La crisis política del gobierno y en buena medida de todo el régimen político escala al ritmo del dólar paralelo y del crecimiento de la miseria social, los contagios y las muertes por la pandemia.
Para el británico Financial Times, el principal diario financiero del mundo, “la devaluación es inevitable en la Argentina, el país está en curso de colisión cuando las reservas líquidas disponibles han llegado al piso de 1.000 millones de dólares”. Algunas consultoras, como Ecolatina, las ubican en 169 millones de dólares al 2 de octubre pasado (El Cronista, 14/10).
Desde que asumió el gobierno, el Central ha vendido 4.000 millones de dólares y las reservas totales se redujeron por la mitad de ese valor, a pesar de que las tenencias en oro se han revalorizado por el ascenso del precio internacional del metal.
En cualquier caso es nada, la inexistencia de reservas traba el comercio internacional de un país. No tienen los dólares para las deudas de las provincias que no disponen de reservas y deben apelar al Banco Central, tampoco para las deudas de las corporaciones empresarias a las cuales les restringieron hasta el 40% de lo que necesiten para sus compromisos de deuda. Tal vez deban vender aceleradamente el oro disponible, mientras la brecha cambiaria entre el dólar oficial y los dólares alternativos ha tomado los niveles que tuvo hace 31 años, en la hiperinflación de Alfonsín. Esto último no es casual. Lo único que evita una hiper es la depresión económica, la peor de las razones. No obstante, estamos a un 40% de inflación anual en medio de salarios y jubilaciones en caída libre.
Es que fracasan a repetición todas las medidas que adoptaron para evitar el camino a la devaluación. Empezando por el canje de la deuda, el cepo, el supercepo, los bonos de deuda en pesos atados al dólar, la rebaja de retenciones a la soja y a la minería, el Presupuesto de ajuste 2021 o el dólar “volátil” anunciado por el presidente del Central, entre otras. Ahora habilitan el “dólar bolsa” para los ahorristas, que venden sus dólares en caja de ahorro, algo así como atar con un trapo la hemorragia de depósitos en dólares que se van de los bancos al colchón, a las cajas de seguridad o al blue.
Han fundido las reservas del Banco Central, lo cual es una proeza en un país con 15.000 millones de dólares de superávit comercial anual previsto para 2020. Se trata de “un problema macroeconómico”, repiten como loros los economistas de la burguesía. Efectivamente los hay, hablan desde la clase social que ellos representan, que no liquida los granos para empujar la devaluación, que subfactura exportaciones y sobrefactura importaciones, que tiene afuera del país 400 mil millones de dólares y otro tercio de esa cifra dentro del país, pero fuera del sistema.
El desdoblamiento cambiario de hecho ya rige, porque la importación apela al dólar financiero que alcanzó casi los 160 pesos y paulatinamente lo va trasladando a precios. El desdoblamiento en un dólar comercial y otro financiero siempre llevó a la devaluación, con sus consecuencias desastrosas para las masas trabajadoras, ahora en un cuadro ya insoportable antes de que eso ocurra. La inflación de un 2,8% en septiembre, cuando los ingresos están en caída libre, retratan la olla a presión social y marcan la devaluación progresiva del gobierno al ritmo de la devaluación imparable del peso.
Los paños fríos de Lavagna
Roberto Lavagna dio una pauta de la magnitud de la crisis política al exhortar a no dividir el binomio presidencial. Un mensaje a varias puntas.
Que cualquier cambio de gabinete sea consensuado en la alianza gobernante, incluyendo seguramente a su exjefe político, Sergio Massa. Que se muestre unidad para acordar el programa con el FMI. Por otro lado, levantó el precio de su propia injerencia y aún de una posible participación suya, sea en el gabinete o en el Consejo Económico y Social que no ha salido de los papeles.
El propio Presidente enfocó sus cañones en el mismo sentido. Reconoció haber fracasado en “anclar el dólar” y dijo que “espera poder hacerlo mediante un programa con el FMI”. El rol de la propia “misión de exploración” del FMI, que precede al inicio de las negociaciones del mes que viene, fue aquietar los mercados, cosa que no ocurrió. Tampoco ayudó la frase de su presidenta Georgieva, “no pediremos aún más ajuste, en estas circunstancias”. Fue precisa, no más de lo que ya se está ajustando que es muchísimo, pero solo en estas circunstancias excepcionales de la pandemia. Las recetas del FMI están a la vista en la reestructuración ecuatoriana, baja del gasto, aumento del IVA y del Impuesto a las Ganancias en los salarios y eliminación de exenciones impositivas para los adultos mayores.
En la Comisión de Presupuesto de Diputados se armó un debate que atraviesa todas las fuerzas políticas de Estado. Los subsidios al transporte previstos en el Presupuesto 2021 son 13.500 millones de pesos, cuando este año en medio de la pandemia se han aplicado 17.000 mil millones de pesos. Esto supone el traslado a tarifas para hacer viable la circulación de colectivos en todo el país, cuando por otra parte el precio de los combustibles no para de aumentar y los choferes de UTA no tienen oferta alguna en sus paritarias. Tendrán que reformularlo, pero la cuestión da una idea de las contradicciones que afrontará la política oficial, incluidos severos tarifazos. En otro plano, estrictamente no hemos salido del default. La deuda en pesos se paga, pero oscuros nubarrones se ciernen sobre ella para el futuro, porque el 65% está indexada o linkeada al dólar, y la perspectiva devaluatoria e inflacionaria la hace prever impagable. Ni qué hablar de los vencimientos en dólares, reestructurados o no, más o menos cercanos y la dificultad para juntarlos cuando el horizonte es el de una megadevaluación.
La crisis política hunde sus raíces en la impotencia de toda la burguesía. Lo prueba que al frente de la crisis interior de la coalición de gobierno, la derecha cambiemita no para de despedazarse con Larreta, Morales y Vidal tomando distancia de los banderazos, y Macri responsabilizando de sus propios fracasos a Frigerio y a Monzó. Como todas las grandes crisis, no se trata solo del fracaso de un gobierno sino de un régimen entero y de la clase social que lo sostiene.
Un 17 de Octubre con las banderas… del FMI
Como expresa el manifiesto votado por el XXVII Congreso del Partido Obrero, el gobierno está debilitado. Se habla en off de “relanzamiento”, lo que significa que en diez meses se ha quedado sin aire. Esto en un contexto de la mitad del país hundida en la pobreza, con los sin techo poniendo en la agenda la cuestión de la tierra mediante una ola de ocupaciones y lo foto estremecedora de un local de comidas en La Plata que anunció que tomaría 8 (ocho) personas para modestos puestos gastronómicos y se armaron seis cuadras de cola.
Un cambio de gabinete o de parte de él está arriba de la mesa. Pero no será sencillo definirlo tampoco, porque la crisis ha desatado choques interiores muy importantes en las filas de la clase capitalista. Por otro lado, Alberto Fernández salió fríamente despedido del Coloquio de Idea que había despreciado el año pasado y al que ahora fue a suplicar apoyo. Al Fondo ni le hace falta venir con su agenda de reforma laboral, previsional e impuestazos antiobreros. Es la agenda de la propia burguesía local, así lo evaluó también el riquísimo debate del Congreso del PO.
En este marco, la CGT, tras reunirse con la misión del FMI, pondrá al Presidente al frente de un acto virtual el 17 de octubre en el histórico salón Felipe Vallese de la calle Azopardo. Moyano, por su parte fue a Olivos a reunirse durante tres horas con el Presidente, para darle todavía más apoyo con una caravana por la tarde del “día de la lealtad”, buscando competir con los banderazos.
El acto, después de entregar el salario mínimo de la miseria oficial, sin lucha alguna, será para rescatar al gobierno, en la misma línea de Lavagna, la de garantizar la gobernabilidad de la política oficial que nos golpea con un 40% de inflación anual, una devaluación en marcha, el ajuste brutal del gasto aún en pandemia y, por todo futuro, un pacto con el FMI, que es el mismo de siempre, por supuesto.
Las luchas obreras y la responsabilidad de la izquierda
Miles de familias en Guernica resisten el apriete de todo el régimen con Kicillof, Berni y Larroque a la cabeza para desalojarlos, después de haber mandado a reprimir brutalmente en Rafael Castillo a otro de tantos asentamientos. Por su lado el gremio aceitero ha debido paralizar la industria y los puertos del complejo sojero por la negativa de la patronal exportadora a revisar el convenio como estaba establecido, reclamando por una canasta familiar que la Federación evalúa en 81.670 pesos al 31 de agosto. El personal de salud denuncia por todo el país el fracaso de la política adoptada. No hay testeos masivos capaces de actuar aislando el virus, los protocolos patronales solo defienden una mayor explotación del trabajo, no la salud de los trabajadores. En otro plano, miles de mujeres y referentes de todo orden han salido a exigir el #Abortolegal2020 ante el renuncio del gobierno y el kirchnerismo en aras de otro pacto que acompaña al del FMI, el de la Iglesia y todos los cleros reaccionarios para que acompañen el ajuste. La lucha por el juicio y castigo a los asesinos de Facundo Castro se ha expresado como una lucha nacional en un reciente plenario antirrepresivo.
Los trabajadores tenemos que tomar en nuestras manos la salida a la crisis. Desde las luchas inmediatas hasta el debate de una salida de conjunto. La izquierda obrera y socialista tiene que actuar a la altura de la crisis y su potencialidad. En las organizaciones obreras, impulsando las autoconvocatorias como parte de la estrategia de recuperación sindical, en el camino del Congreso mandatado por las bases de todos los sindicatos. Tenemos que impulsar la ruptura de las centrales con el gobierno, para marcar a los luchadores que los sindicatos son de los trabajadores y no de la burocracia sindical, que desde Daer hasta Godoy, pasando por Moyano y Yasky, está cooptada al gobierno. El frente único del activismo es una llave maestra en todas las luchas y para impulsar la intervención de conjunto de los trabajadores, cuando en América Latina madura una segunda ola de rebeliones populares.
El entusiasta XXVII Congreso del Partido Obrero se ha dirigido al Frente de Izquierda. El FIT ha definido un programa de los trabajadores de salida a la crisis desde el comienzo de la pandemia. Está más vigente que nunca. Opongamos la iniciativa de la izquierda ante el derrotero reaccionario del peronismo. Salgamos a luchar por una alternativa obrera y socialista con iniciativas políticas en todo el país y mediante el llamado a una segunda Conferencia Latinoamericana y de Estados Unidos.
Néstor Pitrola
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