martes, 3 de septiembre de 2013

En nombre de Dios



El sacerdote platense, Ricardo Giménez, continúa dando misas en la Capilla del Hospital San Juan de Dios, a pesar de las reiteradas denuncias de abuso. El jueves pasado llegó el escrache popular ante la inacción judicial.

El pasado jueves 29 de agosto, víctimas y familiares, junto a organizaciones feministas, escracharon y denunciaron públicamente al sacerdote Ricardo Giménez, en la capilla del Hospital San Juan de Dios, en la calle 27 entre 70 y 71, de La Plata, antes que comience a dar la misa, como lo hace cotidianamente de lunes a viernes.
“Pensé que estaba muerto, un día se me ocurrió ‘googlearlo’ y me di cuenta que no sólo estaba vivo, sino que continuaba dando misa”, expresó Julieta Añazco, una de sus víctimas, en una entrevista realizada por Radionauta FM, luego del escrache. Al enterarse de esto, a sus 41 años, decidió acercarse a organizaciones feministas para contar su historia de abuso, y el de tantas otras niñas y niños.
Ricardo Giménez tiene 80 años, hacia finales de la década del ’70 y principios del ’80, estuvo dando misas en la iglesia Divina Gracia de Gonnet y Sagrado Corazón de Jesús, en City Bell, ambas localidades platenses. En el marco de los campamentos que reunían a jóvenes de varias iglesias, las denuncias de abusos hacia las niñas fueron permanentes. En un contexto de miedo y represión, el silencio fue una variable común en la mayoría de los casos, mientras que en nombre de Dios, la impunidad continúa hasta nuestros días.
En la década del ’90, fue párroco de la Iglesia de Santa María Magdalena de la localidad bonaerense que lleva el mismo nombre, ubicada a 120km. de la Capital Federal. En 1996, fue denunciado por el abuso de cinco niños, delito por el cual la justicia le concedió en poco tiempo una “excarcelación extraordinaria”.
El cura nunca aceptó los cargos que se le imputaron. El 22 de abril de 1996, envió una carta desde la cárcel que fue publicada en el semanario local de Magdalena. Según lo que publicó sobre esto el diario La Nación, en la carta aludía a que su situación había sido producto de "redes demoníacas". Al dirigirse a la comunidad católica, el sacerdote escribió: “con la más profunda tristeza en mi alma me dirijo a ustedes para unirme a la gran pena que están soportando a causa mía… una pena de ustedes, especialmente por ser católicos, que con esta difamación se sienten oprimidos, burlados y ofendidos”. También dijo que los habitantes de Magdalena fueron presionados por los medios de comunicación, “y por un pequeño grupo de personas que se oponían a mi catequesis y que se habían jurado hacer cuanto sea para alejarme de la Parroquia.”
Fuera de las rejas, continuó dando misa en la ciudad de Berisso. Luego estuvo quince años a cargo de la Capilla del Hospital Italiano de La Plata, hasta que hace dos años lo destinaron al San Juan de Dios.

La denuncia pública

Cerca de las cinco de la tarde del jueves, distintas organizaciones feministas acompañaron a dos de las víctimas del cura en un escrache público, para poner en evidencia en el barrio, en el hospital y a quienes asisten a sus misas, quién es Ricardo Giménez, que se encontraba escondido en la sacristía de la Capilla del Hospital San Juan de Dios.
Estático, de sotana y con las manos unidas, el cura se vio sorprendido por un grupo de personas que pudo entrar al pequeño reducto en el que se resguardaba, donde sus víctimas pusieron en palabras el abuso que sufrieron por parte de la persona que tenían delante de ellas. “¡Te acordás lo que nos hacías en los campamentos de Bavio!”, gritó Carla, de 45 años. Mientras, el cura, de una aparente calma, vociferó que la verdadera justicia es la divina.
“Sola no me hubiese animado a decir todo lo que le dije, me hubiese paralizado”, expresó Carla, mientras rememoraba -ya afuera de la capilla- el daño irreparable que le había hecho a sus once años de edad y a su hermana menor que hasta el día de hoy no puede hablar sobre el tema. “Nunca había hecho algo así, fue reparador”, remarcó.
Lo más preocupante para ambas fue enterarse de que un cura abusador de menores está en un lugar lleno de niños, que se encuentran en una situación de extrema vulnerabilidad. “Tiene que estar preso”, manifestaron. Giménez vive en la calle 68 Nº 2859 del barrio platense de Los Hornos. “Sus vecinos también tienen que saber quién es este cura”, coincidieron desde las organizaciones feministas presentes en el escrache.

El perdón divino del Poder Judicial

En marzo de 1996, la madre de uno de los niños abusados de la localidad de Magdalena lo denunció. Luego se sumaron cuatro causas. Hacia el mes de abril, Giménez fue detenido y el juez Emir Caputo Tártara dictó la prisión preventiva por el delito de abuso deshonesto calificado de menores, mientras que el arzobispo platense, monseñor Carlos Galán, peticionó en favor del encausado.
El juez desestimó la solicitud de excarcelación, pues entendió que el beneficio debía ser formulado por el interesado. El pedido pasó a manos del juez de feria de La Plata, César Melazo, quien hizo lugar a la presentación. Finalmente, en la Cámara Penal de Apelaciones, los doctores Raúl Delbés y Horacio Piombo, concedieron la excarcelación extraordinaria de Giménez bajo caución juratoria. Los argumentos de la justicia para conceder este beneficio recayeron en la “dignidad eclesiástica”, la “buena conducta” y la “falta de antecedentes”.
Los fallos del Dr. Piombo, se han caracterizado por justificar en muchos casos la violencia machista, donde por ejemplo, la “actitud provocativa de la mujer”, alcanza para sus principios jurídicos en la reducción de la condena a un violador. En sintonía con el caso del sacerdote, se encuentra la causa de un pastor de la Iglesia Evangélica “Jesús es el Camino”. En un fallo del año 2011, los jueces Piombo y Llargués, le redujeron la pena a Francisco Avalos, el pastor que predicaba sobre el fin del mundo, mientras abusaba de sus seguidoras menores de edad, con el argumento de que se salvarían si concebían un hijo con él. En este caso, los juristas alegaron que las jóvenes violadas, eran “mujeres que vivían en comunidades en las que el nivel social acepta relaciones a edades muy bajas y que demás poseían experiencia sexual”.

María Eugenia Marengo.

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