martes, 6 de octubre de 2020

El «Cuchi» anda rodando la tierra, con toda su tierra adentro


Se cumplen 20 años de la muerte de Gustavo "Cuchi" Leguizamón, una de las grandes figuras del folkore nacional. 

 Gustavo «Cuchi» Leguizamón salió al escenario del mundo un 29 de septiembre de 1917 y este lo despidió el miércoles 27 de septiembre de 2000. 82 años mediaron entre nacimiento y muerte, y que ambos acontecimientos estén fechados dentro del mismo mes, en el que la sucesión irrefrenable de las estaciones entrega la posta a la primavera, grafica con una coincidencia elocuente por qué su figura siempre reverdece. 
 Cultor de un apego consecuente a su tierra madre, la vida artística de Salta lo cobijó como prolífico hacedor. Gracias al movimiento «La Carpa» (cuyo epicentro fundacional se constituyó en Tucumán, extendiéndose luego a otras provincias del Noroeste argentino, como lo documenta la adscripción al grupo del catamarqueño ligado al trotskismo Luis Franco) pudo embeberse de la bohemia indómita, reñida con la circunspección de cualquier academicismo, del plan poético que trazaron Raúl Aráoz Anzoátegui, Miguel Ángel Pérez -«Perecito»- o Walter Adet, por citar algunos de los muchos nombres que a partir de la década de los cuarenta del siglo pasado ambicionaron versos que innovasen forma y contenido. De estos últimos sobresale -imposible no emplear tal verbo- el de Manuel J. Castilla, junto a quien el «Cuchi» Leguizamón consolidó una dupla creativa que prodigó un número valioso de piezas hoy fundamentales del acervo popular. Lo ratifican, por ejemplo, «La arenosa», «Zamba de Juan panadero», «De estar, estando», «Balderrama» y «Zamba de Lozano». Portadoras todas ellas de una lírica que rehúye de las construcciones artificiosas de cierto localismo que venera el paisaje reduciéndolo a un mero decorado, al despojarlo de los conflictos materiales que atraviesan las luchas y realidades de hombres y mujeres. 
 Un lugar común dicta que cuando el alma de las mayorías atesora una canción, la autoría individual y los reclamos de pertenencia se disuelven, quedan sin efectos. Una máxima que, resulta válido presumirlo, el «Cuchi» Leguizamón tradujo a la conducta de evitar los estudios de grabación. Lo caracterizó una tenaz renuencia a trasladarse, con objeto de concretar demandadas realizaciones discográficas, a las metrópolis, cualesquiera que fuesen. A Melopea, sello ideado por Litto Nebbia, se debe la existencia de uno de los pocos álbumes, si no el único, en el que se lo escucha ejecutando seis temas a piano solo, precedidos de droláticas anécdotas que devuelven un «Cuchi» poseedor de una chispeante oralidad. Corresponde al registro en vivo de una actuación que ofreció en la ciudad de Rosario en 1983. Un dato a destacar lo aporta que la producción de dicho trabajo corrió por cuenta de Manolo Juárez, gigantesco pianista y compositor fallecido recientemente. 
 Guardó también su canto aguardentoso el periplo que llevó a León Gieco De Ushuaia a La Quiaca, en el que el Cuchi participó cointerpretando sus temas «Maturana» y «Me voy quedando». 
 Al asumir la dirección musical del Dúo Salteño, integrado por Néstor «Chacho» Echenique y Patricio Jiménez, lo dotó de un repertorio para el que adecuó con auténtica maestría los arreglos de composiciones propias al contrapunto a dos voces, el rasgo identificativo del conjunto. Un antecedente que indica la cualidad actual de una obra abierta, permeable a reinterpretaciones con las modulaciones del lenguaje de géneros diferentes. (Coterráneo suyo y colega del instrumento, Daniel Tinte representa una constatación cabal en ese sentido, dado que forjó un entrecruzamiento originalísimo, el jazz calchaquí, donde entran en consonancia el genio del salteño universal y la revolución estilística que suscitó Thelonious Monk. Algo en lo que resuenan los ecos de la admiración que el «Cuchi» Leguizamón confesó por el mítico Enrique «Mono» Villegas.)
 Otras facetas que revela su biografía son la profesional y la de docente; se recibió de abogado en la Universidad Nacional de La Plata, ejerció de Fiscal de Estado e impartió clases de historia, literatura y filosofía en el Colegio Nacional de Salta.
 El cine tampoco se sustrajo al embrujo de su imponente curiosidad. Para la película La redada -que Rolando Pardo logró, tras sortear múltiples dificultades que obstaculizaron la filmación, exhibir ante el público en 1991 (si bien, a causa del episodio histórico ocurrido en 1977 que el guion recupera, contra el estreno se cernieron amenazas de bomba en las salas de proyección)- no solo escribió la banda sonora, sino que además protagonizó al gendarme que opera bajo el alias «Picaflor 2». El personaje al que, hallándose apostado en un paso fronterizo, se le encomienda la misión de interceptar el camión que acarrea los linyeras -la información que le transmiten se refiere a basura- que el gobierno de facto tucumano encabezado por Antonio Bussi ordenó arrojar en Catamarca.
 El 16 de agosto de 1985 en el estadio Luna Park se realizó el Festival por el Frente, en búsqueda de constituir un polo de izquierda, convocado por el Partido Obrero y la UJS y del que participó Gustavo «Cuchi» Leguizamón. A la pregunta sobre qué lo motivaba a sumarse contestó: «Me parece muy importante. Hay que hacer una campaña esclarecedora. Este país no puede vivir en la dependencia, porque los individuos que nos explotan quieren pagar sus aventuras de galaxias con nuestra platita, y nuestra platita la necesitamos para comer». 

Gastón Rama

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