Polémica con Marcos Novaro, de Clarín. Escribe Jorge Altamira.
Una columna reciente en Clarín revela la confusión que reina en la politología argentina –aunque no sólo en ella. En una suerte de terapia no solicitada, el autor, Marcos Novaro, declara a “la izquierda dura, en problemas” y sugiere un tratamiento a medida. Le recomienda que “(no se deje) llevar aún más a esta ola de anti-macrismo virulento (que sería) fruto de sus miedos”. Nuestro ‘problema’.
Novaro hilvana estas conclusiones a partir de premisas vulnerables. La expresión “izquierda dura” es impropia de un teórico de la política. Es un derrape cruel. Al cabo de dos siglos, el marxismo tiene una vigencia histórica que ha perdido el liberalismo –sustituido por textos instrumentales que justifican el orden existente. Cualquier peatón asimila al trotskismo con los principios, la coherencia y la honestidad, que no admite para el resto de las fuerzas políticas. El marxismo no ha nacido para combatir a Macri o usufructuar el derrumbe del peronismo, como interpreta Novaro, sino que es una crítica revolucionaria al capital, constituido en poder social mundial, y una estrategia de la emancipación de la clase obrera. El macrismo o el kirchnerismo no son más que máscaras ocasionales y fugaces de la dominación política del capital.
El marxismo y el socialismo no prosperan en el “caldo de cultivo” de la crisis, como asegura Novaro, entre otros o “cuando peor, mejor”. Los grandes partidos obreros se desarrollaron en la época ascendente del capitalismo, en tanto enfrentaron enormes fracturas en los períodos de grandes crisis. En condiciones de catástrofe capitalista, los socialistas revolucionarios se esfuerzan por ponerse a la cabeza de las masas que son empujadas a acciones extraordinarias. No son una responsabilidad de la izquierda las contradicciones del capital, ni que arriben a su punto de explosión. Si las fuerzas “moderadas” pierden vigencia en las crisis, esto sólo revela que no tienen función histórica.
Novaro advierte, de todos modos, que la izquierda va a sustituir a la burocracia de los sindicatos, “porque siempre denunciaron las prácticas opacas y la inconsecuencia de la burocracia sindical”. O sea que “Mise-en-scène” de Macri contra Moyano es una corneada irregular entre bueyes. De repente, “la izquierda dura” que prospera en el caos, resulta constructiva. Solo que, nos dice Novaro, el gobierno, las patronales y “los moderados” prefieren seguir operando en la mugre de la corrupción, que todos ellos comparten.
Novaro adjudica a la burocracia sindical y al kirchnerismo una oposición antimacrista “virulenta”, y exhorta al trotskismo a alejarse de ella. Todo el mundo sabe, sin embargo, que esa oposición “virulenta” colaboró con el macrismo desde el comienzo: le votó cien leyes, firmó los convenios colectivos precarizados y relegó sus expectativas de recambio a los comicios de 2019. Ahora mismo, los más “virulentos” de aquellos “virulentos” se cruzan de brazos ante los despidos constantes, por ejemplo en metalúrgicos, o ante el arrebato jubilatorio (ley previsional y Banco Provincia). La izquierda denunció, solitaria, este contubernio, así como la premisa de que la gobernabilidad debía entenderse como una renuncia a defender derechos sociales y a tolerar el hundimiento en una mayor pobreza.
La “izquierda moderada” ha sucumbido, en Brasil, en brazos de Odebrecht, como los primos de Macri en Argentina.
Quien está jugando al extremismo es, por supuesto, el gobierno, que adjudica a cualquier lucha popular una tentativa de “golpe de Estado”, un procedimiento argumental con que se han justificado por anticipado todos los Fujimoris.
La visibilidad trotskista en Argentina (“Salta la trotska”, en 2013) no es, como asegura Novaro, una anomalía internacional –ocupa, y sólo por el momento, un puesto de avanzada. La izquierda y los obreros se esfuerzan en construir partidos propios (la tesis del trotskismo) en la mayor parte del mundo, para enfrentar la avalancha de guerras, crisis mundiales, desigualdad obscena, violaciones, comercio humano. Basta escuchar a cualquier economista profesional para advertir que la política económica del macrismo simplemente asegura, a Argentina, una posición de privilegio en el ranking internacional de la próxima crisis.
‘And last but not least’. Ni “izquierda dura”, ni “cuando peor, mejor”. El arma imbatible de la izquierda es, sencillamente, su programa. ‘Une bombe atomique’.
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