En suma: la plata ya se puso, pero el acuerdo todavía no está. Ahora, viene una ´carta de intención´ y un “memorándum de entendimiento”, la llamada letra chica de los ajustes que el gobierno debe ejecutar. El límite de estas tratativas en el tiempo son los próximos vencimientos de fines de marzo, con el propio Fondo y con el Club de París, por más de 4.000 millones de dólares. Cualquier tropiezo o disidencia en la “letra chica” recibirá la medicina de las últimas semanas: la disparada del dólar, del riesgo país y un nuevo derrumbe de los títulos de la deuda argentina. Por eso mismo, es esperable que, de acá al “memorándum” asistamos a nuevos y duros detalles sobre el alcance del ajuste, que Guzmán-Fernández le admitirán al Fondo, por un lado, y buscarán disimular públicamente, del otro.
Tarifazo
Es significativo que el comunicado del Fondo asumiera como “esencial” (sic) la cuestión de los subsidios a las tarifas, que el gobierno minimizó en sus anuncios. Los subsidios actuales representan una cifra cercana a la totalidad del déficit que se quiere reducir en 2022 – unos 1,4 billones de pesos. Allí se encuentra el filón más jugoso del ajuste – junto a la desindexación de las jubilaciones.
El gobierno aludió a un aumento moderado de las tarifas en términos reales. O sea que, con una inflación del 50%, la ´moderación´ podría representar aumentos del 70 u 80 % en las facturas de los servicios. Los monopolios petroleros, a su turno, presionan por la ´internacionalización´ de sus precios, en un momento donde los desequilibrios económicos y políticos mundiales han disparado por los aires los precios del gas. Naturalmente, nada de esto tiene que ver con los costos reales de producción en la Argentina, que el gobierno de “Todes” no piensa verificar. Pero es difícil creer que una reducción significativa de los subsidios se limite a “liberar la tarifa de los barrios privados”, como quieren hacernos creer los economistas del kirchnerismo. El acuerdo viene con un tarifazo en regla bajo el poncho.
La “letra chica” deberá meterse también en la cuestión del financiamiento del Tesoro, que el Fondo exige que sea a través del endeudamiento y no de la emisión de pesos. Como a la vez se exigen tasas de interés superiores a la inflación, el acuerdo “viable” y “razonable” amenaza levantar a niveles todavía mayores la carga de la deuda pública, la cual, como viene ocurriendo, solo podrá colocarse ofreciendo su indexación de acuerdo a la inflación o a la evolución del tipo de cambio.
Todos apoyan, ninguno cree
La clase capitalista argentina y sus partidos se han aferrado a este acuerdo como supuesta tabla de salvación frente a una bancarrota económica y política que los envuelve sin excepción. La gran burguesía enfrenta una voluminosa deuda en dólares que contrajo en los primeros años del macrismo, y que necesita refinanciar imperiosamente. La carga de la deuda pública, naturalmente, incorpora a los rescates del fisco en favor de ese gran capital en crisis. El Estado quebrado, en definitiva, es sólo la expresión concentrada de una quiebra más general de las relaciones sociales capitalistas.
No sorprende, por eso, que “la política” del capital cierre filas con el acuerdo, aunque al mismo tiempo trate de deslindarse de sus consecuencias y de sus perspectivas. Por ejemplo, la “dura” Patricia Bulrich ha confirmado que JxC respaldará el acuerdo en el Congreso, aunque al mismo tiempo aclaró que lo que votará es el “financiamiento” (del Fondo), “el resto -o sea el ajuste- le corresponde al Ejecutivo”. Un economista top del macrismo, Federico Sutzenegger, acaba de definir al acuerdo en puertas como “más macrista que el propio Macri” (Perfil, 30/1). No quieren asociarse a las medidas confiscatorias en puerta, y que ellos conocen mejor que nadie.
Milei y Espert han anticipado su voto negativo, a sabiendas de que no moverá el amperímetro del Congreso. Pero el principal asesor de Milei, Carlos Maslatón, los ha deschavado: en un tuit muy difundido, saludó con bombos y platillos el acuerdo con el Fondo, al que ve como punto de partida de un “boom inversor y exportador”. Demasiado palabrerío: los libertarios, el partido de los brokers y los fondos de inversión, se conforman con una suba –aunque sea efímera- de los bonos de la deuda argentina.
En este recorrido, el premio a las imposturas se lo llevan el kirchnerismo y su jefa. Cristina guardó riguroso silencio en las horas previas al acuerdo, y no movió un dedo para frenar o interrumpir ninguna de las tratativas en marcha. Pero como ocurrió con Milei, también tuvo sus alter ego saliendo en apoyo del acuerdo, como Kicillof o el estalinista Carlos Heller. Cristina Kirchner intenta resguardarse de los choques sociales y crisis que se vienen. A su izquierda, un arco variopinto de oficialistas invoca la verborragia nacionalista para lamentarse sobre la “cesión de soberanía”, cuando callaron durante dos años sobre el gigantesco ajuste que se perpetraba, no en el vacío, sino para arrimar posiciones con el FMI. Es probable que estos críticos de la última hora pretendan sobrevivir a la declinación inexorable del kirchnerismo, como partícipe necesario un gobierno fondomonetarista.
A la inversa de CFK, Alberto Fernández fantasea en estas horas con una hipotética reelección, si el acuerdo consiguiera un ´reencaminamiento´ económico. Se olvida, naturalmente, de las consecuencias sociales brutales que acarreará el "monitoreo" del FMI y del Departamento de Estado sobre la Argentina. En previsión de ello, la burocracia sindical se apresuró a redactar el comunicado más ferviente de todos los que se escribieron en apoyo al acuerdo, ofreciéndose como gendarme del ajuste en los sindicatos.
La crisis política argentina ha ingresado en otra etapa. Los Fernández han convalidado el derecho del capital financiero internacional -y de la gran burguesía unida por mil vínculos con aquel- a la apropiación creciente y vitalicia de la riqueza social generada por la clase obrera. Que el capital dependa de una exacción asegurada por el Estado -e incluso por organismos internacionales parestatales- es una manifestación de su irremediable decadencia. El acuerdo con el FMI será el escenario de una aguda lucha de clases. El “sistema de la deuda” debe ser superado por una transformación social dirigida por la clase obrera, o sea, por un gobierno de trabajadores. Con esta perspectiva estratégica abordamos la movilización por el repudio a este acuerdo confiscatorio.
Marcelo Ramal
30/01/2022
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