empresas biotecnológicas de mayor capital en la Argentina- no es la excepción.
Son estos intereses contrapuestos de distintos actores sociales los que componen la llamada “ciencia nacional”. En definitiva, son expresión de las diferencias de clase dentro del sistema capitalista. Solo un organismo bajo control de lxs trabajadores podrá desarrollar plenamente las capacidades del sistema científico nacional y poner la producción tecnológica al servicio de las demandas sociales del país.
El conocimiento y la práctica científica son una gran herramienta para mejorar las condiciones de vida de la población, y en medio de una pandemia es un enorme avance contar con kits de diagnóstico de producción nacional. Si en las condiciones actuales lxs trabajadores del sector científico podemos producir estos logros y conocimientos de calidad reconocidos internacionalmente, ¿de qué seríamos capaces si atendieran nuestros reclamos? Para fortalecer realmente la soberanía nacional en materia científica, lo que lxs científicxs necesitamos es mayor presupuesto, salarios dignos y derechos laborales.
Emilia Bogni
becaria doctoral CONICET
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