sábado, 18 de agosto de 2007

En qué mundo vivimos

Por Osvaldo Bayer
desde Bonn
Este viernes 17 leo en Bonn los titulares de los dos diarios que recibo. El Frankfurter Rundschau (liberal él) titula a toda tapa: “Las bolsas de comercio entre el cielo y el infierno”. Leo, pero del cielo habla poco y todo parece que el mercado de acciones de EE.UU. habla de crisis e insolvencia. El otro diario, bien conservador por cierto, el General Anzeiger de Bonn, titula con algo que parece sacado de una opereta de carnaval: “El sindicato de policías exige tanques” y en la misma página algo realmente triste, porque se trata de niños. Dice: “Crece el número de niños pobres”. Leo rápidamente para saber si es en Latinoamérica o en Africa o... No... lo leo tres veces, es en Alemania, donde –y esto es la estadística oficial– existen 1.929.000 niños bajo el nivel de pobreza. Casi dos millones.

De niños bajo el nivel de pobreza, repito. Sí, sí, el 17 por ciento de los niños menores de 17 años que viven en familias que reciben el “Plan Hartz IV”, plan que reemplazó a la ayuda a los desocupados en forma absolutamente negativa. Y esto a pesar de que ha disminuido en las últimas décadas el número de nacimientos.

Cómo, ¿acaso los más eminentes economistas de Occidente no sostuvieron siempre que el capitalismo iba a solucionar por sí mismo todos los problemas del mundo? (China le acaba de quitar a Alemania el orgullo de ser el primer país exportador del mundo.) La reflexión simple es que si Alemania –calificado como el país de mejor economía organizada de Europa– presenta esta cifra nada menos que con los niños, qué podemos esperar entonces los llamados países del Tercer Mundo.

Pero además, la violencia. La contratapa de los diarios está reservada al asesinato de seis jóvenes italianos en la ciudad alemana de Duisburg. La policía alemana está enojada con su colega la policía italiana. Cuando se encontraron los seis cuerpos en el frente de una pizzería italiana de la ciudad de Duisburg, la policía alemana llamó enseguida a la central de la policía italiana. Y ésta le dio todos los datos, sí, se trata de la mafia calabresa y es una pelea –que viene ya de antiguo– entre dos familias del pueblo de San Luca que se disputan el poder de la mafia. Mafia que gana, según los mismos datos, 56 millones de euros por año. Bien, la policía alemana entonces se deprimió porque si la policía italiana sabía tantos datos, ¿por qué no le informó antes para ayudarla a combatir a la mafia italiana que se ha adentrado en suelo alemán, principalmente en la zona del Ruhr? Ante este reproche alemán, la policía italiana calló. Algo así como de “eso no se habla”. Entonces ahora ha comenzado un debate: ¿por qué el Estado italiano aguanta desde hace siglos las mafias llamadas “la Sacra Corona Unita”, de Apulia; la “Camorra” napolitana; la “Ndrangheta”, de Calabria, y la “Cosa Nostra”, de Sicilia? ¿Cómo es posible que jamás pudieron ser destruidas? ¿Por qué nunca los Papas iniciaron una campaña diciendo que todo aquel que pertenece o ayuda a la mafia o calla irá al infierno por los siglos de los siglos? No, todo es silencio. Un silencio mafioso. Todos callan. Jesús no hubiera callado.

¿Es tal vez porque la mafia gana por año 56 millones de euros...? No vamos a prejuzgar pero... por algo será, como dicen los que se lavan las manos y agregan de inmediato: “Pero yo no tengo nada que ver”. Las mafias se han extendido al exterior. La Ndrangheta calabresa ha avanzado, como decimos, entre las pizzerías y otros negocios de italianos en Alemania; la Cosa Nostra siciliana tiene sus ramas especialmente en Estados Unidos, desde hace décadas; la Camorra napolitana se especializa sólo en su territorio y la Sacra Corona Unita se ha extendido en los países balcánicos. Las cuatro organizaciones se dedican al mercado de drogas, a la prostitución, al negocio de armas, a la extorsión y a la usura. De vez en cuando, las autoridades italianas se muestran “responsables” y dan a conocer la detención de algún “capo”. Como el caso de Bernardo Provenzano, jefe durante 43 años de la Cosa Nostra, que el año pasado fue detenido y condenado. Pero la gente se preguntó si no fue la misma mafia quien lo denunció para sacárselo de encima, quedar bien con las “autoridades” y poder seguir trabajando. Es interesante la declaración del fiscal general italiano Alberto Cisterna, de la Dirección Antimafia en Roma, quien dijo: “Quien autorizó esa acción criminal ha puesto en peligro el refugio de muchos calabreses en Alemania”. ¿Y por qué no también en Italia? ¿No tendría que hacerse la gran investigación en los dos países a la vez? Claro, lo mejor es callar.

En esta Alemania, que ahora tiene un Papa, también preocupa mucho la conducta de Ratzinger. Sí, eso mismo, el Papa. El ex primer ministro alemán Helmut Schmidt ha dicho por televisión: “¿Para qué el Papa Ratzinger se mete a hablar todo el día de la castidad, en contra del aborto y da consejos de moral sexual si él no sabe nada de eso, no tiene ninguna experiencia? Que la acabe de una vez y que se dedique a cosas que sabe. Es lo mismo si a mí me preguntaran sobre rugby o sobre polo”. Y en uno de los programas más vistos de la televisión alemana, Panorama, del canal oficial, se denunció el comportamiento de los obispos con respecto a la denuncia de niños y jóvenes que fueron abusados sexualmente por curas católicos. El primer caso, en Löhr am Rhein, donde un niño, Florian, de diez años, fue llevado por un sacerdote a la habitación y obligado a hacer sexo oral. A los 18 años, ese mismo chico fue a denunciar el hecho ante el obispo correspondiente, el de Maguncia, quien lo escuchó y le dijo que él iba a tomar en sus manos el problema pero que no hiciera ninguna denuncia policial porque “si no ya no podrás entrar más a ninguna iglesia”. Y le aseguró que el hecho sería tratado por una “comisión eclesiástica”. Luego, en la TV apareció otra víctima sexual, Norbert Denef, quien señaló que también a los diez años fue violado por un sacerdote católico. Siendo mayor ya hizo la denuncia ante la Iglesia, el obispado de Magdeburg, quien le otorgó a la víctima 25.000 euros para que callara. Porque, como dijo ese obispo, Tobías Kriesel: “Cuando ocurre algo así en la Iglesia, entonces sí se divulga en todo el mundo”. El tercer caso, ocurrido en Viecheln, Baviera, fue el del niño Benedikt Treumer, también violado por un sacerdote, que sí hizo la denuncia ante las autoridades. Se le hizo un juicio al imputado y se lo condenó a doce meses de prisión en suspenso. Pero la Iglesia, en vez de tomar medidas internas, envió al sacerdote a otra región. Cuando los periodistas le preguntaron al famoso cardenal Lehmann por qué la Iglesia no denunciaba por sí misma esos hechos a la Justicia, declaró: “Es que los fiscales tienen una forma de analizar las cosas muy diferente a la Iglesia. Los fiscales de Estado no son siempre objetivos; poseen una perspectiva distinta”. El comentario del periodista fue que para la Iglesia, aparentemente, el Derecho Eclesiástico está por encima del Derecho Público. En los tres casos, la Iglesia Católica nunca se disculpó ante los dañados y sus familias. Todo se calla. De eso no se habla.

Escribimos esto porque después nos preguntamos cómo es posible que el ser humano no haya llegado, a través de la búsqueda y la lucha de siglos, a conformar una sociedad en la Etica y el verdadero progreso que es la Paz. Después de tantos pensadores profundos que transformaron la filosofía. El mismo diario Frankfurter Rundschau, con la firma del economista Markus Sievers, hace la siguiente interpretación de la crisis económica mundial actual, que titula nada menos que “El fin de los dulces sueños”: “Lo que en realidad sorprende es cómo los inversores financieros son sorprendidos por la crisis de los bienes inmuebles. Desde vertiginosos precios para edificios hasta prácticas crediticias insostenibles en los Estados Unidos. Existen desde hace tiempo para los interesados investigaciones serias y detalladas. Pero los profesionales en los bancos y sus alrededores creyeron poder obtener provecho de la inseguridad, en tanto distribuían los riesgos y los malvendían obteniendo ganancias. Está muy bien que esa gente sea enfrentada con la realidad”.

¿Qué quiere decir, que al final la economía es una broma de “profesionales”?

Es decir no Etica ni Honestidad. Ganar, hacer negocios. Y por eso, y esos, tiembla el mundo.

¿Se arregla todo esto con más policía? Por lo menos la mayoría de los porteños así lo cree, lo mostró con su último voto. Tal vez, en las próximas elecciones en Buenos Aires, el candidato que quiera triunfar va a exigir tanques para la policía.

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