viernes, 19 de mayo de 2017
La gira de Macri, una remake del kirchnerismo
Un gran endeudamiento que pagará la población argentina
La gira de Mauricio Macri por China no se caracteriza por la originalidad. Los anuncios de inversiones realizados por el gobierno del orden de los u$s 15.000 millones repiten los que Néstor y Cristina Kirchner hicieran en el 2004 y 2010 respectivamente. En esas oportunidades los números también eran impactantes. Pero de los U$s 20.000 millones anunciados por Néstor y de los U$s 10.000 millones anunciados por Cristina se vio poco y nada. Barrida la hojarasca sólo quedó un intercambio comercial basado en la venta de productos primarios, en primer lugar de soja, para engordar los chanchos chinos. Los que embellecían los acuerdos en nombre del impulso a la exportación de productos industriales con alto valor agregado debieron reconocer que no pudieron vender ni proteínas. Así, el déficit comercial con China adquirió niveles siderales.
Así las cosas, el periplo chino de Macri se limitó en lo esencial a reafirmar los acuerdos ya firmados por Cristina Kirchner en el 2010 y que nunca se llevaron a la práctica. De este marcar el paso surgieron dos paradojas: Macri debió olvidar su promesa de campaña de revisar los acuerdos con China a los que acusaba de falta de transparencia y de dificultar la competencia; y el kirchnerismo, que por boca del ex ministro de economía Axel Kicillof salió a mofarse de que Macri reafirmaba lo hecho por ellos. No se percató que la denuncia al actual presidente era, a la vez, una autoincriminación.
Macri, sin embargo, no pudo ofrecer las garantías que China reclamaba. Sucede que un punto fuerte de los anuncios estuvo concentrado en negocios energéticos, entre los que se destacan las represas de Santa Cruz y dos centrales nucleares. Las represas patagónicas están cuestionadas por el impacto ambiental que supondría su construcción sobre los procesos naturales de los glaciares Perito Moreno, Spegazzini y Upsala. Esto, junto a la desaparición de gran parte de ese río mediante sendos embalses y a la modificación de una geografía virgen, donde se encuentran importantes yacimientos arqueológicos.
Todas estas agresiones son las que movilizaron a una parte de la población local y las que recibieron severos cuestionamientos por parte de científicos y especialistas, que culminaron a fines del año pasado con la decisión de la Corte de suspender la construcción de las presas hasta que se determine el impacto ambiental que puedan generar. Ante el gobierno chino, Macri se olvidó de la 'justicia independiente' y pidió un par de meses para, apriete mediante, lograr la construcción de las represas.
De conjunto, las inversiones anunciadas están centradas en obras de infraestructura que China requiere para poder asegurarse la provisión de materias primas. Pero esas obras las pagará el Estado argentino, mediante un enorme endeudamiento cuyo pago recaerá sobre las espaldas de la población de nuestro país. Se trata de un modelo similar al que China está aplicando en África, para obtener los minerales necesarios para sus industrias. Por esta vía el país verá agravarse la primarización de su economía.
El otro gran anuncio estuvo referido también al sector energético: China propuso construir dos centrales nucleares, una en Atucha y la otra en la provincia de Río Negro. Además de los múltiples cuestionamientos a repetición que reciben en todo el mundo este tipo de centrales y que han llevado a una desaceleración o suspensión de nuevas usinas de este tipo, está en cuestión el tema de cuál sería la tarifa redituable para justificar las inversiones.
Al respecto, el columnista Carlos Pagni, del ultraoficialista diario La Nación, se pregunta: “¿Cuál sería la tarifa que habría que cobrar para que esa inversión se justifique? Hay expertos que aventuran que sería 5 veces la actual”. Y acota que “es muy probable que China saque provechos extraordinarios si estos proyectos se concretan”, entre otras cosas porque, dice, los acuerdos establecen que los costos de las obras no podrán superar los equivalentes de nuestro país pero, aclara, los de China son mucho menores, es decir que el margen de ganancia sería considerable (18/5).
Los acuerdos firmados por Macri admiten el condicionamiento que ya había aceptado Cristina Kirchner ante el gobierno chino. Éste exige que “a cambio de financiamiento barato de bancos estatales, las empresas chinas, que también son casi todas del Estado, se adjudican obras sin licitación” (idem). Macri denunciaba que esta prerrogativa otorgada a China, que implicaba el pago de sobrecostos, era el resultado de un país aislado del mundo. La aceptación de esta exigencia muestra el fracaso de la política exterior del gobierno.
El carácter farsesco de los anuncios se mostró al abordarse la cuestión de la balanza comercial, ampliamente deficitaria para la Argentina. Los funcionarios chinos obviaron cualquier referencia a medidas para lograr un equilibrio, y la delegación argentina sólo se atrevió a plantear la posibilidad de sumar exportaciones de arándanos y algunos otros productos marginales, mientras que Macri aportó la presencia de Daniel Angelici. Es que, además de soja, Macri se propone vender jugadores de fútbol.
Nelson Marinelli
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