jueves, 19 de septiembre de 2013
El petróleo y las relaciones con Estados Unidos
Desde los tiempos de Yrigoyen, la política petrolera argentina suscitó controversias con Estados Unidos. El reciente acuerdo del gobierno nacional con Chevron invita a revisar ese vínculo histórico para entender mejor las críticas a la heredera del imperio Rockefeller.
Ya en la década de 1920, el General Mosconi advirtió el carácter estratégico del petróleo para preservar la soberanía nacional. Buena parte de los conflictos y las guerras del último siglo tuvieron como uno de sus objetivos el control, por parte de las potencias, de esta fuente de energía no renovable. Estados Unidos, a través de oligopolios como el comandado por los Rockefeller, tuvo un protagonismo singular en la historia petrolera latinoamericana. México, Venezuela, Brasil y Argentina lo padecieron y lo siguen padeciendo en la actualidad. El reciente acuerdo establecido por el Ejecutivo argentino con la estadoundiense Chevron -mientras esta corporación avanza en una campaña contra el gobierno ecuatoriano, que osó llevarla a juicio por un daño ambiental y social histórico- plantea la necesidad de debatir nuevamente sobre la política petrolera, tan determinante en la historia argentina.
Desde hace un siglo que el petróleo se transformó en un insumo estratégico y, de distintas maneras, condicionó las relaciones con las principales potencias y en especial con Estados Unidos. El eje de la segunda campaña electoral de Yrigoyen, en 1928, fue la nacionalización del petróleo, lo cual afectaba, entre otras, a la Standard Oil Company y sus subsidiarias. En diciembre de ese año, el líder radical ordenó a Manuel Malbrán, nuevo embajador en Washington designado por su antecesor Alvear, que permaneciera en Buenos Aires, siendo puesto en disponibilidad y congelando la representación diplomática en el país del norte. Dos años después, Yrigoyen era tumbado por un golpe de Estado que, entre otras cuestiones, "olía a petróleo". Representantes de las compañías estadounidenses, aliados de distintas oligarquías provinciales, lograrían cargos ministeriales en el gobierno de facto de Uriburu.
Durante el primer peronismo, fruto de las desaveniencias a lo largo de la segunda guerra y de la Tercera Posición, la relación con Estados Unidos registró múltiples puntos de fricción. Ya reelecto y con una compleja situación económica -en 1952 había lanzado el Plan de estabilización-, el presidente Juan Domingo Perón buscó un acercamiento a la Casa Blanca. Eisenhower, ni bien asumió en 1953, envió a su hermano Milton a una gira latinoamericana para negociar con los distintos gobiernos.
En el caso argentino, luego de su visita se aprobó la ley de inversiones extranjeras, que favoreció la radicación de empresas de ese país. También se generaron las condiciones para los futuros acuerdos petroleros con una subsidiaria de la Standard Oil Company de California, vinculados a la explotación de petróleo en Santa Cruz. Esta polémica iniciativa, que generó tanta oposición interna -los críticos argumentaban que violaba el espíritu del artículo 40 de la Constitución Nacional aprobada en 1949-, muestra las limitaciones del proceso de industrialización por sustitución de importaciones y, consecuentemente, el carácter ambivalente de la política de Perón hacia Washington. En un contexto económico complejo, el líder intentaba obtener ayuda económica de Estados Unidos, incluso relegando sus iniciativas latinoamericanistas y parte de su propia doctrina de política exterior. Esto le trajo múltiples resistencias internas y generó la oposición de quienes planteaban la necesidad de profundizar las políticas más autónomas.
Frondizi, que había sido uno de los más feroces críticos de la política petrolera "entreguista" de Perón, terminó firmando contratos petroleros con poderosas compañías de ese país, en pos de la batalla por lograr el autoabastecimeinto. Pocos años después, el gobierno de Arturo Illia tuvo diversos cortocircuitos con la Casa Blanca, entre otros motivos por su política hidrocarburífera. Uno de las promesas de su campaña electoral, en 1963, fue la anulación de los contratos petroleros firmados por Frondizi, denunciados como irregulares y fraudulentos. Esta medida se tomó un mes después de su asunción, lo cual generó conflictos en la relación bilateral con los Estados Unidos y también en el plano interno. Tres años más tarde era depuesto por un golpe encabezado por Onganía, caracterizado por la CIA como un buen amigo de Estados Unidos.
Estos ejemplos históricos ilustran el peso que los intereses petroleros estadounidenses tuvieron en las relaciones de ese país con Argentina. En los años noventa, los de las "relaciones carnales" con Washington, la furia privatista llegó hasta YPF, la emblemática empresa estatal. A diferencia de lo ocurrido en Venezuela, Brasil o México, el Estado argentino se desprendió de su compañía petrolera, que pasó a ser controlada por la española Repsol. Tras largos años de desinversión y fugas de capital multimillonarias, y una "nacionalización" que implicó la turbia entrada del grupo Eskenazi, estalló la crisis energética, debiendo importarse petróleo y gas por miles de millones de dólares. La estatización parcial de YPF, en 2012, fue presentada como una vuelta a las viejas banderas nacionalistas levantadas por Mosconi , Yrigoyen y Perón.
Sin embargo, pocos meses después, el gobierno nacional firmó un acuerdo con Chevron -fundada hace un siglo por John D. Rockefeller- para la explotación del yacimiento de Vaca Muerta, en la provincia de Neuquén, que tantas críticas recibió por parte de organizaciones sociales y movimientos ambientalistas. El gobierno del gobernador Sapag reprimió una movilización de 10.000 personas que se oponían a la aprobación de este acuerdo.
Una vez más, esta poderosa corporación -entre las 10 mayores del mundo- tiene un rol determinante en el control de un recurso estratégico y se asegura una concesión por decenas de años, la posibilidad de girar utilidades libremente y de exportar petróleo sin pagar derechos de exportación. En litigio con el gobierno de Correa luego del fallo de la Justicia ecuatoriana que la condena a pagar una indemnización multimillonaria -la Cumbre de la UNASUR respaldó la semana pasada al mandatario de ese país-, Chevron se reposiciona en Argentina. Los discursos a favor de un control estatal y popular de los bienes comunes de la tierra enfrentan, otra vez, las tendencias extractivistas de los gobiernos neodesarrollistas.
Leandro Morgenfeld.
Docente UBA. Investigador del CONICET. Autor de Vecinos en conflicto. Argentina y Estados Unidos en las conferencias panamericanas (Ed. Continente, 2011), de Relaciones peligrosas. Argentina y Estados Unidos (Capital Intelectual, 2012) y del blog www.vecinosenconflicto.blogspot.com
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