El ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, sigue insistiendo con defender la repudiada explotación petrolera en la costa atlántica. Justo en los precisos momentos en que Perú atraviesa una catástrofe ambiental gracias a un derrame de crudo en el mar, el funcionario vuelve a la carga con la negación de las consecuencias que podría tener esta actividad en el mar argentino.
Kulfas no dijo en esencia nada nuevo, pero volvió a decir lo mismo que viene diciendo el gobierno. Otra vez parloteó sobre la importancia de que avancen estos proyectos en tanto el país se perfila hacia un futuro con “energías renovables”. Esto se da días después de realizarse el “Clúster Renovable Nacional”, donde quedó cuantiosamente comprobado que la pretendida preocupación del gobierno de avanzar hacia un futuro “verde” es su ariete para justificar el saqueo del país en nombre de un mañana hipotético.
En el mismo sentido se anotan las previas palabras del ministro de Ambiente Cabandié, que son la línea predilecta de todo el gobierno. Dijo que si se quiere tener un país sustentable, “hay que conseguir dólares”. Que toda la estructura para la explotación de las energías renovables tiene costos en dólares, y que, por tanto, se justifica que ingresen por la vía de la megaminería, la explotación petrolera offshore o cualquier proyecto que implique depredación ambiental. Pero esto es falso. El gobierno no busca que ingresen dólares para transicionar hacia un país “sustentable”, sino para cumplir con el pago de la deuda externa. Si no fuera así, se habría aprovechado el récord de superávit comercial de 2021, del que en el país no quedó ni un centavo partido al medio. Todas esas divisas se fugaron y fueron destinadas a pagar la deuda.
Al fin de cuentas, termina siendo este el nudo de la trama. Avanzar con el extractivismo es parte crucial de la agenda que reclama el FMI sobre el país, que implica una mayor primarización de la economía y el reforzamiento de la dominación imperialista. Que las palabras de Kulfas hayan sido respaldadas por la Cámara de Comercio estadounidense (AmCham) no es una mera casualidad. Las palabras pronunciadas son idénticas: también insistieron con que “los riesgos ambientales son nulos”, y que “trae beneficios sociales y económicos a las comunidades implicadas”. Lo que, nuevamente, es cuento de la buena pipa.
En otros artículos ya señalamos algunos ejemplos que lo desmienten por completo. Por mencionar, esta fue una de las promesas cabecera, la de los “puestos de trabajo”, en Guyana. Al día de la fecha, sigue siendo uno de los países más pobres de la región, y de las ganancias millonarias de los pulpos energéticos no fue a parar ni un centavo al desarrollo social y económico del país. Solo les quedó, claro, el pasivo ambiental e incluso las penurias para los trabajadores de la pesca, que sufrieron un daño irreversible a su fuente de trabajo gracias a los efectos colaterales de la exploración sísmica o la salinización y la contaminación del agua. Pero sin ir más lejos nos podemos remontar, por ejemplo, al ejemplo de Caleta Córdova, un barrio de Comodoro Rivadavia, Chubut, que entre 2007 y 2008 sufrió dos derrames de petróleo devastadores gracias al transporte por mar de crudo. Allí, encima, se pretendía avanzar en la explotación sísmica para explotar petróleo sobre esas costas. En 2010 se comenzó a incurrir en tal actividad, y la comunidad pesquera de la zona salió rápidamente a luchar por la reducción notoria de la presencia de varias especies de peces, siendo reprimidos incluso.
Lo que sucede en efecto es que el FMI y el capital financiero reclaman el avance de estos proyectos por un interés directo. Algunos de los principales fondos de inversión (y saqueadores del país) como BlackRock o Templeton son accionistas directos del pulpo Equinor, beneficiario del 35% de las ganancias que reportaría la plataforma petrolera de Mar del Plata. Lo propio ocurre con la megaminería a cielo abierto, a la que el gobierno de los Fernández tiene en cartera ya desde su asunción en 2019 con el intento de avanzar en la zonificación en Mendoza, tumbada por una verdadera rebelión provincial al igual que ocurrió recientemente en Chubut. Y nuevamente hay gigantes financieros como BlackRock operando detrás, corroborando enteramente la relación entre el pago de la deuda externa y el sometimiento del país a estos pactos coloniales.
Por eso Kulfas insistió en las mismas declaraciones con que la megaminería también implica “enormes beneficios económicos”, ya siquiera negando el desastre ambiental y sanitario que ocasiona, que está a la vista de todo el mundo. Lo que, también, vuelve a ser mentira. El ingreso de divisas el gobierno quiere destinarlo a pagar la deuda externa irrestrictamente, al turno en que hay provincias que son sometidas hace décadas a la minería, por citar ejemplo Catamarca, y no reportan indicios de desarrollo social o económico. En la provincia catamarqueña, de hecho, está instalado ¡desde 1997! el proyecto Bajo de la Alumbrera, que generó desastres como la rotura en varias ocasiones del Mineraloducto por el que transitan metales pesados, llegando a contaminar ríos que abastecen de agua a pueblos enteros. Los casos de malformaciones genéticas y daños a la salud también están a la orden del día, mientras que Catamarca cerró el 2021 con casi la mitad de la población bajo pobreza. Y en la empresa concesionaria, Minera Alumbrera, BlackRock tiene… el 50% de las acciones.
Las imposturas de los altos funcionarios del gobierno nacional sobre el “desarrollo nacional”, sobre crear puestos de trabajo y apostar a las inversiones extranjeras que traigan dólares para “crecer” económicamente encubren un propósito diametralmente opuesto. Las mineras, las petroleras y los grandes pulpos responsables de la destrucción del planeta no vienen a reventar nuestros recursos estratégicos en la perspectiva de una emancipación de la Argentina. El gobierno los trae para cumplir con el FMI y los acreedores, que son los grandes responsables del sometimiento nacional permanente.
No hay crecimiento a futuro con el saqueo del presente. Hay que romper con todo el pacto de pago de la deuda externa, nacionalizar la banca, el comercio exterior, los recursos estratégicos y centralizar la agenda económica nacional bajo la dirección de los trabajadores. No hay otra perspectiva para ello, aunque quienes nos gobiernan mientan mucho al respecto. Los ejemplos están a la vista.
Manuel Taba
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