miércoles, 13 de mayo de 2020
Bitcoin: un refugio especulativo con costo ambiental
En las últimas semanas se han publicado cientos de artículos sobre el “halving” del Bitcoin, que tuvo lugar el 11 de mayo y va a afectar sus precios, y circularon diversas especulaciones sobre sus efectos económicos inmediatos y a largo plazo. Un aspecto poco discutido, sin embargo, es su efecto ambiental.
Pero partamos de la pregunta ¿qué es el Bitcoin? El Bitcoin es la más famosa y cotizada criptomoneda, es decir, una moneda como el peso argentino, el dólar o el euro, pero que es emitida, administrada y utilizada de maneras diferentes. Las monedas más habituales son emitidas por estados o entidades estatales (Banco Central Argentino, Reserva Federal de EEUU, Banco Central Europeo), generalmente respaldadas por activos (oro, divisas) y son intercambiadas y almacenadas por bancos e instituciones financieras. Las criptomonedas son, por el contrario, “minadas” a través de computadoras que realizan complejas operaciones matemáticas para descifrar bloques de código. Más allá de la complejidad de este proceso, lo importante a comprender es que esto permite que la emisión de la moneda sea descentralizada (cualquiera con una computadora compatible puede “minar” una criptomoneda”) y encriptada, es decir, protegida por este mismo código. La encriptación es el método que se supone garantiza la seguridad y transparencia del sistema de las criptomonedas, aunque por otro lado también protege el anonimato de sus usuarios y levanta sospechas de los sistemas regulatorios estatales porque permitiría evadir impuestos, blanquear dinero, realizar transacciones ilegales.
El halving que ocurrirá este año reducirá a la mitad la “recompensa” de resolver un bloque de código. Es decir, por cada bloque resuelto se obtendrá la mitad de Bitcoins que hasta ahora. Este proceso no es nuevo, sino que es el cuarto que ocurre desde su creación en 2009. ¿Cuál es el interés especial que despierta en este momento? Que nos encontramos en el desarrollo de una descomunal crisis capitalista, donde los grandes empresarios no encuentran inversiones rentables para sus fortunas, y las salidas especulativas y reservas de valor son un destino privilegiado de sus millones. Este es el caso del oro, que viene subiendo de precio hace un tiempo, y esto se aceleró en los últimos meses. Cuando los mercados y las empresas productivas entran en crisis muchos intentan proteger sus inversiones en el oro u otros metales preciosos, y este mismo flujo hace aumentar su precio. También sucede lo mismo con algunas ramas de empresas cuyos precios crecen, y forman las burbujas especulativas, donde todos esperan que el precio siga creciendo para poder vender más caro de lo que compraron, pero el valor no tiene ligazón alguna con una producción real de valores (bienes o servicios útiles).
El Bitcoin funciona actualmente tanto como refugio de valor como inversión especulativa, y el halving promete profundizar este segundo aspecto. Al modificarse bruscamente el costo de minado de cada unidad, el precio del Bitcoin podría aumentar fuertemente en el corto plazo. Al encontrar un techo, es probable que posteriormente haya un descenso moderado. La apuesta especulativa es, entonces, adquirir Bitcoin antes de llegar a esa cima, y venderlo antes de que la tendencia se revierta. Este movimiento es estudiado por miles de inversores, y se realizan proyecciones anticipando de qué manera invertir y ganar fortunas sin producir un sólo centavo de bienes o servicios útiles.
Como el aumento del precio del oro tiene su consecuencia ambiental con el aumento de la megaminería contaminante, el Bitcoin y sus fluctuaciones de precios también la tienen. Con cada nuevo halving, la capacidad de procesamiento necesaria de los equipos usados para su minado aumenta exponencialmente, y con él su consumo de energía. Para poner un ejemplo, se calcula que el consumo global de energía para el minado de criptomonedas (de la cual el Bitcoin consume la mayor parte) es equivalente al consumo de… ¡Suiza! Un país europeo de 9 millones de habitantes y alto ingreso (y por lo tanto altos niveles de consumo). Además, las "granjas" de Bitcoin, clusters de servidores ocupados de minar, se relocalizan de un país a otro buscando bajos precios de energía, generalmente vinculados a sobrantes de producciones de hidrocarburos. La producción de esta enorme masa de capital ficticio se hace a costa de ingentes emisiones de efecto invernadero y la utilización plena de la capacidad instalada que de otro modo podría dar un respiro a la capacidad de absorción de CO2 de los ecosistemas.
Este flujo de inversiones a las criptomonedas muestra por un lado la creciente desconfianza de los capitalistas en los estados nacionales como garantes de las condiciones generales de acumulación, y por el otro lado la tendencia a la especulación financiera que conspira contra la producción de bienes y servicios necesarios. La frutilla del postre es que en este caso viene acompañado por un enorme gasto improductivo de energía mayoritariamente producida emitiendo enormes cantidades de gases de efecto invernadero y otros gases contaminantes que profundizan la crisis y la depredación ambiental capitalista. La única salida al despilfarro de recursos y enriquecimiento especulativo de un puñado a través de la especulación, es la socialización de la producción, la centralización y planificación de la economía en manos de los trabajadores.
Alex Lase
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