martes, 21 de agosto de 2007

EE.UU., esa economía dependiente de las guerras.

POR ELSA CLARO — especial para Granma Internacional—

LA sobrevaloración del precio real de las casas, fabricado por medio de préstamos hipotecarios sobre ellas, llevó a que muchas familias norteamericanas resolvieran urgencias económicas teniendo dos y tres empeños sobre ese bien.

Los empresarios del sector concedían este dinero incluso cuando el deudor no contaba con solvencia suficiente. Si el favorecido no lograba pagar a tiempo perdía su domicilio. La espiral creada toma el nombre de burbuja inmobiliaria y ya tiene sus primeras víctimas.

Aún cuando un grupo de empresas quebraron con los primeros pinchazos las consecuencias son peores para quienes están en la base de la pirámide. Ya se estaba registrando un menor consumo en EE.UU. y según los expertos de ese síntoma se pasa a un descenso de las ganancias corporativas, cuyos dueños buscan resarcirse echando a la calle a miles de trabajadores.

Oráculos del sector, como Alan Greenspan, advirtieron desde el pasado año algo así. El hasta hace poco jefe del banco central norteamericano (Reserva Federal), fue quien mantuvo con sus argucias a flote el dólar (manipulando las tasas de interés o precio del dinero) pese a las anomalías que ha sufrido desde el 70 a la fecha la economía estadounidense, transfigurada de productiva en infecunda, porque la mayor parte de los grandes consorcios se modificaron para fabricar armamento.

Como además se convirtió la especulación en fuente de ingresos, tiene un alto componente parasitario y está subordinada a demasiados factores externos.

Depende de las guerras para sostener el costoso andamiaje militar industrial. Si las armas y municiones no se gastan, no hay negocio. El país se endeuda emitiendo bonos del tesoro (obligaciones del Estado) adquiridas por naciones como Japón y China, entre otros, a los cuales pudiera arrastrar en su caída y también a la inversa.

El premio Nobel de economía, Joseph Stiglitz, decía desde el pasado año que había motivos para preocuparse y citó factores como el debilitamiento constante del dólar, algo que se mantuvo en lo que va del 2007; la gran dependencia energética y el endeudamiento del Gobierno provocada porque la Administración Bush sigue realizando gastos superiores a lo que recauda.

El afamado economista avisó, además, que la ciudadanía pagará durante varias décadas los costos de la guerra de Iraq. Su peor previsión indica que todo esto lleva hacia una depresión que se reflejará a escala mundial.

En febrero pasado Greenspan, redujo el marco de probabilidades al vaticinar que antes de concluir este año puede expresarse de manera mejor definida esa anunciada recesión. Los dirigentes del gabinete Bush lo desmintieron, pero en ese momento se estaba registrando el derrumbe de las bolsas de valores, partiendo de la de Shanghai. La reciente tempestad desatada en julio-agosto, tuvo importantes impactos en Wall Street, que circuló por todo el planeta, obligando a Europa, Japón, EE.UU. y Australia a inyectar fuertes sumas de dinero en el mercado para evitar un desastre.

El politólogo estadounidense, James Petras, considera que lo ocurrido en la subprime o negocios inmobiliarios de riesgo, es "una movida a gran escala en las actividades no productivas (…) todo un juego entre especuladores en competencia y cada cual buscando comprar y vender empresas, prestando dinero (…) … una pirámide de especulación… un fantasma… una arquitectura financiera sobre una base superfrágil de gran volatilidad (…) Por eso creo que este proceso de crisis inevitablemente se va a extender a los sistemas financieros (…) creo que por fin de año vamos a tener … una recesión que empieza en el gran centro de especulación que es el mundo anglosajón: Inglaterra, EE.UU. y se extenderá a las actividades productivas".

Por su parte Jorge Beinstein escribe en The Economist, de Londres, que "... hacia finales de 2006 la deuda total estadounidense (pública, empresaria y personal) llegaba a los 48 billones de dólares: más de tres veces el PIB norteamericano y superior al PBM. Las deudas con el exterior trepaban a 10 billones de dólares…"

Beinstein apunta además: "Desde 2005 expertos de muy diverso signo ideológico comenzaron a alertar acerca del próximo desinfle de la burbuja inmobiliaria (…) Pero en los Estados Unidos, donde la brecha entre los préstamos inmobiliarios y los ingresos personales crecía sin cesar, la fiesta financiera siguió imperturbable a las alertas dictando el ritmo de las otras potencias económicas…"

El analista hace notar que "independientemente de altibajos y efímeras recuperaciones, la interrogante central es cómo y a qué ritmo se propagará el enfriamiento al conjunto de la economía mundial". Considera una "gran perturbación del capitalismo mundial" la que está en curso y distinta a otras anteriores la actual crisis.

Aunque los personeros de la Administración estadounidense insistan en que la declinación del dólar o el extraordinario endeudamiento norteamericano son parte de una "recomposición positiva del capitalismo global" semejantes afirmaciones parecen un cuento para incautos. Y de esos van quedando cada vez menos.

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