El impacto socioeconómico será mayor entre niños, niñas y adolescentes. Los niños representan aproximadamente un tercio de la población mundial, pero son casi la mitad de la población en situación de extrema pobreza. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Grupo Banco Mundial publicaron un informe según el cual, antes de la pandemia, 365 millones de niños, es decir, 1 de cada 6 menores de edad, vivían en situación de pobreza extrema.
Según el informe, dos tercios de esos niños habitan en África subsahariana, en hogares de subsistencia, con un promedio de 1,90 dólares al día o menos por persona, mientras que en el sur de Asia vive una quinta parte de estos niños. El 20% de ellos es menor de 5 años y vive en hogares extremadamente pobres.
En lo que respecta a la Argentina, según las estimaciones de Unicef, para diciembre de este año, la cantidad de niños y niñas pobres pasará de 7 millones a 8,3 millones. Estos datos alarmantes van de la mano de los que se conocieron sobre las nuevas canastas de pobreza e indigencia, que dan cuenta de 19 millones de pobres y casi 5 millones de personas que no cubren las necesidades alimentarias en el país. En septiembre de 2020, según el Indec, la canasta de pobreza ascendió a 47.215 pesos, que cuando se suma el alquiler y los gastos de salud, de educación y recreativos,no podría ser inferior a los 90.000 pesos (https://www.perfil.com/noticias/opinion/marcelo-ramal-la-pobreza-de-un-regimen-social.phtml). La pobreza extrema priva a cientos de millones de niños de la oportunidad de alcanzar su potencial en términos de desarrollo físico y cognitivo, y amenaza su capacidad para conseguir buenos trabajos en la edad adulta.
El informe concluye que los gobiernos deberían ampliar y ajustar sus sistemas y programas de protección social para prepararse para futuras crisis, a sabiendas que los gobiernos capitalistas se encargaron, durante la pandemia de gerenciar una transferencia enorme de recursos de los bolsillos de los trabajadores hacia el gran capital mediante la pauperización del salario, la flexibilización de las condiciones laborales y la entrega de subsidios millonarios a las patronales y bancos, mientras se erogan migajas insuficientes a los trabajadores desocupados o precarizados.
No son los efectos de una pandemia viral tomada como fenómeno aleatorio natural lo que agudiza la crisis económica y social en curso. La pandemia, surgida desde las propias entrañas del modo de producción vigente, se entrelaza con la decadencia histórica del capitalismo. En lugar de socorrer a los pueblos, los estados han salido a rescatar el capital.
Ana Belinco
22/10/2020
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