domingo, 28 de mayo de 2017

El factor Cristina (o los contornos de un cuarto kirchnerismo)



Llamado a la unidad entre “leales” y “traidores”. Randazzo y el peronismo papal. Escenarios en Buenos Aires. El peronismo, la economía y la lucha de clases.

“El peronismo no fue capaz de ganar la durísima batalla cultural requerida para iluminar un nuevo sueño colectivo y consecuentemente organizar una nueva clase dirigente. Ni siquiera lo intentó. Como si los argumentos para otro proyecto nacional fueran un tecnicismo soslayable, un adorno estéril”. (Los cuatro peronismos, Alejandro Horowicz)
El kirchnerismo construyó un proto-sueño de minorías intensas. Llamó a la construcción de un nuevo ideal colectivo sobre la base de un discurso que, a fin de cuentas, resultó más relato que realidad. De allí que su caída se diera por la simple vía electoral. No hizo falta “acción destituyente” alguna o golpe blando, algo tantas veces denunciado.
La ahora expresidenta vapulea el rol de los medios de comunicación masivos. Aquellas corporaciones que realizaron un bombardeo mediático para terminar “convenciendo” a una parte de la población que se podía “vivir mejor”.
La definición no le allana el camino para dialogar con millones de trabajadoras y trabajadores precarizados, muchos ubicados en la franja de la juventud. Aquellos que agotaron la paciencia de esperar que la llamada “década ganada” fuera más que trabajo precario, inestable y en condiciones laborales que destruían su salud y sus vidas.
En nombre de ese proto-sueño, que permitió “heredar” una pobreza de casi 30 % y sostener a un tercio de la población bajo el trabajo en negro, CFK pide ahora la “unidad del campo popular”. Viene a solicitar una lista de unidad hacia las PASO, que pueda darle la opción de decidir ser o no la candidata en la provincia de Buenos Aires.
Hacia el interior del peronismo sus condiciones tienen el carácter de una extorsión. “Yo soy la poseedora de los votos” es el constructo discursivo que permite ofertarse como eventual candidata de esa unidad. En el interior del movimiento fundado por Perón nadie se espantará. La extorsión debería figurar como la verdad n°21.
Sin embargo, a los poderes terrenales se le oponen los celestiales. O, por lo menos, quienes hablan en nombre de ellos.

Un peronismo moldeado desde Roma

“Conviene que los mayores nos preguntemos si transmitimos a los jóvenes toda la verdad sobre lo acaecido en la década del 70 o si estamos ofreciéndoles una visión sesgada de los hechos”. (Conferencia Episcopal Argentina, 2005. Citado en Código Francisco, de Marcelo Larraquy).
Florencio Randazzo cuenta, desde hace tiempo, con el aval del papa Francisco a su candidatura. Ese apoyo incluyó una reunión con el pontífice en su residencia de Santa Marta, en el Vaticano.
Ese aval, por abajo, lo dan parte de los llamados movimientos sociales con los dirigentes del Movimiento Evita como voceros. No está de más recordar que ese espacio, al separarse del kirchnerismo, se postuló como vehículo de reconstrucción de un peronismo “más amplio”, algo que incluyó un llamado a Sergio Masa.
El peronismo papal, por arriba, incluyó el acercamiento de diversos intendentes, parte no menor del espectro de la burocracia sindical y figuras del amplio arco peronista, como Alberto Fernández o Juan Manuel Abal Medina.
Ese esquema expresa, en última instancia, la apuesta de construir un peronismo que pueda gestionar el Estado burgués con menores tensiones en relación a la clase dominante.
El kirchnerismo, sobre la base de la relación de fuerzas heredada de la rebelión popular del 2001, construyó su poder político mediante la confrontación verbal con parte de las capas dominantes. Con posterioridad a la derrota por la Resolución 125 y al fracaso electoral de 2009, esos roces fueron un mecanismo básico para sostener la continuidad de ese espacio político.
Medidas como la nacionalización de los fondos de la AFJP –posiblemente la resolución más disruptiva en doce años- y la creación de las AUH, fueron parte de esa construcción que, en lo esencial, dejó intacto el esquema del poder capitalista dominante. Por estas horas, el cadete oficial Claudio Bonadio hace sufrir a Martín Sabbatella las consecuencias de haber pavoneado contra Clarín, sin llevar la batalla hasta el final.
El peronismo que propone Francisco es, entonces, un dispositivo que abandone cualquier discurso disruptivo y políticamente progresista. Un peronismo centrado en lo social que elimine cualquier referencia al genocidio ocurrido en el país. No se trata de un capricho. Detrás del papa está Jorge Bergoglio, presidente de la comunidad jesuítica en Argentina entre 1973 y 1983.
La (falsa) renovación que propone Randazzo va de la mano de intentar un cambio más profundo del peronismo, que lo haga opción de poder en 2019, pero dentro de los contornos papales. Las “divisiones de Francisco” -por las que Durán Barba suele preguntar copiando a Stalin- están entre los intendentes del conurbano y los caciques sindicales.

La “guerra” en el territorio

Cada afirmación de la expresidenta parece evidenciar que no deseaba entrar en el barro de la negociación peronista en la PBA. Pero Cristina Fernández debió salir al cruce de Randazzo. O, mejor dicho, debió dar una respuesta a la avanzada del peronismo papal.
Su intervención se hizo necesaria, en última instancia, porque es la dueña de un capital político hoy expresado en una importante intención de voto. Intención que, según diversas encuestas, orbita entre el 25% al 32 %.
Su posición no es lo suficientemente fuerte como para mantenerse al margen y volver en el 2019, como figura “salvadora” ante una crisis mayor del macrismo. Sin embargo, tampoco se encuentra en una situación de debilidad que le imponga aceptar las imposiciones del peronismo territorial. Desde ese lugar marca la cancha.
Resulta difícil saber aún si CFK será candidata o no. Desde Cambiemos parecen tomar el dato por cierto. Así, la ex kirchnerista Graciela Ocaña podría ser llamada a jugar la carta de la anticorrupción contra la expresidenta.
Si en el FpV la elección se dirime por las PASO, un triunfo de CFK aparece como seguro. Pero la expresidenta deberá sopesar la actitud de los “perdedores” que podrían no hacer campaña por su candidatura, o incluso jugarle en contra (¡al fin y al cabo es el peronismo!). Además deberá mensurar el hecho de convertir su figura en el centro de la campaña de polarización que, en el marco del declive de la economía, el macrismo pide a gritos. En ese ínterin no se podrán descontar carpetazos, denuncias judiciales y nuevos “José López”.
En ese marco, un triunfo moderado o incluso un segundo lugar, pondrían un límite para CFK en el camino hacia el 2019. Si la intervención en la interna busca evitar ser desplazada en el esquema de poder dentro del peronismo, un mal resultado electoral podría llevar a la misma situación.
Si decide no presentarse y dar la batalla por medio de alfiles como Daniel Scioli o Verónica Magario, podría triunfar en la interna peronista. Pero podría ocurrir que no lograra imponerse en las generales. De tener lugar esta variante, el escenario hacia las elecciones de 2019 seguiría indefinido. En ese marco, no es descartable que retornen las críticas que presenten a CFK como “madre de la derrota”.
Dos escenarios aparecen hoy menos probables. El primero es que haya unidad y se eviten las PASO. Nada parece indicar que el peronismo alentado desde Roma tenga intención de ceder. Otro, que en las internas se produzca un eventual triunfo de Randazzo. Ninguna encuesta lo indica. De todos modos, en política, los cisnes negros existen.
Demás está decir que, en el entramado bonaerense, juega también el massismo recién lanzado y, en menor medida, la izquierda referenciada en el Frente de Izquierda y en figuras como Nicolás del Caño, Christian Castillo y Néstor Pitrola, entre otros.

El cuarto kirchnerismo

“Perón es el jefe político de sus enemigos de clase” (León Rozichtner. Citado en Qué quedó de los cuatro peronismos)
Bajo condiciones excepcionales en el terreno de la economía y la política internacional y nacional, el primer peronismo estableció el desarrollo de lo que Daniel James definió como ciudadanía social para la clase trabajadora.
La combinación de conquistas sociales –impuestas con la lucha - y la entrada en la vida política nacional, parió una relación duradera entre peronismo y movimiento obrero. Relación que tendría su expresión más trágica en lo que Alejandro Horowicz definió como tercer peronismo, cuando nacieran la Triple A y el Comando Libertadores de América, conformados para intentar aplastar la insurgencia obrera en ascenso desde el Cordobazo.
El kirchnerismo nació, tardíamente, de contradicciones sociales y políticas que tuvieron expresión en el 2001. Con condiciones cuasi excepcionales en el terreno económico internacional, el Gobierno de Néstor Kirchner logró gestionar el Estado atenuando parcialmente las tensiones sociales, sosteniendo intacto el esquema del poder capitalista en el país.
Esas condiciones de la economía empezaron a agotarse en los inicios del segundo kirchnerismo. Ya en el tercer Gobierno del mismo signo político, el inicio del ajuste se haría evidente. La fuerte devaluación de enero de 2014 lo marcaría con claridad.
Desde ese punto de vista, en el marco de las nuevas condiciones de la economía y la política internacional, la perspectiva para un cuarto kirchnerismo, que eventualmente retornara en 2019, no son más que de ajuste.
Volviendo al inicio, si el kirchnerismo convoca a la “unidad” con el conjunto del peronismo territorial y sindical, es porque se propone volver a forjar la alianza que le dio sustento a lo largo de doce años en el poder.
Si en mejores condiciones de la economía global, los kirchnerismos previos se mostraron incapaces de superar el atraso de la nación y elevar sustancialmente el nivel de vida de la clase trabajadora, en condiciones de retracción económica, aún menos ocurrirá ello.
Un cuarto kirchnerismo, en las actuales condiciones de la economía, será una experiencia ampliada de lo que ocurre en Santa Cruz. Esa provincia sirve, por estas horas, como ejemplo de cómo funciona el “proyecto nacional y popular” en tiempo de vacas flacas.

Eduardo Castilla
@castillaeduardo

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