Los niños, las niñas y adolescentes que han contraído coronavirus están “aislados” en condiciones totalmente inadecuadas dentro de las mismas instituciones donde residen ellos y otros 17 o 20 más. Sin testeos, con medidas de higiene y seguridad precarias, protocolos nefastos e insuficientes y en algunos casos hisopados tardíos que llegan luego de 5 días de síntomas, la totalidad de quienes residen y trabajan está en riesgo ya que el ingreso y egreso de trabajadores es permanente. En ocho meses, el Estado no ideó un plan de emergencia y el caldo ahora lo pagan las infancias y los trabajadores.
Un trabajador precarizado de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y familia que trabaja el tope máximo de horas que les es permitida (120 horas al mes) gana $15.600 ya que desde agosto de 2019 el valor de la hora está totalmente congelado en unos míseros $130. Es menos de la mitad de lo que cobra un trabajador de planta por la misma tarea.
Bajo esta situación los trabajadores -por cierto, esenciales- se encuentran por debajo de la línea de indigencia establecida recientemente en $17.625 por el INDEC. En estas condiciones ponen el pecho a las balas que tanto la pandemia, el estado provincial y las burocracias sindicales no paran de disparar, sin acceso a ningún bono de emergencia, sin obra social, sin licencia de ningún tipo. Quienes trabajan día a día en restituir derechos tienen los propios completamente vulnerados. Tanto ATE como UPCN aceptaron que el gobierno Justicialista de Omar Perotti en vez de aumento salarial otorgue bonos para los trabajadores estatales, excluyendo de manera obscena a los casi 1.000 trabajadores esenciales precarizados de la Secretaría de Niñez que sostienen los servicios del estado en un área tan frágil como es el cuidado de las infancias.
En el último año los sindicatos vendieron espejitos de colores con promesas de contratos, escalafones y pase a planta para trabajadores y trabajadoras precarizados con hasta 8 años de antigüedad. En sintonía con el discurso del gobierno nacional, ahora se limitan a pedirle a la clase trabajadora solidaridad, comprensión y paciencia, lo que resulta completamente inadmisible en un contexto de ajuste como el que estamos viviendo.
Pero los trabajadores no comemos vidrio. El malestar y enojo de las bases es un reguero de pólvora que recorre por abajo cada efector de salud, hogar y repartición pública de la provincia de Santa Fe. La burocracia sindical de Hoffmann y Molina (ATE y UPCN) están sentados sobre un polvorín. Día a día vemos cómo delegados que respondían a las direcciones burocráticas ya no quieren comer más sapos. Molina, por su parte, lidia con un frente interno abierto por la Agrupación Maguid, comandada por el concejal Sebastián Pignata (hoy nuevamente pejotista luego de su paso por el Pro), en una clara disputa por la caja del gremio. Ni unos ni otros ofrecen una salida a los trabajadores.
El camino que debemos seguir ya lo estamos señalando las bases. Se ha iniciado una verdadera rebelión, por ahora limitada a salud. El Hospital Cullen de la ciudad de Santa Fe hace más de tres semanas que sostiene manifestaciones diarias en la puerta del efector. En una asamblea, los trabajadores definieron marchar a Casa de Gobierno y se realizó una multitudinaria caravana que reunió alrededor de trescientos trabajadores, a la que se sumó también personal de otros efectores de salud y recibió la solidaridad de diferentes sectores de estatales en lucha: la Asamblea Interministerial de Precarizados, asistentes escolares reemplazantes y docentes.
Las manifestaciones de Salud también se vienen desarrollando en los hospitales Iturraspe de Santa fe, Protomédico de Recreo, “Eva Perón” de Baigorria y Centenario de Rosario.
El desafío que tenemos los trabajadores por delante es el de sostener las asambleas que han surgido y ponerlas en pie allí donde no las haya todavía. Debemos convertir cada oficina, hogar, repartición y efector de salud en un bastión de la democracia obrera, para deliberar sobre las acciones a tomar para derrotar los bonos de miseria, conseguir un aumento de emergencia del salario de al menos un 40% con cláusula gatillo, en camino a que se equipare a la canasta familiar y para consagrar nuestros derechos con el pase a planta.
La salida para enfrentar la crisis a la que nos somete el estado y la burocracia sindical en un contexto de pandemia está planteada: Asambleas de base y coordinación entre los distintos sectores estatales en lucha.
¡A la lucha compañeros y compañeras!
Carolina F.
08/10/2020
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