Las dos mil quinientas familias que habitan los flamantes barrios ocupados provienen en su mayoría de esa zona. “Vivía a unas cuadras de acá”, nos cuenta J., delegada de la toma en el barrio 20 de julio (la toma se ha organizado en cuatro barrios).
Su antigua vivienda apenas tiene lugar para ella y sus hijos, que han decidido luchar por otro pedazo de tierra y por eso ocuparon. Las 100 hectáreas de Guernica concentran toda la crisis de la organización social capitalista, que la pandemia sacó a la luz. Allí están los que perdieron el trabajo en estos meses; trabajos precarios, que sus patrones cesaron apenas tuvieron que interrumpir la actividad Pero también se encuentran aquellos que, en plena pandemia, debieron huir de un hacinamiento que podía ser letal para sus familias. Ese hacinamiento tampoco es circunstancial: se trata de dos y hasta tres generaciones de trabajadores sin derecho a la vivienda. Abuelos, padres e hijos amuchados en condiciones insostenibles. En el medio están las promesas de planes de vivienda, las urbanizaciones que nunca tuvieron lugar y, por su puesto, la precarización del trabajo, que impide acceder a cualquier forma de crédito. En un extremo de la toma, y colgada de una rama de árbol, flamea la bandera argentina. Quien la subió allí no se equivocó: la toma de Guernica es la Argentina.
Voracidad inmobiliaria
Si se piensa bien, esta ocupación de tierras no es diferente a las centenares de ocupaciones que, en la provincia de Buenos Aires, fueron ampliando la frontera de la urbanización de municipios en las últimas décadas. Pero en el telón de fondo de esta toma ha estallado una feroz disputa social: exhibiendo dudosos títulos de propiedad, un grupo inmobiliario reclama más de la mitad del predio para llevar adelante la construcción de un barrio privado, con canchas de rugby y de hockey. Esta pelea también esta vinculada con la pandemia: existe una tendencia mundial al éxodo de las grandes ciudades que concentran los contagios. A caballo de esa demanda, se ha desatado una especulación de tierras en los grandes espacios ociosos del conurbano. La pandemia ha mercantilizado también al aire puro: los desarrolladores lo quieren para las clases acomodadas que huyen de las ciudades, aunque ello implique condenar al hacinamiento y a la enfermedad a la población trabajadora del conurbano. Los que decían que el Covid abriría el paso a un “capitalismo más humano”, deberían mirarse en el espejo de Guernica. La larga hilera de carpas y casillas son la metáfora de un mundo que reclama una revolución social, la cual implicará, entre sus principales tareas, la de una reorganización completa del suelo urbano.
Pulseada política
Pero Guernica implica también una gran pulseada en torno del desenlace de la catástrofe social y económica que envuelve a la Argentina. No hay mejor comprobación que esta toma multitudinaria para verificar que, en todos estos meses, los recursos del Estado y del gobierno han ido dirigidos a rescatar al capital –los explotados han debido rescatarse a sí mismos por medio de la lucha y de la acción directa, como lo revela esta toma. Ahora que la bancarrota del capital involucra también a la de todos los estamentos del Estado, la burguesía reclama una salida a costa del derecho al salario, a las jubilaciones, a la vivienda, y los desplazamientos políticos que deban tener lugar para ello. En este campo, se anotan también connotados oficialistas, como los Berni y Massa. Todos ellos reclaman una “acción ejemplificadora (represiva) en Guernica. Los “nacionales y populares” del gabinete bonaerense marchan al compás de Berni.
Como prueba de ello, no han acercado a Guernica una sola iniciativa real para responder al reclamo de tierra y de vivienda. “Nos han censado, sí. Pero saben para qué? Para luego ir a ver a nuestras familias, a advertirles que si seguimos en la toma iremos presos”, nos relata una delegada. “En la carpa instalada frente al municipio, los funcionarios ofrecen algunas chapas o material para quien se quiera ir, es una vergüenza”. En rechazo a esta labor disolvente, la organización del barrio ha expulsado a los funcionarios que quisieron ingresar con estos propósitos. El Estado también se ha dado a otra tarea: impedir el ingreso de materiales, para que los compañeros no puedan avanzar en la construcción de sus viviendas. La orden de desalojo judicial, suspendida hasta el 14, opera sin embargo como una cuenta regresiva sobre los vecinos. La negociación con el gobierno no es “libre”, tiene como telón de fondo a la amenaza del desalojo violento.
La versión de un “Estado sin recursos” se cae a la hora de ver en marcha a todo este dispositivo de represores, censistas y funcionarios: el Estado está gastando una fortuna en pos de la expulsión de los vecinos. Gobiernan para las inmobiliarias.
A contrapelo de esta escalada, los ocupantes han desarrollado una importante organización, con el diseño de cuatro barrios y sus respectivos delegados. Esa organización es fundamental para rechazar toda forma de desalojo, sea bajo la forma violenta o de promesas y maniobras contra los ocupantes. A todo ese operativo, tenemos que oponerle el cumplimiento sin condiciones del derecho a la tierra y a la vivienda, a través de la urbanización integral de estas 100 hectáreas y la erección de un barrio popular que debe incluir servicios, espacios verdes, educativos y deportivos en beneficio de sus vecinos y de toda la población aledánea. Que en las obras involucradas se priorice el empleo, con salario y convenio, de los ocupantes sin trabajo. Toda tratativa con el gobierno debe ser sometida a la soberanía de la asamblea de vecinos Este planteo de conjunto es del interés de todo el pueblo trabajador de Presidente Perón y Almirante Brown. Por eso, debe ser agitado y difundido más allá de la propia toma, como un planteo político de reorganización urbana a partir de las necesidades de la población trabajadora, y no de los especuladores.
Marcelo Ramal
04/10/2020
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