Joseph Halevi (*)
“Con la ruptura de 1971-73, el endeudamiento empresarial es producto del estancamiento, mientras que el de las familias, que no deja de crecer desde Reagan hasta hoy, es resultado de la caída de los salarios reales. La respuesta económica y política, progresivamente extendida a Europa, fue la transformación de las deudas en fuentes de beneficios. Con Clinton cayeron las últimas protecciones del sector bancario respecto de los “mercados”, y –factor de importancia decisiva—, los programas de pensiones dejaron de ser definidos en términos de beneficios precisos, como un flujo de ingreso y de asistencias médicas, para empezar a serlo en términos de rentas de futuras capitalizaciones”.
El poder extraordinario de los instrumentos financieros “derivados” (hedge funds, CDO [obligación en deuda colateralizada, por sus siglas en inglés], etc.) no es una aberración, sino la forma más moderna del capitalismo. Por lo demás, protegida y mimada por los bancos centrales del mundo entero, conforme al ejemplo de la FED de Alan Greenspan.
La actual crisis de los mercados financieros es todo menos una sorpresa. Ha venido siendo anunciada por la prensa especializada, y en particular, por el óptimo Financial Times, desde las primeras fluctuaciones violentas en Shanghai y Nueva York el pasado febrero. En su edición del 17 de agosto, el cotidiano londinense ha publicado el cuadro de marcha de esta crisis. En febrero se manifiesta la primera sacudida ligada claramente al subprime, es decir, a los préstamos hipotecarios concedidos a familias sin ingresos suficientes. La mayor sociedad especializada en esos préstamos, la Nova Star, anuncia pérdidas de morosidad, y la sigue luego la New Century Financial, segunda en tamaño.
En mayo, el banco suizo UBS clausura su sociedad de hedge funds luego de constatar pérdidas por valor de 91 millones de euros registradas durante el primer trimestre del año en el mercado subprime. El 19 de junio, dos hedge funds pertenecientes al banco de inversiones Bear Stearns anuncian que tratarán de recurrir a la incautación de los bienes de los deudores para recuperar dinero, iniciando el desmoronamiento que ha acabado en desplome. Durante el mes de julio la atención se centra en las dificultades del capital equity (1) para proceder a la compra de la empresa automovilística Chrysler –de la que se desprendía la alemana Daimler— y de la Alliance Boots. Las operaciones de compra se fundaban en el leveraged buyout, que es el modo de funcionamiento de los capitales equity. Consiste en levantar consorcios financieros que se endeudan en los “mercados” a fin de comprar sociedades. La deuda aparece como un coste; es entonces detraído de los impuestos del grupo equity y cargado a la sociedad a reestructurar, es decir, a los trabajadores a despedir. La imposibilidad de encontrar los préstamos para tomar el relevo en Chrysler y en Alliance Boots indicaba que la crisis del subprime se transmitía al mercado equity por la vía de las restricciones del crédito. En agosto llega el enuncio de que Goldman Sachs inyecta 3.000 millones de dólares a fin de sostener su sociedad Global Equity Opportunities.
Una crisis prevista y aun anunciada a bombo y platillo, pero que no ha logrado evitarse. La eliminación de los comportamientos prudentes radica en el hecho de que los beneficios financieros, sobre todo los ligados a la transformación de la deuda en una actividad lucrativa, se han convertido en el motor y en el fin principal de la acumulación, la cual se funda ya, en realidad, en las plusvalías y apreciaciones de valores. Tal línea de conducta ha sido secundada, desde hace ya años, por los bancos centrales y por las instituciones reguladoras. Célebre fue, en tal sentido, la declaración de Alan Greenspan ante el Congreso, en donde sostuvo la necesidad de dejar en la opacidad el mercado de los productos financieros derivados. No sabemos muy bien qué ocurre allá dentro, afirmó, razón por la cual es mejor no mirar ni tocar.
El endeudamiento, al comienzo sólo empresarial y al que hoy se ha añadido la deuda exorbitante de las familias, está en la base de los actuales mecanismos financieros. Términos como securization (la emisión de títulos para sostener la deuda privada) o hedge funds (las sociedades que gestionan el riesgo, lucrándose en ello) aparecen en los EEUU, y de manera cada vez más preponderante, a partir de los años 70. El espacio para este tipo de actividad se ensancha, o con el aumento del endeudamiento, o con la eliminación de los diques protectores expresamente diseñados por Roosevelt para aislar el sistema bancario de la volatilidad de los “mercados”. No es, de hecho, casual que la ahora enorme inestabilidad de Wall Street se mantuviera en el período 1963-1969 (el Dow rondaba la cuota 700, acabando en poco más de 750, con picos intermedios entorno a la cuota 1000) como un circuito cerrado, mientras la economía y el sistema bancario prosperaban gracias a las políticas del más grande keynesiano de la historia, el comunista vietnamita Ho Chi Min.
Con la ruptura de 1971-73, el endeudamiento empresarial es producto del estancamiento, mientras que el de las familias, que no deja de crecer desde Reagan hasta hoy, es resultado de la caída de los salarios reales. La respuesta económica y política, progresivamente extendida a Europa, fue la transformación de las deudas en fuentes de beneficios. Con Clinton cayeron las últimas protecciones del sector bancario respecto de los “mercados”, y –factor de importancia decisiva—, los programas de pensiones dejaron de ser definidos en términos de beneficios precisos, como un flujo de ingreso y de asistencias médicas, para empezar a serlo en términos de rentas de futuras capitalizaciones.
Ahora, el mejor fruto del presente para el capital es la compresión salarial y de las pensiones; pero el presente no arroja beneficios significativos. Esa es la realidad. En cualquier década que consideremos, después de 1970, el saldo del crecimiento mundial y sobretodo de los países desarrollados ha resultado inferior al de la década precedente. Eso vale también para el quinquenio 2000-2005 (véase UNCTAD, Annual average growth rates of real gross domestic product).
La reducción de las tasas salariales no expende la demanda, razón por la cual el aumento de los beneficios depende de las exportaciones basadas en los bajos salarios chinos, como ya antes de México; y sobre todo, de la transformación de ignotos ingresos futuros en ganancias presentes del capital. La securization, la emisión de títulos de deuda apoyados en bienes valorados por agencias de rating, calificadoras del riesgo —auténticas transnacionales financieras—, ha permitido a las empresas endeudarse por sumas muchas veces superiores al valor estimado. Se consigue así el pago de elevados dividendos que disparan el valor de las acciones, atrayendo otros capitales y permitiendo el ulterior endeudamiento y elevados premios para los ejecutivos. La gestión del riesgo de esas actividades es preponderantemente obra de los hedge funds. Éstos efectúan auténticas operaciones de integración y “embalaje” de los más variados instrumentos de crédito —ya empresariales, ya familiares, como en el subprime— en paquetes definidos como como complex investment vehicles. El lucro consiste en dispersar el riesgo a la espera de que el flujo de los pagos por parte de los deudores continúe. Es un modo pícaro de expeler el riesgo “individual”. Pero éste es, sin embargo, endógeno, y nace de las actividades mismas de los hedge funds. La promiscuidad y la mezcolanza de los instrumentos es tal, que ni siquiera los propios hedge funds los comprenden ya cabalmente. Así ha sucedido con los fondos de la Bear Stearns, cuyos dirigentes se acordaron de las pérdidas cuando ya era demasiado tarde, iniciando el desplome de las últimas semanas. Los “embalajes” aseguran, por lo demás, la contaminación de los componentes “sanos” de los paquetes. Jugar a la deuda puede funcionar para algunos agentes económicos, en la medida en que los movimientos en una dirección quedan contrarrestados por movimientos en la dirección opuesta. Pero si todos se lanzan de cabeza, el punto más débil –quien no puede pagar— cede, con efectos en cadena. El resto, ya lo hemos visto.
Lo descrito hasta aquí no es, empero, una “aberración” respecto del funcionamiento normal del capitalismo. Al contrario: es su forma más actual. Por eso los bancos centrales se ven forzados a abandonar toda pretensión de independencia y a convalidar, aportando ilimitadamente dinero, las acciones de este “capital que se come el futuro”.
------------
NOTA de la Traductora: (1) La cantidad de inversión mediante efectivo o ganancias retenidas en una empresa. A veces es llamado "shareholder equity", "valor de libro" o valor neto. Para calcular las ratios, los préstamos de accionistas a la compañía, a menudo son incluidos en la "equity" de la compañía. El término también significa la diferencia entre activos y pasivos. Es el compromiso financiero total de los propietarios con la empresa.
(*) Joseph Halevi es profesor de Economía Política en la Universidad de Sydney y está asociado al Institut de Recherches Economiques sur la Production et le Développement (IREPD) de la Universidad Pierre Mendès France de Grenoble, France. Es miembro del consejo editorial internacional de Economie Appliquée (Paris) y del consejo editorial de Cahiers d'Economie Politique (Paris). Está vinculado también al centro IREPD (Institut de Recherches Economiques sur la Production et le Développement) de la Universidad de Grenoble perteneciente al CNRS (Centre National pour la Recherce Scientifique) francés. Desde 1990 colabora regularmente con el periódico de la izquierda italiana Il Manifesto en Roma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario