1- Se movilizaron más de 400 mil personas para repudiar al gobierno fusilador y hambreador. Hace sólo unos días hubo una marcha de apoyo a Macri a la que asistieron 150.
2- Semejante convocatoria se dio en el marco de una movilización SIN PARO. Si lo hubiese habido, es válido pensar que hubiesen asistido cientos de miles de trabajadores más.
3- La inmensa mayoría NO marchó detrás de Moyano, eso se palpó ayer en el acto. Más allá de los acuerdos de cúpulas, los asistentes se movilizaron por un profundo repudio a la figura presidencial, a su gabinete, a toda la Alianza Cambiemos (PRO-CC-UCR) y a sus políticas antiobreras y antipopulares de hambre y miseria.
4- Los medios de (des)información volvieron a difundir la línea que les baja desde el gobierno y los centros del poder económico. Como les fue imposible ningunear la marcha ni minimizarla, intentaron desacreditarla por algunos de los asistentes, a veces en el paroxismo del ridículo. Clarín, por ejemplo, publicó que el auto en el que llegó Moyano al acto tenía "varias multas por exceso de velocidad". Patético.
5- El discurso de Moyano no sólo fue mediocre y autorreferencial, sino que pareció hecho para darle la razón a los que señalaban que el acto fue pergeñado para resguardarlo de sus conflictos. No disimuló nada. Fue como decirle a Macri "no me jodas y no te jodo".
6- Más allá de las intenciones del camionero, corrupto como todo burócrata, la impresionante concurrencia se movilizó, como ya fue dicho, por el repudio al gobierno. Y eso no va a cambiar hagan lo que hagan Moyano y compañía.
7- Esta marcha golpeó duro al gobierno, por más que quieran descalificarla desde el oficialismo. No sólo porque demuestra que no puede controlar la calle, sino que le marca un límite a lo que pueda hacer en el futuro. La crisis económica se profundiza por el endeudamiento astronómico, el déficit fiscal, el déficit comercial, la inflación, los tarifazos permanentes, la crisis laboral, los despidos, las paritarias, la pobreza y la desigualdad crecientes. Encima de todo ese desquicio que ellos han causado, la imagen de transparencia y honestidad que quisieron construir se les cae a pedazos, no sólo por sus prontuarios sino por los escándalos continuos de corrupción de los funcionarios oficialistas. Si hasta el viaje del ministro Triaca con lo peor de la runfla mafiosa, patotera y corrupta del sindicalismo tradicional no hace más que desmentir la famosa "limpieza" del mundo gremial que cacarean Macri y su troupe.
8- Más allá de las subjetividades y los reparos éticos que se puedan hacer, del amplio espectro que confluyó ayer puede surgir un espacio que coordine la lucha contra el macrismo y hasta una nueva central obrera. Pero con esa composición, sólo puede esperarse condicionar al gobierno, nunca echarlo a patadas. Menos con un transero como Moyano a la cabeza, que hasta hace poco tiempo estaba abrazado al mafioso corrupto lavador de plata que ocupa el sillón de Rivadavia. Sin embargo, la influencia de la izquierda sería mucho más fuerte que la que tiene actualmente en las decisiones del mundo gremial institucionalizado en este país, y podría, si cerrara filas en un solo puño ideológico, pelear la hegemonía.
9- Para referenciarse con mayor fuerza, la izquierda debe dejar atrás la dispersión que le es siempre funcional a la burocracia gremial, a los partidos del sistema y a la burguesía que dice combatir. Pero para ello, sin dudas, debe dejar atrás la autoproclamación que lleva al sectarismo, el ilumnismo de algunas posturas delirantes y autoproclamatorias, y la intolerancia entre los que tenemos como objetivo el socialismo. Un germen de lo que se necesita en esta coyuntura puede ser el espacio que se convocó el fin de semana pasado en el Posadas, pero para ello quienes lo convocaron debieran dejar de dar señales de que es su "propiedad privada".
10- El pueblo está harto de este gobierno, más allá de lo que digan el oficialismo y la corporación mediática, alineada casi totalmente con él. Fue votado en octubre último por el 30% del padrón electoral y cada vez está más claro que el otro 70% está en contra y creciendo, después de las decisiones tomadas por el gobierno desde entonces, lo que provocó un deciembre explosivo. No hay gobierno que pueda hacer lo que se le antoje con semejante resistencia. Un estallido está latente y a la vuelta de la esquina, probablemente, si se produce, más potente aún que el del 2001. Pero si no se genera una vanguardia legitimada que dirija toda esa potencia hacia una ruptura con el sistema actual, volverán aquellos que le hacen el servicio de apuntarlarlo cada vez que entra en crisis aguda y aparentemente irreversible.
Gustavo Robles
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