La Convención Constitucional que será elegida en abril próximo, debuta sin embargo en un impasse, inmediatamente después de su fecundación. El medio año que debe transcurrir para su elección y el otro para la entrada en funciones, está dominado por una crisis monumental y por una crisis humanitaria. La gestión política sigue en manos de un gobierno que defiende la Constitución del pinochetismo y que fue repudiado por un voto popular abrumador. Antes de asumir su tarea, la Convención nonata ha dejado al desnudo una vacancia de poder. La situación guarda algún parecido con la Francia de 1789, cuando la monarquía convoca a los estados generales, una institución estamentaria, que es reemplazada casi de inmediato por una autoconvocatoria del tercer estado, que declara la Asamblea Nacional. Entre esto y la toma de la Bastilla transcurren 50 días (23 de mayo al 14 de julio). Piñera debe llevar adelante la política económica y social derrotada ayer en un escenario indomable. El reclamo para adelantar un segundo retiro del 10 por ciento de las cuentas individuales de los Fondos de Pensión, podría ser perfectamente el detonante de una crisis pre-constituyente, porque las AFP monopolizan, en Chile, la financiación de la economía. Llamativamente, el gobierno las ha autorizado a invertir un porcentaje del dinero en activos en el exterior, no se sabe si para ampliar el campo de negocios de ellas o para que los pongan a resguardo en el extranjero. Nunca hubo mayor fuga de capitales en China que cuando la burocracia gobernante temió que las manifestaciones en la Plaza Tian An Men desataran un levantamiento popular.
Otro aspecto de este impasse es que la Convención ha sido sujeta a la obligación de que los artículos constitucionales deban reunir los dos tercios de los votos, lo cual podría dar a la derecha, eventualmente, un poder de veto anticipado. La fiesta de la democracia no está privada de sinsabores. La soberanía popular ha sido violentada por un acuerdo de convocatoria entre el oficialismo y la mayoría de la oposición. Uno y otro conservan el monopolio de la representación política, dado que no ha sido modificada la legislación electoral. Como toda convulsión histórica es rica en la irrupción de nuevas fuerzas y agrupamientos, es claro que se les ha impuesto un chaleco de fuerza. Los partidos pactistas, especialmente el centroizquierda y la izquierda oficial, se han asegurado un monopolio de representación en una Convención que les fue impuesta en las calles y en las urnas por un pueblo rebelado. Es una contradicción explosiva.
Nada es igual a antes, sin embargo, como tampoco hay chalecos, incluso de fuerza, que no pierdan sus costuras. Esencialmente, las reiteradas movilizaciones de la última década por el fin de la educación privada o por el fin del sistema previsional confiscatorio, han producido un salto político. Este salto ha partido a la derecha en dos o incluso en tres, más allá de los intereses económicos de cada capilla. Un sector, encabezado por el intendente Lavin, considerado presidenciable, busca un entendimiento con la otra orilla, que el resto de la derecha rechazó en el día de ayer, conjuntamente con un ala fascista que ha empezado a organizarse y a actuar. En el centro izquierda reina también la división. El destino de estos enjuagues, que se autojustifican con la remanida consigna de gobernar para todos y todas, está condicionado por un proceso que ha escapado a su control.
Al final, el relato del ascenso de la derecha en el mundo se ha disuelto como nieve en verano, como Macri lo ha sufrido a sus costas. El relevo operado por los Arce en Bolivia y los Fernández en Argentina, o por los Biden en EEUU, se encuentra, sin embargo, visiblemente comprometido. Las crisis del capital, por un lado, y las rebeliones populares, por el otro, son más poderosas que las maniobras de comité y las conspiraciones de Comodoro Py. En un plano determinante, opera la pandemia, que desnuda el carácter destructivo del sistema capitalista sobre el ser humano y la naturaleza. Sobre esta base retrógrada el fascismo puede volver a mostrar su rostro siniestro, en la lucha entre el socialismo y la barbarie.
Jorge Altamira
27/10/2020
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