sábado, 13 de mayo de 2017

El nuevo jefe de la Bonaerense integró la patota de la comisaría donde desapareció Miguel Bru



En 1993 el joven fue asesinado en la Novena de La Plata. Sus verdugos eran “compañeros” de Rubén Perroni, denunciado por torturas en 1992. Para la madre de Miguel, Perroni puede saber dónde está su hijo.

La foja de servicio del flamante -aunque interino- jefe de la Policía Bonaerense, lo muestra como un saltimbanqui que va de un lugar a otro de la provincia mientras escala. Como ya se informó en este medio, Rubén Fabián Perroni “sirvió” en varios lugares hasta llegar a ser el segundo en el escalafón de la fuerza, debajo únicamente del “renunciado” Pablo Bressi.
Hasta ayer, a Perroni se lo conocía como el comisario a cargo del Operativo Sol “más exitoso de la historia”, el de la temporada 2017. Con respecto a los motivos de sus sucesivos traslados y renuncias, en el archivo mediático no se encuentran más que trascendidos y especulaciones. No hay información fehaciente que explique por qué fue trasladado (o renunció) a cada uno de sus puestos anteriores. La realidad es que, en varias de sus posiciones, las gestiones fueron muy breves.
La única mancha concreta en la información que trascendió, la única con nombre y apellido, se remonta a los inicios de su carrera. Perroni estuvo detenido e imputado por torturas y apremios ilegales ocurridos en la Comisaría Novena de La Plata en el año 1992.

Modus operandi

En aquel año el uniformado era oficial inspector y fue convocado a colaborar en la seccional platense para investigar a una banda que asaltaba carnicerías. En el marco de esa investigación hubo un allanamiento en busca de uno de los sospechosos, Ramón Isidro Silva. Cuando allanaron su domicilio ubicado en Ringuelet, en lugar de Silva encontraron a un amigo suyo, Julio César Medina. Medina fue trasladado a la Comisaría Novena, donde según su denuncia fue torturado y sometido a fuertes castigos físicos con el fin de hacerlo delatar a su amigo.
Por ese caso, en 1997, cuando prestaba servicios en una sede ministerial, Perroni fue detenido por orden del juez Ernesto Domenech. El juez a su vez, dispuso el arresto de otro policía implicado en el episodio, el oficial Walter Rubén Abrigo. Este último, posteriormente, estuvo involucrado en la desaparición y asesinato del estudiante de periodismo Miguel Bru en 1993, por el que fue condenado a prisión perpetua. Perroni en cambio fue sobreseído y a pesar de su paso a disponibilidad preventiva durante dos años, no recibió sanciones disciplinarias y fue reincorporado a la fuerza.
En agosto de 1993, Miguel Bru denunció a efectivos de la Comisaría Novena por un allanamiento ilegal en su casa. A partir de ese momento comenzó a ser hostigado para que retirara la denuncia. El estudiante de periodismo fue secuestrado cerca de la localidad de Bavio el 17 de agosto de 1993. Las declaraciones de varios detenidos y las pericias en el libro de guardia de la Comisaría Novena permitieron comprobar que fue ingresado en esa seccional entre las 19 y las 20. Allí fue visto por última vez mientras era torturado.
En 1999, en un juicio oral y público fueron condenados a prisión perpetua a los expolicías Walter Abrigo y Justo López por la muerte y desaparición de Bru. Domingo Ojeda (también mencionado en la causa por torturas a Medina) y al exoficial Ramón Ceressetto fueron hallados culpables por encubrimiento.

La misma patota

Rosa Schoenfeld de Bru, mamá de Miguel, dialogó con La Izquierda Diario sobre el ascenso de Perroni. El modus operandi aparentemente aplicado en el caso de las toruras a Medina, se asemeja bastante a lo padecido por el estudiante de periodismo, poco tiempo después.
“Lo primero que se me cruzó es que tal vez este señor sabe dónde está Miguel ¿no? -se pregunta Rosa-. Yo siempre hago hincapié en los oficiales, ellos no eran ajenos a todo lo que pasó. En su momento cuando había una pista yo por ahí decía no, porque ellos no tenían la jerarquía. Pero cualquiera que conoce cómo procede la Policía sabe que ellos no son ajenos, que entre ellos todo se sabe”.
En la causa por la desaparición de Miguel Bru, Perroni nunca fue mencionado. “Nunca lo nombraron pero ellos componían la misma patota con Abrigo, ambos tenían jerarquía y aparentemente torturaban chicos. No digo que él haya torturado también a Miguel, sino que él puede saber”, sentenció Rosa.
Como bien expresó la madre de Miguel, Abrigo y Perroni formaban parte de la misma patota. Sin embargo, hasta ahora Rosa desconocía el proceso por el que pasaron ambos debido a la denuncia por torturas a Medina. Según un archivo del diario Hoy de La Plata de aquella época, “El juez Domenech habría ordenado la inmediata detención de Perroni y los procesamientos de Abrigo y Ojeda, luego de acreditar que los efectivos policiales aprovechaban ese tipo de procedimientos para ’inventar hechos y cargos’”.
“Abrigo está detenido, con prisión preventiva, en la comisaría Sexta de nuestra ciudad. En tanto Perroni quedó alojado, e incomunicado, en el Cuartel Central de Bomberos de La Plata”, informaba el diario el miércoles 19 de noviembre de 1997.

No se puede haber olvidado quién era

“A mí me resulta tan extraño, porque en el 97, te lo puede decir cualquiera, yo vivía en el tribunal”, relata Rosa. “La prensa estaba permanentemente cubriendo el caso. A mí lo que me extraña es que si hubo un juicio, nadie me dijo que en ese momento Abrigo estaba siendo imputado por torturas a otro joven”.
El primer destino de Perroni tras haber egresado como policía fue en 1985 en la Comisaría Quinta de La Plata. Allí conoció a Néstor Bru, el padre de Miguel. Cuando Miguel, el hijo mayor de cinco hermanos se preparaba para viajar a Bariloche, su padre comentó en la comisaría que necesitaba comprarle una campera. “Perroni le dice a Néstor ’pero ni gastes, yo fui a Bariloche y la usé únicamente ese día’. Al día siguiente se la prestó. La foto de Miguel en Bariloche, es con la campera de Perroni”, relata la mujer.
Rosa cuenta que cuando Miguel desapareció Perroni jamás se acercó a la familia para solidarizarse ni, mucho menos, para colaborar con ellos en la investigación. “Miguel no era alguien que él no conocía, pero jamás se acercó al padre a decirle ’Mirá Bru, lamento lo que le está pasando a tu pibe’. Menos para decir ’voy a ver si puedo averiguar algo’. No tenía una relación estrecha con Néstor, pero sí de trabajo, no se puede haber olvidado quién era. Aparte Bru no es un apellido tipo Martínez o López. Es un apellido que no es tan fácil decir ’ah, no sé quién es’”.
Ante lo sucedido con su hijo, una de las tantas cosas que Rosa hizo en décadas de lucha fue presentarse ante el jefe de la policía de entonces, Pedro Klodczyk. En su momento, el jefe máximo le dijo que él “tenía que defender a sus muchachos”. En relación al ascenso de Perroni, Rosa asegura que no puede de ninguna manera ocupar el cargo de jefe, dados sus antecedes.
“Si yo hice esto ¿por qué no lo va a hacer el otro que viene detrás mío?”, dice Rosa que se debe estar preguntando Perroni en estos momentos. Y concluye: “No vaya a ser que ahora el jefe de Policía tenga que defender a sus muchachos”.

Juana Galarraga
@Juana_Galarraga

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