No por nada le dedicó un largo párrafo a la herencia del gobierno anterior. Con una mezcla de encubrimiento e ingenuidad, les habló de la fuga de 23.000 millones de dólares de los fondos que esos mismos capitalistas fugaron entre 2018 y 2019. Continuando la saga, Alberto les recordó que su gobierno asumió el pago de los sueldos de sus empresas a lo largo de la pandemia, a través de las ATP. En cambio, se cuidó muy bien de no mencionar lo que el propio gobierno reveló cuando adoptó el supercepo, a saber, que los capitalistas aprovecharon el beneficio del ATP para cancelar sus deudas con dólares baratos. Al rechazar que su gobierno fuera “antiempresario”, Fernández desnudó la razón por la cual, al cabo de la pandemia, el Banco Central y el Tesoro se encuentran fundidos. Fernández podría haber reforzado sus pergaminos empresariales si anunciaba en IDEA el valor al que ha caido el salario mínimo: los jefes del círculo rojo ya saben que, medido en dólares ¡oficiales! será el piso salarial más bajo de América Latina.
Fernández “empresario” hizo una sola excepción: fue cuando arremetió contra las telecomunicaciones y defendió su decreto regulatorio. Pareció un ajuste de cuentas contra Clarín, después que el grupo oficiara como principal vocero y difusor del banderazo del lunes 12. Alberto defendió la regulación de las tarifas de Internet, en un intento por demarcar a la “corpo” del resto del círculo rojo. Nada muy revolucionario, porque hoy la OCDE anunció que va a cobrar impuestos a las transacciones de las operadoras internacionales. El “problema” es que el intervencionismo digital viene acompañado de los controles de precios y tarifas, que todo el establishment empresario dice que quiere abolir.
La bandera de Clarín, por lo tanto, es la misma que levantan Arcor, Techint, Telefónica…o la semiestatal YPF. Una devaluación, sin embargo, convertiría en una catástrofe una desregulación de los monopolios alimentarios o energéticos. Por eso mismo, Alberto Fernández sorprendió al descartar una devaluación, como hicieron antes de él los presidentes a los que el ‘mercado’ les mega devaluó enseguida el peso. Siguiendo a la historia, los que juraron en vano por la defensa de la moneda nacional pagaron la devaluación posterior con una grave crisis política.
Para gambetearla, Fernández apuesta a formar un colchón de dólares con un préstamo internacional, los ingresos a cuentagotas de cerealeras y aceiteras y algo del swap de China, y llegar así hasta la próxima cosecha o al acuerdo con el FMI. La mayoría de los observadores da por perdida esta apuesta; el tiempo corre. La pretensión de esta jugada de habilitar un nuevo ingreso de capitales especulativos, teniendo en cuenta el derrumbe internacional de la tasa de interés, no tiene fundamento. A la ‘crisis de confianza’
Fernández responde que no hay alternativas políticas disponibles fuera del FdT. Curiosamente, no les dijo que tiene un acuerdo con JxC para aprobar el Presupuesto 2021.
Fernández intuyó lo que estaba en discusión –el destino de la coalición de gobierno- cuando defendió con argumentos leguleyos la inhabilitación del Senado a los jueces que investigan a Cristina en la causa de los cuadernos. Pero el destino penal de la vicepresidenta –de eso se trata- no depende de fundamentos jurídicos. Los patronales de IDEA están involucradas en los cuadernos; la condena a CFK los llevaría puestos. La cuestión es politica, y la burguesía tampoco tiene un punto de vista común: frente a los que quieren expulsarla del gobierno, están los que temen una fractura del régimen. Los que escuchaban a Fernández querían anuncios, no discursos.
En definitiva, Fernández les habló a los capitalistas con el “bolsillo”, mostrando hasta qué punto la sangría nacional de estos meses estuvo dirigida a rescatar sus intereses. Los directivos de las empresas capitalistas, a la tarde del mismo día, hicieron caer el peso un poco más por la pendiente.
Marcelo Ramal
14/10/2020
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