miércoles, 8 de agosto de 2007

El oro del pueblo.

Panamericanos Río 2007

07/08/2007

Por Luis A. Digna

Apenas los XV Juegos Panamericanos son ya historia. Nuevamente Cuba reedita la hazaña de situarse en el segundo lugar del medallero por países, en lidia contra monstruos del deporte que superan a nuestra Isla no sólo en población o extensión territorial sino en innumerables recursos.
Sin embargo, el deporte revolucionario da muestra una vez más de que no basta ninguna de esas ventajas cuando se compite con el ánimo de millones de cubanos sonando en cada paso, en cada combate, en cada lanzamiento. Y en esta demostración, las mujeres cubanas, las deportistas de la bandera de la estrella solitaria, no fueron segundas de nadie y aportaron una vasta cantidad de títulos de todos los metales.

Quien suscribe estas líneas no es un especialista en la rama deportiva. A veces escucha pronósticos, y los cree o no; a veces se molesta y apaga el televisor cuando esos que nos representan, que a ratos olvidamos son también de carne y hueso, no alcanzan el éxito que todos quisiéramos; a veces salta al unísono, amenazando con sacar a la Isla de su cauce, con los nueve millones y tanto restantes, si una nueva victoria despierta otra vez la emoción y la algarabía del vecindario obliga a encender nuevamente la pantalla.

En estos Panamericanos de Río 2007, no ha sido diferente. Pero más que a los análisis, necesarios para seguir mejorando, o a las posibilidades logradas o que no fueron esta vez alcanzadas; más que al pase de revista que ahora se impone sobre la actuación en el evento, es a otro acápite al que quisiera referirme. Como pocas veces, en esta ocasión el accionar de las deportistas cubanas ha sido un importantísimo sostén en que nuestro país mantenga su segundo puesto en colectivo entre todas las naciones. Como se pudo notar, estos Juegos Panamericanos no trajeron consigo aquel paseo donde copábamos todos los títulos. En muchos deportes, incluso en algunos de ellos gracias a la cooperación de técnicos cubanos, el nivel de calidad continental ha subido y es preciso un esfuerzo mayor. De manera que resulta doble el mérito de la cubanas en la suma final de este certamen.

¿Cómo olvidar el alegrón de las nuevas Morenas del Caribe al derrotar en su propia sede, en apretado y emocionante quinto set, a la escuadra femenina del voly brasileño con ese tanto final que estremeció a toda la Isla y de seguro dejó por un buen rato sin habla a los del país de la samba? ¿Quién no puso su pecho, su cuota de aliento, su empujón espiritual para que no flaquearan las piernas y el corazón de Mariela González mientras recorría las calles de Río devorando la distancia de su carreraq? La bárbara prueba del maratón, la más exigente sin dudas dentro del atletismo y quizás uno de los más duros eventos de todo el deporte, nunca había tenido a una cubana ganadora aunque ya Mariela acumulaba una plata panamericana (Santo Domingo–03), al igual que antes lo hiciera Maribel Durruty, (plata en Habana–91 y bronce en Indianápolis–87). Pero nunca el podio había encumbrado a una cubana. Y he ahí que la pequeña gigante granmense nos puso el alma en vilo durante kilómetros y kilómetros hasta que tomó una delantera que ya no perdería jamás para anotar en la historia su nombre y el de Cuba. Primera cubana en todos los tiempos que logra imponerse en una maratón.

Otras alegrías faltaban. En el judo, a pesar de la presión a ratos desbordada en cierta mala educación del público de casa, las cubanas cerraban a todo tren. Driulis González, medallista olímpica, conquistaba su cuarto título dorado consecutivo en Juegos Panamericanos, logro que ningún otro judoca en uno y otro sexo ha conseguido. Sheila Espinosa y Yanet Bermoy, esta última, ganadora por ippon en todos sus combates, redondeaban con sus títulos de oro la cifra de cinco en total para el judo nacional, válido para el primer lugar de la justa. Fue aquí la actuación femenina, con tres doradas, la que marcó la diferencia.

El atletismo esperaba para regalar su cuota de oro en femenino. En los eventos de lanzamiento del martillo, del disco, de la bala y de la jabalina; en el triple salto, en los 200 metros planos y en el relevo de 4 x 400, se anotaban otra vez los nombres de las cubanas. En los cuatro eventos de lanzamiento, las cubanas hacían el uno dos en los resultados. Misleidys González, en tarde dorada, desplazaba al segundo puesto a su compatriota, la olímpica Yumisleidi Cumbá, en en el envío de la bala. En la jabalina, Osleidys Menéndez y Sonia Bicet, repetían la fórmula y una Yipsi Moreno dejaba clara la supremacía en el martillo, con record panamericano incluido, acompañada de su compatriota Arasay Thondike. En el disco, otra dupla cubana arrasaba con los dos lugares cimeros, Yarelis Barrios y Yania Ferrales se agenciaban el dúo de metales en oro y plata. Yargelis Savigne destrozaba dos veces el record panamericano y dejaba de nuevo a las de casa con las ganas de colgarse el oro en triple salto. Otra cubana, Mabel Gay, cerraba con bronce el trío del podio en este mismo evento y en el salto con garrocha con un bronce imprevisto hacía también su aporte en la jovencita Yarisley Silva. Los 200 metros planos daban el alegrón con una Roxana Díaz corriendo como el viento, después de salir quinta de su bloque de arrancada, para rematar con cierre de oro. Y el 4 x 400 arrebataba igualmente el título en el último instante y casi sobre la meta; Aymé Martínez, Daimí Pernia, Zulia Calatayud e Indira Terrero, en electrizante carrera, ganaban por sólo unas centésimas a las cuartetas de Estados Unidos y México, donde una Ana Gabriela Guevara, en impresionante remate, rescató la plata para Latinoamérica ante el final exhausto de la norteamericana Nicole Leach. Gracias a la actuación de las damas, el atletismo cubano cerró en primer lugar de los Juegos. Del total de doce medallas de oro ganadas por el atletismo, ocho correspondieron a las mujeres. En las ocho de plata y diez de bronce restantes, también hubo abundantes nombres en femenino.

Podría ser mucho mayor la lista de premios con nombres de mujer. Las aquí involuntariamente omitidas, las atletas del tiro, la gimnasia rítmica, los remos, el voly de playa, la esgrima y todas en fin, sépanse representadas en ese segundo lugar colectivo, y en el cariño del pueblo que las siguió y apoyó en todas las jornadas de competencia. No hay oro mejor que ese amor que se prodiga al regreso, sin distancias ni famas, cuando todo un país aplaude y quiere a sus ídolos. A esos ídolos que sólo tienen el oro del pueblo y de su decoro y el que alcanzan con su sudor en lo alto del podio. Los que compiten con la patria en el pecho y un amor de millones ondeando detrás de la estrella solitaria. Para todas ellas, nuestras valientes mujeres deportistas, y para todos ellos, nuestros viriles atletas, llegue el cerrado aplauso de respeto, cariño y reconocimiento de todos los que navegamos esta Isla del Caribe, como si otra vez acabara de sonar el himno de una nueva victoria.

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